Aquiles: Un héroe contado como un hombre

Aquiles: Un héroe contado como un hombre

Que refleja mucho la realidad de muchos de nosotros! Todos nacimos con un destino marcado!

Y estamos dispuesto a cumplirlo al costo que sea!

un niño que nació con un destino marcado por los dioses. No era cualquier niño. Su madre era una diosa del mar, Tetis, y su padre, un rey humano, Peleo. Desde que llegó al mundo, su vida fue diferente. Su madre, queriendo protegerlo de todo mal, lo sumergió en un río mágico llamado Estigia. Casi logró hacerlo invulnerable, excepto por un pequeño detalle: lo sostenía por el talón, y ese lugar jamás tocó el agua. Así, sin querer, le dejó un punto débil. Todos lo tenemos, ¿no?

Lo crió un sabio centauro llamado Quirón, algo así como el abuelo que todos quisiéramos tener: fuerte, sabio, paciente. Le enseñó a pelear, a curar heridas y hasta a tocar la lira. Era un niño brillante, pero cargaba una profecía: viviría una vida corta y gloriosa, o una larga y tranquila. Y como muchos jóvenes llenos de fuego en el alma, eligió la primera. Prefería ser leyenda a ser olvido.

Cuando estalló la guerra más famosa de todas, la de Troya, Aquiles se sumó. Era el mejor de todos, el que nunca perdía, el que todos miraban cuando llegaba. Pero no era perfecto. Tenía un orgullo grande como su espada. Cuando Agamenón, el jefe de los griegos, le faltó el respeto, Aquiles se retiró del campo de batalla. Su ausencia fue una herida para los suyos.

Entonces su amigo, su hermano de alma, Patroclo, intentó reemplazarlo. Se puso su armadura y salió a luchar… pero no regresó. Héctor, el príncipe troyano, lo mató. Y ahí, Aquiles cambió. La gloria ya no importaba. Solo quería justicia. O venganza.

Regresó a la guerra con una furia que asustaba a todos. Encontró a Héctor, lo enfrentó y lo venció. Pero no le bastó. Arrastró su cuerpo como si quisiera que el mundo sintiera su dolor. Y cuando, finalmente, el padre de Héctor le pidió el cuerpo de su hijo, Aquiles comprendió algo: que todos sufrimos, incluso los enemigos. Entregó el cuerpo y lloró en silencio.

Poco después, un disparo certero terminó con su vida. No fue en el pecho ni en la cabeza. Fue en ese talón, su único punto débil. Como si el destino le recordara que, por mucho que lo intentes, siempre hay una parte de ti que puede quebrarse.

Aquiles fue un héroe, sí, pero también fue un hombre. Amó, sufrió, se equivocó. Y quizás eso sea lo que lo hace tan eterno. No por sus hazañas, sino porque en su historia podemos ver la nuestra: la lucha entre lo que somos y lo que queremos ser; entre la gloria y el amor; entre el orgullo y el perdón.

Hoy su nombre vive en libros, películas y canciones. Pero más allá de eso, Aquiles sigue vivo cada vez que alguien se atreve a soñar en grande, aun sabiendo que hay un “talón” en todos nosotros.

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