Esta semana pude ver por tercera vez en una sala de cine la que, para muchos (yo incluido), es la mejor película del cineasta canadiense David Cronenberg. Videodrome (1983) fue la película más audaz y la que asentaría las bases de lo que pasó a denominarse como “la nueva carne”; hay muchos ensayos dedicados a ello, recomendando el recientemente publicado por mi querido amigo Oriol Alonso Cano: David Cronenberg, infecciones y mutaciones narrativas.
Y es que pocos directores han estado más adelantados a su tiempo como lo ha estado Cronenberg, y de ahí que su obra se sienta tremendamente vigente al hablar directamente de las problemáticas que estamos sufriendo hoy en día como sociedad, pero adelantándose treinta años a ello.
Tráiler de Videodrome (1983), de David Cronenberg
Decía Cronenberg que Videodrome (1983) nació fruto de sus vivencias infantiles con la televisión en Canadá, en las que, de vez en cuando, sintonizaba extraños canales por satélite. La tremenda impresión que le causaron esos primeros contactos con la televisión hizo que, a posteriori, se interesase por las enseñanzas y tratados filosóficos sobre los medios de comunicación de Marshall McLuhan; filósofo canadiense que sirvió de inspiración para el personaje que encarna Jack Creley en la película y para asentar las bases de la “nueva carne” en las que ahonda Cronenberg en esta película.
Fue estrenada en Canadá y Estados Unidos el 4 de febrero de 1983, casualmente en la época en que el formato VHS y la televisión por cable gozaban de mayor popularidad. No fue una película que se entendiera en su estreno, dado que fue muy vilipendiada por cierto sector de la crítica por la violencia y el sexo que aparece en la misma. Sin embargo, la película consiguió un total de ocho nominaciones en los Premios Genie del cine canadiense de 1985.
La película está protagonizada por James Woods, Debbie Harry, Sonja Smits, Peter Dvorsky, Les Carlson, Jack Creley o Lally Cadeau, entre otros. Videodrome (1983) está disponible en España para su visionado a través de la plataforma de streaming “Filmin”. Desconozco dónde se puede encontrar actualmente en las distintas regiones de Latinoamérica, por lo que agradecería que, en caso de que alguien que esté leyendo sepa dónde encontrarla, lo deje en la caja de los comentarios.
La retina de la posmodernidad
Videodrome (1983) sigue la pista de Max Renn, dueño de un canal de televisión llamado Civic-TV: The One You Take to Bed with You, en el que se emite todo tipo de contenido sórdido; desde pornografía hasta violencia extrema. La televisión por cable que el personaje de James Woods representa en la película de Cronenberg ahonda en esa reflexión ética y moral de la década de los ochenta que sigue subsistiendo a día de hoy: ¿qué responsabilidad tienen los medios de comunicación en lo que acaban emitiendo o publicando, ya que eso tiene un efecto directo en la sociedad?

James Woods y Debbie Harry en Videodrome (1983), de David Cronenberg
Esto se ve en la aparición que tiene en un programa de televisión, donde es invitado junto a Nicki Brand (interpretada por Debbie Harry) y Brian O’Blivion (interpretado por Jack Creley). Mientras Max defiende que su canal permite que mucha gente proyecte sus frustraciones sexuales de una manera inofensiva a través de la televisión, Brian O’Blivion advierte de los peligros que tiene la televisión como forma de manipulación de masas. La retina de la posmodernidad es lo que aparece en la televisión, haciendo que la realidad y la ficción sean cada vez más difíciles de diferenciar.
Esto viene muy al hilo de la revolución que ha supuesto la Inteligencia Artificial en los últimos años, siendo quizás la mayor revolución tecnológica desde la invención de Internet. Lo conocido como “Deepfake” está a la orden del día, y eso nos está llevando a una gran amenaza en cuanto a la seguridad cibernética y a la hora de consumir todo el contenido que vemos por redes sociales. Es por ello que podríamos decir que estamos viviendo nuestro Videodrome (1983), en donde estamos totalmente sugestionados y enfrentados a una sobreestimulación continua que hace que vivamos aletargados y a merced (creamos o no) de los grandes medios de comunicación.
Al igual que pasa con el personaje de James Woods, hemos mutado como especie por culpa de la tecnología, en entes que tienen sus dispositivos electrónicos como otra extremidad de su cuerpo. Es más, aquella sobreexposición a la infinidad de imágenes que vemos en nuestras pantallas hace que engendremos una especie de tumor en nuestro organismo, capaz de hacernos tener alucinaciones y perder la noción de lo que es real y lo que no.
Efectos prácticos y Howard Shore
Una de las cosas más increíbles de Videodrome (1983) son los efectos prácticos que vemos de Rick Baker. Me atrevería a decir que, junto a La cosa (1982) de John Carpenter, son los más alucinantes que hemos podido ver en el cine de género. Dentro de que es una película de ciencia ficción, Cronenberg intentó adecuar su estética y efectos prácticos a lo más cercano al realismo cinematográfico. Tenemos mutaciones y momentos hilarantes propios del body horror que exprimió Cronenberg a lo largo de casi toda su carrera, pero haciendo que las alucinaciones que experimenta el personaje protagonista no se distingan a simple vista de la realidad. Ese entendimiento de Cronenberg a la hora de confeccionar Videodrome (1983) es lo que hace que la cinta se sienta tan opresiva e incómoda de ver. Te mete el miedo en el cuerpo al ponerte en la piel de Max, quien pierde el control de sus actos y de la percepción que él tiene de su realidad tras sufrir los efectos causados por la señal de este programa.

James Woods en Videodrome (1983), de David Cronenberg
La música de Howard Shore también es indispensable en la obra de Cronenberg, no siendo una excepción en Videodrome (1983). La banda sonora hace que te metas de lleno en la psique del protagonista, viviendo una de las experiencias cinematográficas más particulares que uno pueda tener. Uno no es el mismo antes y después de ver Videodrome (1983), y es algo que pasa de igual manera con las generaciones más jóvenes. Parece no haber pasado el tiempo por ella, siendo todavía una película que te impresiona y la cual rara vez deja indiferente al que la ve.
Rebelarse ante la opresión cibercultural
El final de Videodrome (1983) es de una expresividad artística sin igual, que Cronenberg ha querido emular posteriormente en películas como Crímenes del futuro (2022). Ya no solo lleva al límite sus cuerpos, sino que el ser humano concebido por el director canadiense consigue trascender a algo que va más allá. El tercer acto de la película está lleno de simbolismos y de acción desenfrenada, en donde todas las piezas del puzle encajan. Se siente ambigua y llena de lagunas en su primer visionado, pero considero que Videodrome (1983) es una película que se acaba reconociendo como una película redonda, en donde el entramado que propone cobra todo el sentido desde el que parte.
Es una cinta profundamente subversiva que invita a rebelarnos ante este sometimiento tecnológico de nuestros días. Desde la Deep Web hasta la revolución que estamos viviendo con la Inteligencia Artificial, fueron ya previstos con anterioridad en Videodrome (1983). Es obvio que la tecnología ha hecho que mutemos como especie, pero estamos a tiempo de despertar de ese letargo y de acabar con el “Videodrome” de nuestros días. En definitiva, una película que no os va a dejar indiferentes y que se va a quedar instaurada en vuestro cerebro de por vida, haciendo que tengáis la necesidad de volver a ella y de saciar vuestras ganas de “nueva carne”. Por mi parte, solo queda decir: ¡Muerte a Videodrome, larga vida a la nueva carne!
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