Todos conocemos la historia de Cenicienta, una niña de una familia noble y adinerada cuya madre fallece cuando ella es pequeña. Luego, al crecer, su padre se casa con una mujer que tiene dos hijastras. Con el tiempo, su padre también fallece, y la madrastra de Cenicienta se convierte en su encargada. Sin embargo, por el deseo de no ceder ante a los encantos de Cenicienta y de velar por el bienestar de sus hijas, termina maltratando a Cenicienta, ya que vive el recordatorio constante de que no posee su sangre. Así, transcurren actos y sucesos desagradables hacia Cenicienta, llenos de humillaciones y maltratos.
Posteriormente, gracias a la ayuda de una buena hada madrina y a un giro del destino, Cenicienta tiene la oportunidad de asistir a un baile en el palacio real, donde conoce a un príncipe. Ocurren eventos intensos y, finalmente, se casan, buscando así el conocido "Felices para siempre". Sin embargo, me pregunto si realmente se puede vivir el "Felices para siempre" en su totalidad. Conocer a una persona solo por una noche y enamorarse de ella, atraída por el hecho de haberla conocido por primera vez, no garantiza un amor verdadero. La realidad vivida por las personas es, en muchos casos, un rotundo "No", ya que conocer a alguien una sola vez no asegura que el amor sea duradero. Aunque, este no es el caso de esta historia.
Esta reflexión busca dar a entender una suposición sobre lo que pudo continuar con la historia tan emblemática y clásica que ha llegado a varios países del mundo, cautivando y llenando de ilusiones a tantos niños y niñas.
Después de casarse con el príncipe, Cenicienta comienza a ver poco a poco la realidad de vivir en el palacio. Aunque está llena de alegría por no sufrir más maltratos, en su corazón y mente, a pesar de disfrutar de una vida cómoda, empieza a pensar en su madrastra y hermanastras. Se da cuenta de que, al irse al palacio, ellas se han quedado con las posesiones de su padre, junto con las tierras y demás. Cenicienta, siendo la legítima heredera de su difunto padre y madre, empieza a planear cómo convencer a su suegro, el rey, para que les quite a su madrastra y hermanastras las propiedades que le corresponden.
Cenicienta reflexiona sobre esto durante varios días y, un día, se encuentra con el rey en el patio real. Mientras conversan sobre la vida, el rey observa cómo un conejo es expulsado de su madriguera por un puercoespín. Esto provoca en el rey un sentimiento de desagrado y lo lleva a reflexionar sobre la injusticia de que las personas malas se queden con lo que pertenece a los honrados, por el hecho de que Cenicienta dijo “A veces no se logra obtener justicia ante las adversidades.”
Esa noche, el rey no puede conciliar el sueño, pensando en las palabras de Cenicienta sobre la injusticia. Al amanecer, decide hacer justicia y devolver lo que le corresponde a Cenicienta. Cuando el rey se encuentra con ella, le explica que ha tomado esta decisión porque su familia había ayudado a su antepasado en tiempos de guerra, y por ello merecen recuperar sus tierras y propiedades.
Cenicienta, sorprendida y agradecida, acepta la decisión del rey. Más tarde, el rey envía un comunicado a la madrastra y hermanastras de Cenicienta, ordenando que desalojen la propiedad, ya que no tienen lazos sanguíneos con la familia. La madrastra, horrorizada, se niega, pero el vocero del rey insiste en que es una orden inapelable.
Desesperadas, las hermanastras deciden buscar ayuda y Anastasia, una de ellas, se acerca a Cenicienta para pedir disculpas y solicitar ayuda. A pesar de su pasado, Cenicienta, mostrando benevolencia, decide hablar con su esposo para que interceda ante el rey. Finalmente, el rey les otorga una casa cerca del palacio y un pequeño dote para ayudarles a subsistir.
Agradecida, Anastasia se despide de Cenicienta, quien, ahora feliz y en paz, disfruta de su vida en el palacio junto a su esposo y el rey. Cenicienta se siente satisfecha porque se ha hecho justicia a su familia, y aunque sus hermanastras recibieron una segunda oportunidad, ella ha aprendido a seguir perdonando, debido a que la vida con el rencor es menos dulce y más dolorosa. Y también a seguir adelante, disfrutando de su vida y del amor que ha encontrado.
Así, Cenicienta vive feliz, con el corazón contento, sabiendo que la justicia ha sido restaurada y que su vida ha tomado un rumbo lleno de amor y paz.
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