El tiempo es un factor fundamental para reflexionar sobre el cine, casi que la inmediatez es el lado oscuro de ello y hace que muchas veces se esgriman afirmaciones talladas en piedra, indestructibles sin importar la virulencia, aún más amplificadas con la distancia. Una película vilipendiada en la década de 1990 fue Streaptease (1996), destrozada antes de ser vista y enterrada en lo profundo cuando los Razzie le dieron casi todos los premios mientras muchos se reían por el simple hecho de que una película tenga un título simple, pero que da vergüenza: “¿cómo le van a poner Streaptease?”, además se decía: “Es la de Demi Moore desnuda”, “Le pagaron 12 millones de dólares”. Casi nadie habló de la obra en sí. Entonces, hablemos.
La novela “Strip Tease” de 1993, fuente de la película, la escribió Carl Hiassen, un autor de novelas en las que se cruzan el policial y la comedia, un autor similar a Elmore Leonard. Nacido en Fort Lauderdale, Hiassen siempre ubica sus historias de crimen en el estado de Florida, de los que suele tomar ese costado exótico por la fauna y flora como así también la mezcla de personajes arquetípicos de la zona y otros vinculados al poder, en una zona de disputa de lo que podría decirse que los primeros son un poco la consecuencia de los segundos. En un punto intermedio se ubican, en general, sus protagonistas que son los verdaderos sufridos por un sistema puesto en marcha silenciosamente y sin freno. Erin Grant (Demi Moore) es una mujer atravesada por diferentes tipos de poderes que afectan lo principal en su vida: su pequeña hija, de la cual perdió su custodia a manos de un juez para nada imparcial que le dio la patria potestad al padre, un “redneck” hecho y derecho (Robert Patrick). Como parte de un engranaje aceitado que es la industria judicial en Estados Unidos, Erin necesita dinero para apelar el fallo y recuperar la tenencia. Su única opción, dentro del universo de la novela y de la película, es trabajar como “bailarina exótica” en un antro llamado “Eager Beaver”.

De la misma manera en que Anora (2024) -y muchas otras películas también, por cierto- planteaba de manera inteligente que los peligros para la trabajadora no estaban en su lugar de desempeño de tareas, en Streaptease tampoco hay una amenaza ahí dentro para Erin. No cabe dudas que el ambiente es el menos grato para una mujer que exhibe su cuerpo, todas las noches hay grupos de hombres que festejan una despedida de soltero, hay habitués y hasta algún público casual, pero ávido de participar de la experiencia de ver a una mujer bailar sin nada puesto. Como se señaló, el exmarido de Erin es un enemigo directo y un villano ridículo a la vez, especialmente porque utiliza a su pequeña hija para robar sillas de rueda de hospitales, de ahí su mayor interés para pedir la custodia en un tribunal. Como si fuera poco para el infierno de vida que lleva esta joven todavía faltan los personajes más siniestros con los que se va a topar. En primer lugar, y aquí es necesario hacer una digresión pertinente, está el congresista David Lane Dilbeck en la piel del mejor Burt Reynolds como el personaje encargado de prender el ventilador del conflicto de la historia.
Mientras Erin ya vive en un infierno por la pérdida de la patria potestad, sumado a trabajar en un antro donde le pagan por bailar desnuda, lo que sigue se eleva a un nivel de situación extraordinaria. El congresista Dilbeck es un habitué del “Eager Beaver” de manera incógnita hasta que en una noche revela su presencia allí cuando interviene para separar a un hombre pasado de euforia que subió al escenario donde estaba Erin haciendo su número. Tal situación quedó documentada en una foto que podría circular y perjudicar la reputación de este político, la cual está siempre al límite más allá del hecho puntual. El torbellino en el que todos los puntos del mal se cruzan se lleva puesta a Erin, debido a una necesidad por lograr su único objetivo de recuperar a su hija tiene que entrar en este juego de política, patriarcado y personajes viles. Todos ellos coinciden en la pretensión de poseerla, el único hombre con intenciones nobles hacia ella es DJ (otro parroquiano), aunque más allá de su perfil de fan de Erin, tiene un celofán poco atractivo y dudoso en una primera lectura, probablemente porque es otro hombre dentro del enjambre que la persigue.

Si superamos la dimensión de la trama, la distancia temporal colabora para elaborar ciertas consideraciones acerca de ciertos temas que rodean a la película. En Estados Unidos, el cabaret es un espacio de recreación masculina muy frecuente, al punto que en sus representaciones audiovisuales aparece de diferentes maneras y es un lugar de recurrencia, el público de esos lugares está asociado a un espectro social y en Streaptease, se ve todo un crisol de personajes. Las discusiones sobre la cosificación, el abolicionismo y la regularización de las trabajadoras, y otra serie de miradas frescas podrían posarse en esta película para intentar señalar todos los males posibles condensados. No hay dudas de un direccionamiento obligatorio hacia un infierno masculino para la pobre de Erin, como así también de sus compañeras, aunque están poco desarrolladas y solo ofician de personajes asistentes, en el mejor de los casos. Que Andrew Bergman haya tirado una tintura de comedia, sobre esta historia de terror para una mujer en su periplo por reencontrarse con su hija, permite que la película transcurra dentro de un tono humorístico le da una impronta de autoconciencia, especialmente ilustrado en los dos personajes villanos: el ex marido redneck y el congresista.
Hay un pasado interesante de Bergman, que se remonta muy atrás y más allá de Streaptease, el debut lo hizo de la mejor manera en Locuras en el Oeste (Blazing Sadles, 1974) bajo la dirección de Mel Brooks. Fue uno de los tantos guionistas, pero figura en los créditos como el creador de la premisa, lo cual le otorga un mérito. Unos años más tarde escribió para Arthur Hiller la comedia No disparen, soy dentista (The In-Laws, 1979) en la cual Peter Falk y Alan Arkin eran dos consuegros enrollados en una serie de situaciones disparatadas, dentro de una típica comedia de enredos de dos que se odian y que necesitan de cada uno para resolver un enredo elevado a un sinsentido absoluto, siempre en un tono humorístico. Más tarde traspasó a la dirección con So Fine (1981), pero recién ocho años después volvió con Big Trouble (1989) para Columbia Pictures, en lo que fue una producción recargada de problemas, primero por una amenaza de acción legal por parte de Universal que acusó al otro estudio de realizar una remake de Pacto de sangre (Double Indemnity, 1944) de Billy Wilder. Luego por la renuncia del propio Bergman unas semanas antes de finalizar el rodaje, el cual terminó John Cassavetes a pedido de su amigo Peter Falk, el protagonista de la película. En 1990 regresó a la dirección completa con Un novato en la mafia (The Freshman, 1990), una parodia de El padrino (The Godfather, 1972) con el propio Marlon Brando caracterizado como su personaje de Vito Corleone, aunque con otro nombre. Un par de años más tarde hizo la divertidísima Luna de miel para tres (Honeymoon en Las Vegas, 1994), nuevamente con otra relectura de una película, en este caso de la reciente en ese momento Propuesta indecente (Indecent Proposal, 1993), de todos modos, podría decirse que se trató de una mera coincidencia por la corta distancia entre ambas películas. Desde la actualidad poner una al lado de la otra permite pensar en como de una premisa pueden nacer dos películas diferentes por su abordaje, lectura y reflexiones sobre una idea. Un joven hombre pierde una apuesta importante en un casino de Las Vegas contra un experimentado jugador, quien le pide a cambio de saldar la deuda pasar un fin de semana con su prometida, idea que ella acepta. Otra vez, una comedia de disparates y no de cuestionamientos morales. Después llegó Streaptease, semejante ambición que salió mal en la taquilla y en la crítica terminó por hundir la carrera de Bergman. Lo interesante de la cinefilia es que nos ofrece la chance de revolver y viajar en el pasado para confirmar, descubrir o resignificar.



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