El director de La gran belleza y Youth regresa con una nueva película en la que explora la belleza, la sensualidad y la decadencia a través de Parthenope, una joven que crece en Nápoles, la cual seguimos su vida desde la adolescencia hasta la adultez, en un mundo que la elogia por su inteligencia, pero aún más por su apariencia.

Celeste Dalla Porta, protagonista de la película, ofrece una actuación que trasciende a su personaje, convirtiéndose en la representación de un ideal y de la mitología de las sirenas. Encarnando una belleza cautivadora, su presencia trae consigo consecuencias tanto en su familia como en su vida personal. Parthenope hipnotiza con su encanto y sensualidad, al igual que las sirenas, un elemento que Sorrentino utiliza para hacerla oscilar entre ser tomada en serio o sucumbir al hechizo natural que emana de ella. Y creo que este es el mayor logro del filme: la manera en que, desde lo estético, Sorrentino encapsula a Parthenope en un mundo italiano idílico, haciendo que la película se sienta como una combinación entre lo onírico y lo natural. Su protagonista está en un constante cuestionamiento sobre quién es y cómo la perciben los demás. Esto se complementa con el increíble trabajo de la directora de fotografía, Daria D'Antonio, cuyos planos dotan a este universo de una cualidad pulida, limpia e imaginaria, reforzando el tema central del filme y estableciendo una conexión más profunda con su protagonista.

Otro aspecto destacado de la película es la representación de Nápoles. Siendo la ciudad natal de Sorrentino, su visión se impregna de una profunda nostalgia, llena de simbolismos que se extienden incluso hasta el final de la cinta. Sorrentino busca que su ciudad refleje a su protagonista: sensual, pero marcada por cicatrices y capas de complejidad. Así, logra construir un universo idílico y elitista, donde la belleza y la decadencia coexisten en un solo lugar.
Sin embargo, ese mundo idílico y elitista también puede generar cierta desconexión en varios momentos de la película, al punto de rozar lo pretencioso. Al retratar una belleza tan onírica que termina convirtiéndose en la representación de un ideal, uno como espectador puede tener dificultades para conectar con los conflictos de la protagonista, que giran principalmente en torno a su apariencia y la percepción que los demás tienen de ella. Esto provoca que algunas secuencias resulten excesivamente contemplativas o, en algunos casos, incluso aburridas. Sus problemas no trascienden más allá de su personalidad y físico, ya que siempre se nos presenta como una joven sin dificultades mayores fuera de lo existencial. Esto puede hacer que algunos espectadores se sientan distantes de la fantasía que Sorrentino busca construir.
Con Parthenope, Sorrentino ha creado una película que retrata la belleza y la sensualidad a través de una mezcla glamurosa de nostalgia italiana, donde la apariencia se mantiene como el motor constante del conflicto. A través de imágenes deslumbrantes y actuaciones evocadoras, el director nos presenta una Nápoles poblada por personajes atrapados en su propia tentación. Sin embargo, estos elementos pueden no encajar del todo para ciertas audiencias, que podrían percibir la película como pretenciosa o aburrida, desconectándose así de la fantasía idílica que Sorrentino presenta.
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