Liz, en un viaje de descubrimiento y sanación, se abrió a una nueva experiencia. Al final, al amar sin miedo, atravesó un proceso de crecimiento personal donde comer, rezar y amar son la clave.
Atravesó el perdón, el dolor, el momento de introspección. Al darse la opotunidad de amar a Felipe, juntos se abrieron al amor. Sin embargo, el camino hacia el amor no es un final feliz, sino un comienzo diario. Es una elección; cuando nos permitimos amar al otro, amamos su lado oscuro y su lado de luz. Ella no perdió su esencia mientras se daba la oportunidad de ser amada, y amar era algo nuevo de experimentar.
Luego, las cosas se tornaron más serias. Le encantaba la vida al lado de Felipe, pero los seres humanos vivimos en un estado de metamorfosis todo el tiempo, y aunque deseemos descanso y el final feliz, estamos diseñados para el movimiento. Felipe la apoyó mientras ella descubría qué podría hacer, cómo podría encontrar ese equilibrio con ella misma y con él. Él respetaba sus espacios, pero esos espacios eran de él también, ya que ella había dejado todo atrás. Así que inició el proceso de reconstruir desde cero, con una nueva versión de ella, pero también con un nuevo amor. Al principio era fácil plantearse amar sin expectativas, pero cuando se trata de pareja, es necesario saber la dirección. Experimentaron cosas nuevas: meditación, yoga, salir de sus zonas de confort. Era como una niña emocionada, conociendo un nuevo lugar. Estaba conociendo cosas nuevas de ella y de su pareja, cosas que le molestaban y otras que le encantaban. Comer, rezar y amar a veces no es fácil, especialmente en los suburbios de la ciudad. Ya se habían acabado las vacaciones y, en un abrir y cerrar de ojos, Liz se enfrenta a una nueva realidad. Se quedaba en la casa de Felipe porque las vacaciones fueron tan excitantes que no querían separarse. Ella buscaba inspiración, ya que deseaba publicar un libro donde hablara de todo este maravilloso viaje de descubrimiento. Escribía con mucha pasión, amaba hacerlo.
Pasaron cinco meses. El enamoramiento ya se va desvaneciendo, y los problemas de pareja empiezan a aparecer. Es maravilloso comer, rezar y amar, pero el amar es una elección diaria. Amar es construirnos, ser compañeros de vida, vernos con compasión, sanarnos heridos, disfrutarnos y aceptarnos. Amar no es no hacernos daño, es no intentarlo. Es trascender. El amor no es perfecto; tiene subidas y bajadas, risas y llantos.
Lo que Liz tenía que aprender era amarse a sí misma para poder amar a él. El autoconocimiento es el primer paso. No es el final, es el comienzo. Comienza a conocer diferentes formas de verse y a reconocerse. Cuando me reconozco y me amo, puedo amar al otro.
Es fácil decir "te amo" cuando estamos enseñados a huir, pero quedarse y construir es algo de valientes. Cada discusión los llevó a una transformación, a respetarse un poco más. Cada dificultad los unió y los ayudó a verse con compasión, a apoyarse. Liz había tenido algunas parejas que le enseñaron a poner límites y a decir adiós, pero la relación con Felipe le iba a enseñar a elegirlo, a elegirse a diario, a construir, a conectar con ella y con él, a trascender miedos, juntos, con madurez y con libertad.
Juntos aprendieron a reconocerse el uno al otro, abrazando sus vulnerabilidades, sus emociones bajas y altas, siendo cómplices, re conectando con sus niños interiores, amándose, eligiéndose a diario, trabajando en equipo y construyendo un mejor mañana para ambos.
Somos lo que elegimos ser. Cada día elegimos a quien amar. Cada día, ellos se elegían, y aun en esos días de oscuridad un poco de luz juntos transcendían .
Y aunque vivían el presente, se cuidaban mutuamente como si fuera el ultimo día para seguirse eligiendo un futuro juntos un día a la vez .
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