Desde el primer minuto, Sinners deja claro que no es una película convencional. Ryan Coogler —el visionario detrás de Black Panther y Creed— regresa con una propuesta arriesgada, intensa y absolutamente hipnótica: un cóctel de géneros y sensaciones que no da respiro. Dirigida, escrita y producida por él mismo, Sinners es un descenso fascinante y caótico a las profundidades del alma, del horror y del delirio.
Con un elenco estelar encabezado por Michael B. Jordan, Delroy Lindo, Jack O'Connell, Jayme Lawson, Wunmi Mosaku, Omar Benson Miller, Hailee Steinfeld, Lola Kirke y Cristian Robinson, la película se desenvuelve en un pueblo del Viejo Oeste de Estados Unidos, con una estética de western, donde se mezclan gangsters, religión, vampiros, la situación del pueblo afrodescendiente en esa época, el espectro siniestro del Ku Klux Klan y hasta secuencias musicales que sorprenden por su audacia.
Sinners es una verdadera fumada… pero una buena fumada. Es de esas películas que parecen salidas de una noche larga de insomnio y creatividad extrema, pero que al final, contra todo pronóstico, encajan con fuerza y estilo.
Hay terror, pero también acción desenfrenada. Hay un aire de western moderno al estilo Django desencadenado, salpicado por el espíritu rebelde y la tensión de Huye (Get Out), y la locura impredecible de Del crepúsculo al amanecer. La religión juega un papel crucial, al tiempo que los vampiros no solo son monstruos: son símbolos, metáforas. Todo se mezcla en una narrativa que desafía reglas, pero jamás pierde el pulso.
Si hay algo que realmente eleva Sinners, es su banda sonora. Lejos de ser un simple acompañamiento, la música es un personaje más. Hay momentos donde el ritmo marca el tempo de la violencia, otros donde una canción nos sumerge en el dolor, y escenas completas que son casi videoclips cuidadosamente coreografiados. Funk, gospel, rap, industrial y jazz se entrelazan para crear una experiencia sensorial única.
Coogler se luce con una dirección atrevida y madura. La cámara es tan fluida como precisa, y la edición tiene una personalidad salvaje pero elegante. Cada plano parece pensado para provocar: desde secuencias de acción vertiginosas hasta momentos de tensión que hielan la sangre.
El diseño de sonido es otra joya. Voces susurrantes, disparos y explosiones rítmicas, coros que se convierten en gritos de guerra… Todo está cuidado al milímetro. Sinners no solo se ve: se siente, se oye, te atraviesa.
Aunque todo el elenco hace un trabajo sobresaliente, es imposible no destacar a Michael B. Jordan. Sus personajes — 2 gemelos excriminales perseguidos por sus propios demonios (literal y metafóricamente)— son el corazón de la película. Intensos, vulnerables, brutales. Cada gesto suyo es creíble, cada mirada está cargada de historia. Es una de sus mejores actuaciones hasta la fecha.
Sinners no es para todos, y eso es parte de su encanto. Es excesiva, atrevida. Tiene momentos donde parece perder el control, solo para recuperarlo con aún más fuerza. Pero si te gustan las películas que se atreven a experimentar, a mezclar sin miedo, a ser imperfectamente geniales… Sinners es la joya más brillante (y sangrienta) del 2025.
Una obra única, intensa y tan loca como inolvidable.
Sinners no solo es la mejor película del año hasta ahora, es una experiencia.
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