Soy Bob Esponja...

Hace un tiempo me di cuenta de algo raro. O no tan raro, en realidad. Simplemente, lo acepté: soy Bob Esponja. No literalmente, claro. No vivo en una piña debajo del mar ni trabajo friendo hamburguesas, pero hay algo en su forma de ser que me representa más de lo que me gustaría admitir… y, al mismo tiempo, me encanta.

Desde siempre he tenido esa energía que parece no agotarse. Hay gente que me dice que soy "demasiado", que no paro nunca, que todo lo vivo con demasiada intensidad. Y sí, puede ser. Pero es que, como Bob, encuentro entusiasmo en cosas chiquitas: un plan simple, una idea tonta, una conversación inesperada. No necesito grandes eventos para sentir que el día vale la pena. A veces con que salga el sol ya estoy del otro lado.

Otra cosa que comparto con él es esa especie de inocencia que mucha gente confunde con ingenuidad. Y no me molesta. Bob no tiene miedo de parecer ridículo. Se ríe fuerte, canta mientras limpia, se emociona por cazar medusas. Yo también tengo mis rarezas, mis momentos “ridículos”, y aprendí a no esconderlos. Me hace bien disfrutar sin filtro, sin pensar tanto en el qué dirán. A fin de cuentas, la vida no necesita ser tan seria todo el tiempo.

Pero donde más me identifico con él es en cómo se relaciona con los demás. Bob es un amigo de verdad. A veces demasiado. Siempre está ahí, incluso cuando no lo buscan o cuando lo tratan mal, como Calamardo. Y, sinceramente, yo soy un poco así. Cuando quiero a alguien, lo quiero con fuerza. Me gusta estar, ayudar, escuchar. Incluso cuando la otra persona no responde igual. Porque para mí la amistad no es una transacción: es estar, sin condiciones.

También tengo algo del caos creativo de Bob. No soy la persona más organizada del mundo, ni la más lógica. Pero a mi manera, siempre encuentro una forma. Invento, pruebo, me equivoco, corrijo. Mis soluciones pueden parecer extrañas, pero suelen funcionar. Me gusta pensar fuera de lo normal, aunque a veces eso signifique hacer el ridículo antes de acertar.

Y hay una parte de Bob que me toca especialmente: su forma de ver a los demás. Él nunca deja de intentar conectar con Calamardo, aunque lo rechace una y otra vez. Y yo… bueno, también soy de insistir. Me cuesta dar por perdida a la gente. Siempre pienso que todos tienen algo bueno, aunque a veces esté bien escondido. Me gusta creer en las personas, aunque el mundo me diga que no sea tan confiado.

Claro que ser así no siempre es fácil. Hay quienes piensan que todo esto es una forma de inmadurez, que debería “bajar un cambio”, ser más serio, más “realista”. Pero ¿sabés qué? Prefiero ser como Bob. Prefiero vivir con ganas, con ternura, con entusiasmo. Prefiero arriesgarme a parecer ingenuo antes que perder la capacidad de sorprenderme.

Así que sí, soy Bob Esponja. Y no me da vergüenza decirlo. Porque en un mundo donde muchos viven a medias, tratando de encajar o de no sentirse fuera de lugar, yo elijo ser completamente yo. Como él. Aunque eso implique ser raro, escandaloso, intenso o demasiado emocional. Porque ser así, para mí, no es una falla. Es una forma de vivir con el corazón bien despierto.

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