Okinawa en las películas: Ryūkyū, los suicidios masivos, el ejército de EE. UU. y Shamisen (parte uno)

Hace unas semanas, pasé diez días recorriendo Okinawa y las islas Ryūkyū, que forman parte de esta prefectura. Aunque no asistí a ningún festival de cine ni visité ninguna sala, durante mi viaje volví a sentir la extraña satisfacción de descubrir películas desconocidas pero sorprendentes. A través de estas películas, que abarcan diferentes períodos históricos de este archipiélago del Pacífico, conocí aún más acerca del reino de Ryūkyū (antiguo nombre de Okinawa), la batalla de Okinawa al final de la Segunda Guerra Mundial, la época en la que las islas Ryūkyū estuvieron bajo la administración estadounidense, y la cultura local contemporánea.

La topografía y batimetría del arco de Ryūkyū

Lo interesante es que este viaje significativo fue impulsado por un festival de cine al que finalmente decidí no asistir.

En mi artículo anterior, “Más allá del aula: el fascinante trabajo de los investigadores japoneses de cine”, mencioné a mi antigua compañera de universidad, Ma Ran, quien ahora es profesora de cine en la Universidad de Nagoya. Originalmente, Okinawa no era uno de los destinos de mi largo viaje por Japón, pero cuando ella me invitó al Festival Internacional de Cine Pan-Pacífico de Okinawa, lo consideré brevemente. Sin embargo, tentado por los paisajes nevados del norte de Japón, preferí ir a esquiar en lugar de asistir al festival. Aun así, terminé modificando mi itinerario final: en vez de viajar al mar interior de Seto, fui a Okinawa y a las Islas Ryūkyū. La oportunidad de explorar una región completamente desconocida para mí, pasando del paisaje de las montañas nevadas al océano y del esquí al buceo, resultó ser demasiado tentadora como para rechazarla.

Mientras me hospedaba en la casa de Ma en Nagoya, tuve la oportunidad de ver parte de la película de apertura del festival, Ocean Elegy: The Tragedies of Mudan and Ryukyu, un drama documental que ella había conseguido de un director taiwanés. La película narra un hecho histórico que desconocía por completo:

En 1871, un barco con 69 ryūkyūenses zarpó desde la isla Miyako hasta Shuri, la isla principal de Okinawa, para pagar un tributo anual. Sin embargo, quedaron atrapados en una tormenta y el barco se desvió hacia el sur de Taiwán, donde desembarcó en una comunidad indígena paiwan. Trágicamente, asesinaron a la mayoría de los ryūkyūenses. Este hecho se usó como pretexto para la invasión de Taiwán por parte de Japón en 1874, durante la cual Japón también anexó formalmente el reino de Ryūkyū, alterando de forma significativa el panorama geopolítico de Asia Oriental.

El reino de Ryūkyū fue un antiguo estado situado entre Taiwán y Kyūshū. Desde principios del siglo XVII, solía pagarle tributo tanto a las dinastías chinas Ming y Qing como al shogunato japonés de Edo. Este acuerdo continuó hasta 1876, cuando Ryūkyū se vio obligado a romper los lazos diplomáticos con la dinastía Qing y fue absorbido administrativamente por Japón. Luego de la derrota de China en la primera guerra sino-japonesa de 1985, la anexión de Ryūkyū por parte de Japón quedó sellada de forma irrevocable. El documental utiliza representaciones dramatizadas para relatar esta elegía trágica. Sin embargo, para el pueblo ryūkyūense, esas largas y crueles tragedias apenas comenzaban.

Escena de Ocean Elegy: The Tragedies of Mudan and Ryukyu

A la mañana siguiente de llegar a Naha, la capital de Okinawa, tomé un ferry a Tokashiki, una de las islas periféricas. No muy al norte de su puerto, en una ladera con vista panorámica, se erige un monumento de jade blanco que honra a los caídos en la guerra. Más arriba, en el borde del acantilado, se encuentra el lugar donde los isleños se suicidaron en masa. Fue durante la noche entre el 27 y el 28 de marzo de 1945, justo antes o poco después de que las fuerzas estadounidenses desembarcaran. El comandante militar japonés reunió a 380 residentes de Tokashiki en dos puntos específicos y emitió una directiva de suicidio: independientemente del género, la edad o la nacionalidad, les ordenó luchar junto al ejército, nunca rendirse al enemigo, defenderse con granadas hasta el último momento y sacrificarse con honor y dignidad.

De regreso en la isla de Okinawa, visité el Parque Conmemorativo de la Paz, ubicado al sur. En un rincón del museo meticulosamente curado y bien documentado, me encontré con el testimonio de una de las sobrevivientes de los suicidios masivos de Tokashiki, donde solo 50 de las 380 personas sobrevivieron.

Nahe, que tenía 16 en ese entonces, huyó a las montañas con sus dos hijos pequeños:

A pesar de que la fuerte lluvia nos retrasaba, pensar en los demoníacos soldados estadounidenses saltando de sus enormes buques de guerra para masacrar a los hombres y violar a las mujeres nos hizo correr como locos. Subimos desesperadamente hacia la cima de la montaña. El líder del pueblo gritó “Larga vida a Su Majestad” y dirigió la canción del “Kimigayo” (el himno nacional de Japón) como nuestro último adiós. Cuando terminamos de cantar, comenzó el suicidio colectivo. Los cuerpos de defensa me entregaron una granada, pero por mucho que lo intentaba, no podía detonarla. Un joven desarmó su granada, extrajo el polvo explosivo que contenía y lo repartió entre todos para que lo tragaran. Pensé que, si la pólvora podía matar a tantas personas, también debía ser un veneno mortal. Pero no sucedió nada. Si mi esposo, que había ido a la guerra, hubiese estado allí, probablemente me hubiese ayudado a “morir con honor”. Miré a mi alrededor en busca de alguien que pudiera matarme a mí y a mis hijos. De pronto, sentí un fuerte golpe en mi cabeza, como si me hubieran golpeado con una azada y todo se volvió oscuro. Cuando volví a abrir los ojos, mis dos hijos ya estaban muertos a mi lado. Conteniendo las lágrimas, los cubrí con mi abrigo.

Afuera de la sala conmemorativa, hay una amplia pendiente cubierta de césped, llena de tumbas cuadradas dispuestas de forma ordenada. En un pilar central de piedra se registra el número de fallecidos en la batalla de Okinawa: de los 242.046 muertos, 149.634 eran residentes de Okinawa, 77.823 eran japoneses no originarios de Okinawa y 14.589 eran extranjeros.

Número de muertos de la batalla de Okinawa

Como la última gran batalla de la guerra del Pacífico, la batalla de Okinawa, que duró 82 días, también fue el enfrentamiento más sangriento que las fuerzas militares estadounidenses vivieron.

No muy lejos del Parque Conmemorativo de la Paz se encuentra la Torre Conmemorativa de Himeyuri. Aunque no es muy alta, está dedicada al Cuerpo de Estudiantes Himeyuri, mujeres que murieron durante la batalla. Las 240 estudiantes y maestras provenían de dos prestigiosas escuelas para mujeres: la escuela secundaria de la prefectura de Okinawa (llamada Otohime, que significa “princesas”), y la escuela normal para mujeres de Okinawa (llamada Shirayuri, que significa “lirios blancos”). Fueron reclutadas como enfermeras para el hospital de campaña del ejército, pero en los últimos días de la batalla, muchas de ellas tuvieron el mismo final que los isleños de Tokashiki y otras regiones: fueron engañadas o coaccionadas por el ejército militar japonés para suicidarse con granadas.

Había oído hablar de la película Himeyuri no tô, pero nunca la había visto. Una rápida búsqueda en internet reveló que existen al menos seis películas con el mismo título. De todas formas, solo pude encontrar la primera versión de 1953, producida por Toei y dirigida por Tadashi Imai. Esta película en blanco y negro sigue una típica estructura en tres actos.

Las escenas del alistamiento están llenas de una energía juvenil y de risas, retratando la vida vibrante de las mujeres. A medida que las fuerzas estadounidenses avanzan de norte a sur, el hospital de campaña se desplaza varias veces, buscando refugio en cuevas, lo que resalta el compañerismo y el apoyo mutuo entre las muchachas y sus maestras. Al final, sin lugar dónde esconderse, los informes diarios del ejército se engañan a sí mismos, proclamando victorias para Japón, mientras que las expresiones cada vez más vacías de las jóvenes y sus cuerpos destrozados sirven como una crítica silenciosa a la absurdidad del militarismo.

Escena de Himeyuri no Tō

Puntos de luz

Ilumina y aumenta su visibilidad — ¡sé el primero!

Comentarios 13
Tendencias
Novedades
comments

¡Comparte lo que piensas!

Sé la primera persona en comenzar una conversación.

14
13
0
3