Hace una semana que vi la película “Catástrofe Inminente”, ultimo film del director francés Frédéric Jardin. Cinta que presenta una catástrofe que sacudirá al planeta: los polos magnéticos de la Tierra se han invertido. Los océanos han arrasado los continentes, dejando tras de sí un vasto desierto. En este mundo devastado, una familia debe luchar por sobrevivir. La trama es un hibrido entre la ciencia ficción y el sub genero survivor, que cuenta con una familia multicultural (padre alemán y madre francesa) acompañados de sus hijos: Ben (Lucas Ebel) y Cassie (Lisa Delamar). Las caras más reconocidas dentro del proyecto son las de los padres, interpretados por Andreas Pietschmann, actor reconocido por la serie “Dark” (Netflix, 2017), en él papel de Tom, y por Émilie Dequenne, ganadora del premio a mejor actriz en Cannes por “Rossetta” (2019), en el papel de Julia.
Émilie Dequenne compartió en una entrevista los desafíos físicos que enfrentó durante el rodaje de "Catástrofe Inminente", describiéndolo como "su rodaje más físico desde 'La Fille du RER'".
Inicialmente la historia existe dentro de las inmediaciones del bote de la familia. Este limitante físico es un reto técnico a la hora de desempeñar las escenas. La mayoría de tomas dentro del bote son creadas a través de movimiento constante, pocos cortes y planos secuencias de un extremo al otro. En este sentido el trabajo de cámara cumple al mostrarnos la intimidad familiar y su hogar temporal dentro de estas aguas profundas. Desde el principio podemos intuir que este viaje no será tan placentero como nuestros protagonistas esperan. Padre e hijo pasan tiempo de calidad pescando, la joven Cassie escucha música en otro costado del bote, mientras que Julia decide lanzarse al mar. Las aguas empiezan a moverse de forma peculiar, arrastrando a Julia con facilidad y empujándola hacia las profundidades. Esta secuencia ejemplifica una de las muchas dificultades que los personajes vivirán a causa del poco espacio dentro del bote. Las separaciones entre la proa y la popa, sumado a la distancia entre las actividades de los integrantes, darán como resultado un inicio cargado de una tensión semejante a la de un thriller como Anaconda (1997), en donde no sabemos que peligro se oculta dentro de las aguas.

Nuestra protagonista sobrevira a la experiencia, pero el misterio sobre el extraño comportamiento del mar seguirá latente. Es, durante el cumpleaños de Ben, donde tendremos el espacio de mayor honestidad en la pantalla. Considero que el tramo inicial es en donde el guion trabaja mejor en la construcción de sus personajes, como una especie de calma antes de la frenética acción distópica del director Frances. Se intenta crear una conexión con los personajes por medio del dialogo entre ellos, sus bromas privadas y muestras de afecto. El inconveniente es que esta identificación, con sus personalidades, no tarda en ser interrumpida en el momento en que Adam, el novio de Cassie, realiza una videollamada. Es mientras la pareja conversa sobre su próximo encuentro que las cosas empiezan a torcerse, cuando detallamos que una tormenta eléctrica, con luces peculiares, ocurre a espaldas de Adam. En ese instante la señal se corta, el bote empieza a presentar turbulencias y la familia nota que están acompañados de ballenas que cambian su curso. Dicho por Tom: —Se guían por el campo magnético terrestre…A veces las tormentas causan estas anomalías y hace que se dirijan a la costa—. El, raro comportamiento del clima no tardara en afectar el funcionamiento del bote, dejando a la familia varada y pidiendo socorro por los intercomunicadores. Sumado, a los problemas del motor, otro inconveniente se suma a la ecuación: meteoritos que caen del cielo y amenazan con destruir la nave (este uso de plot twist serán frecuentes en la historia)

El camino para esta familia se volverá más empinado, cargado de trampas y de situaciones desafortunadas. Sobreviviendo la noche, a duras penas, nuestros protagonistas despertaran en un mundo irreconocible. La civilización como la conocemos ya no será la misma y lo que se presentaba como un drama marítimo empezará a inclinarse hacia la ciencia ficción. A partir de este punto la película toma inspiración de un fenómeno físico conocido como: “Inversión de polos magnéticos”. Este proceso ha ocurrido en repetidas ocasiones durante la historia de la tierra, y se caracteriza, como su nombre lo indica, por una inversión del polo norte hacia el sur. Los polos magnéticos nos protegen de la radiación solar y cósmica, y durante el proceso de cambio dejarían a la capa de ozono desprotegida de estos rayos espaciales; trayendo consecuencias devastadoras para la vida humana. Este será el fenómeno que llevará a los personajes del océano a un mundo árido, que muestra un lejano parecido a los desiertos de Mad Max Fury Road (2015), pero con mucha menos espectacularidad pese a su colorización de tonos naranjas.

Durante el segundo acto, y hacia el final, el personaje de Julia adquirirá un rol principal y el peso de la historia recaerá en sus acciones. La actuación de Émilie y Andreas serán uno de los valores que podemos salvar de la cinta, ya que, pese a no tener demasiado desarrollo, sobre todo en el caso del padre, logran mostrar su bagaje actoral en los picos dramáticos. No pudiendo decir lo mismo tanto del personaje de Ben, como de Cassie, siendo esta última de una actuación modesta. Pero, en cuanto respecta al pequeño Ben, encontramos una escasez de dialogo y de intervención durante la mayoría de la trama, hasta llegar a un extremo de parecer un extra en una película en donde estos no figuran. La falta de dialogo le sigue a una falta de significado sobre lo que siente o piensa. El personaje va a sufrir durante la historia, pero no lo manifiesta, e incluso por momentos ni siquiera convence al espectador de que lo está sintiendo realmente. Y aunque quisiera pensar que su actitud corresponde hacia un bloqueo emocional, o enfoque de contención, lo cierto es que parece más que hubo poco trabajo desde la dirección. Este último punto nos acerca al principal problema de la película y es que, intentando manejar diferentes enfoques, el director termina no atinándole a ninguno. La película intenta ser un thriller, una aventura de acción, una odisea de ciencia ficción, un mundo distópico y hacia su final mezclarlo todo en un survivor con cangrejos asesinos…Si, leíste bien, el mismísimo despertar de los cangrejos asesinos. La trama, a partir del segundo acto, se asemeja más a un videojuego (de los que nadie vuelve a jugar), en donde vas cumpliendo misiones genéricas, logrando checkpoints y acercándote a la misión final; llegar hacia una capsula submarina con la esperanza de salvar a dos integrantes de la familia, que serían aceptados por el explorador de la nave.

En última instancia la película crea imágenes que buscan impactar, por su relación con el daño ambiental, pilas de desechos tóxicos y plásticos que se encontraban en el mar. Sin embargo, estos elementos no presentan un factor determinante durante la travesía. Los desechos no son un obstáculo, y muchas veces parecen colocados a dedo y esparcidos de forma decorativa alrededor de estos checkpoints en donde los personajes se detienen, ya sea para ocultarse de amenazas que los persiguen o simplemente para descansar. Esto es un factor determinante, porque a pesar de que la película apela a un evento que existe en la vida real, en ningún momento parece verosímil. Esto no solo tiene que ver con la manera que está contada la historia, sino también por como el apartado visual y las locaciones están constituidas, y limitadas a ser espacios genéricos de destrozos, poco impactantes hasta volverse irónicamente plásticos. Esta carencia visual afecta la experiencia de inmersión en la trama, lo que termina repercutiendo en el nivel de compromiso del espectador para con los hechos fantásticos y exagerados de esta catástrofe inminente.
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