La película estaba en pausa, frente a nosotros Harry Potter en la última etapa del Torneo de los Tres Magos: el laberinto. Entre mi novia y yo discutíamos, pues, ella decía ser de Slytherin, en cambio yo de Gryffindor.

“No todos los de Slytherin son malos” era su punto. Y en ese caso, tenía razón.
Sin embargo, la casa de Harry siempre iba a ser mi casa. Desde pequeño que quería pasear por los pasillos de Hogwarts y que el sombrero seleccionador me pusiera en la casa que más deseo. Luego de la discusión, ella prefirió irse a dormir antes que seguir viendo. En broma me dijo:
-No quiero ver una película con un sangre sucia.
Continúe viendo, pero el sueño me iba ganando poco a poco.
De repente, un ruido me levantó de un tirón. Frente mío no había un televisor, sino una chimenea que chispeaba un cálido fuego. Me encontraba en el suelo, no sabía como había llegado ahí. Sentía náuseas, mi cabeza palpitaba. Comencé a levantarme de a poco, y cuando vi mis manos casi pego un grito. Eran diferentes, con dedos largos y huesudos, además, en la derecha tenía una varita.
-¡Mi señor! ¿Qué le sucede? ¿Se encuentra bien? -No estaba sólo en la habitación, por un segundo creí que era mi novia, pero cuando di vuelta me topé con un cabello negro todo alborotado y un pálido rostro. Su mirada penetrante me estremeció al instante.
-¡Bellatrix Lestrange! -Grité.

-¡Si mi amo! ¡Soy yo! - dijo mientras me ayudaba a levantarme - Vamos, mi señor ¡Ya es hora! - estaba conmocionada, su rostro parecía emanar una gran felicidad.
Bellatrix me guiaba hacia la otra habitación. La seguía intuitivamente, sentía como si mis pasos no los diera yo, como si estuviera en una especie de transe. Al cruzar la puerta, se encontraba un hombre de estatura pequeña temblando de miedo, de su labio salía un hilo de sangre. Al mirarme, sonrió pero su cuerpo aún emanaba miedo.
-¡Dile lo que me contaste Pettigrew! -Dijo la bruja apuntándolo con la varita.
Verlo en persona daba un poco más de lástima que verlo en pantalla, trataba de hablar pero sus labios temblaban de miedo. De pronto, una serpiente pasó por mis piernas y se dirigió directo hacia Peter.
-¡Se lo ruego, señor! ¡Tenga piedad! -Me dijo Peter mirándome a los ojos.
-¡Habla ahora! -Grité, pero no era mi voz, sino una voz más fría y susurrante.
-¡Son los Potter señor! ¡La casa está sin protección!
Entonces comprendí que me encontraba en ese 31 de Octubre de 1981. Y no estaba del lado que me hubiera gustado.
-¡Mi señor! ¡Tiene que ser esta noche! -anunció Lestrange.
De pronto, mi cuerpo sintió como si pasara por un tubo de goma muy estrecho y en un instante me encontraba frente a una hermosa casa que parecía sacada de una tarjeta navideña.

Las luces estaban prendidas, adentro se veía a un padre junto a su hijo, no debía de tener más de dos años. El niño volaba por la casa en una pequeña escoba de juguete. De pronto, la madre llega y toma al niño por los hombros. No podía escuchar lo que decían, pero seguro que la madre se lo llevaba a su cuna.
Noté que ambos padres no llevaban sus varitas en mano.
“Es ahora” dijo una espeluznante voz en mi cabeza. Y por más esfuerzo que hiciera, mi cuerpo se movía sólo.
“Alohomora” - dije, y la puerta de la casa se abrió lentamente emitiendo un pequeño crujido. El hombre que jugaba con su hijo se acercó a ver que había sido ese ruido. Era alto y flaco con un cabello despeinado y unos anteojos redondos.
“No lo hagas, no por favor" Pensaba por dentro, pero mi cuerpo era manejado por una fuerza mucho mayor a la mía. Ya sabía lo que se venía y no quería ser partícipe de ello. Apenas me vio el hombre gritó algo, no supe entender que dijo. Intenté soltar la varita y correr pero mi cuerpo no reaccionaba.
-¡Avada Kedavra! -El cuerpo de James Potter cayó al suelo abatido, en un segundo.
Tenía un nudo en la garganta y una inmensa furia, necesitaba que parase, tensaba cada músculo de mi cuerpo pero aún así seguía moviéndome con total naturalidad.
-¡James! ¡James! ¿Qué ha pasado? - Decía Lily desde la habitación de arriba.
Los gritos de la mujer parecían llamarme, aunque yo me resistía. No quería seguir, intentaba gritar pero no había caso. Cuando llegué me encontré con una mujer de cabello rojizo, sus intensos ojos verdes se abrieron de par en par cuando me vieron.

-¡No! ¡No por favor no! -En su rostro se veía un miedo profundo, que jamás había visto.
-¡Quítate! -dije con esa espeluznante voz que parecía de serpiente. Pero la mujer no se quitaba del medio.
-¡Matame a mi! ¡Pero no le hagas daño a mi niño!
Mi brazo alzo la varita y ¡pum! El rayo de luz verde le dió en el pecho a Lily y se desvaneció a un costado.
"¡NOOOO!" - grité por dentro, tenía que hacer algo, impedir que siguiera con esto.
El bebé sollozaba, cuando me acerqué a él paró de llorar y se quedó tieso mirándome, no se cómo explicarlo pero siento que de alguna forma sabía lo que sucedía. Parecía imposible, era tan sólo un niño de dos años. Mi brazo volvía a levantarse y apuntaba a la cabeza del niño.

“No por favor, no hagas esto”. La varita temblaba en esas huesudas manos.
De repente, sentí como una luz blanca me cegaba por completo, mi cuerpo se esfumaba como si un fuego lo hubiera hecho cenizas en un instante y me levanté de un grito.
-¡Amor! ¡Amor! ¿Estás bien?
Frente a mi, la pantalla del televisor mostraba los créditos. Mi respiración era agitada y tanto mi frente como mi cuerpo estaban empapados pero de un sudor frío.
-Amor… creo que acabo de salvar a Harry Potter.


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