Me desperté con un sobresalto, el sonido de metal chocando contra metal resonando en mis oídos. Parpadeé, confundido, esperando ver el techo de mi pequeño apartamento, pero en su lugar, un cielo gris y caótico se extendía sobre mí. Olía a sangre, pólvora y… ¿palomitas de maíz? Me senté de golpe, y fue entonces cuando lo vi: Deadpool, con su traje rojo y negro, lanzando una katana hacia Wolverine, quien gruñía mientras sus garras cortaban el aire. Estaba dentro de "Deadpool vs. Wolverine". No era un sueño. Era real.

Soy Licano, un cinefilo latino de mas de 30 años, y de alguna manera, mi vida había dado un giro imposible. Al principio, pensé que era una alucinación por trasnochar escribiendo, pero el dolor de un escombro que me rozó el brazo me confirmó lo contrario. Me levanté, tambaleante, y Deadpool me vio. “Oye, ¿tú quién eres? ¿Extra de utilería o fanboy perdido?” gritó, esquivando un zarpazo de Logan. “¡Licano, soy Licano!” balbuceé, y él soltó una carcajada. “¡Perfecto, lobito! Quédate ahí y no te mueras, ¿sí? Esto se va a poner feo.”

La vida aquí es un torbellino. No hay guion que seguir, solo caos puro. Deadpool me adoptó como su “asistente narrativo”, porque, según él, “un tipo con cara de latin lover le da clase a esta locura”. Wolverine, por otro lado, me gruñe cada vez que me acerco, pero una vez lo vi mirándome con algo parecido a curiosidad mientras afilaba sus garras en una roca. Conocí a otros: Vanessa la novia de Wade, que me ofreció una cerveza y me preguntó si sabía bailar salsa (le dije que sí, aunque soy un desastre), y una chica Negasonic, quien me llamó “el tipo raro con acento” antes de ignorarme por completo.

Mi día a día es surrealista. Ayudo a Deadpool a planear estrategias absurdas, como usar un camión de tacos como distracción (funcionó, por cierto), mientras esquivo los arranques de furia de Logan. Vivo en un rincón del set destruido, una especie de refugio improvisado entre escombros, donde escribo en un cuaderno que encontré. La adrenalina me mantiene despierto, pero extraño la comida y el calor de mi tierra. Aquí todo es frío, violento y ruidoso.

Tomé decisiones que nunca imaginé. Una vez, Deadpool me dio a elegir: quedarme atrás o lanzarme con él a un portal que prometía “acción épica”. Elegí el portal, y terminé enfrentando a un grupo de ninjas con un bate que robé de un cadáver. No soy héroe, pero algo en mí se encendió. Otra vez, medité si advertir a Logan sobre una emboscada. Lo hice, y aunque me gruñó un “no necesito tu ayuda, idiota”, luego me dejó un pedazo de su cigarro como agradecimiento.

Vivir aquí me cambió. Entre el sarcasmo de Wade y la rudeza de Logan, encontré mi propia voz. No sé cómo salí de mi mundo ni cómo volveré, pero por ahora, soy parte de esta locura. Y, por el hijo de la gran fruta, no está tan mal.
Ver respuestas 0