Rango: Mi personalidad camaleónica

Es difícil elegir un personaje con el que te identificas cuando has tenido muchas facetas a lo largo de tu vida; cuando has interpretado tantos papeles. Cambiar de piel, de entorno, de idioma interior… se vuelve casi natural. Supongo que por eso —y por lo que he vivido en el último año— considero que Rango es el personaje que más me representa.

Rango no empieza siendo un héroe. Es un “actor” frustrado, un improvisador de la vida que, cuando cae trágicamente en el desierto, inventa una versión de sí mismo que pueda sobrevivir. No porque sea falso, sino porque es lo único que puede hacer: adaptarse. Y en esa adaptación descubre cosas que nunca habría conocido si se hubiera quedado en su pecera.

Y justo así me he sentido a lo largo de mi vida.

¿Les ha pasado? Esa sensación de no encajar del todo. De seguir modas, de copiar comportamientos, solo para obtener validación, respeto... o incluso amor. A veces miro hacia atrás y veo al músico casanova, al amante roto, al autoexigente, al incomprendido, al obsesivo, al temerario. Damon, Constantine, Lucifer, Joe, Ace… y me cuesta creer que todos ellos fui yo. Que tomé prestadas partes para sobrevivir, y que en el proceso algunas se quedaron conmigo.

Como Rango, emprendí mi propio "viaje del héroe". Me mudé de estado. Y aunque ahora suene romántico, fue aterrador. En mi cabeza parecía una buena idea para “cambiar de aires”, pero en el fondo tenía miedo: miedo de no encontrar lo que buscaba, miedo de volver a perderme.

Y sin embargo, lo hice.

Llegué, literalmente, a un desierto lleno de polvo donde también escasea el agua —sí, poético, ¿no?—. Como Rango, quise mezclarme entre los habitantes, hacerme pasar por uno de ellos. Trabajé como guía de turistas en unos botes sin conocer nada del lugar. Nunca me había subido a una embarcación, pero ahí estaba. Improvisando. Aprendiendo. Conociendo gente de distintos países. Hasta tomé un curso para ser marinero.

Pero como todo en la vida, eso también pasó. Y así como a Rango se le cayó su farsa… a mí también.

Mi sueño siempre ha sido crear: escribir, filmar, contar historias. Aquel trabajo fue noble, pero solo era una distracción de lo que realmente buscaba. Y cuando me quedé a solas conmigo mismo, sentí miedo otra vez. Porque ya no sabía a quién interpretar. ¿Quién era yo ahora?

“El escenario espera, el público está ansioso de aventuras… ¿Quién soy yo? Podría ser cualquiera…”

El problema era que esta vez no quería ser cualquiera. Quería ser yo mismo.

Pero, ¿cómo es ser uno mismo cuando llevas tanto tiempo interpretando a los demás?

Creo que a este punto ya se habrán dado cuenta —y si no, no se preocupen, yo tampoco lo había notado hasta ahora—. No sabía cómo aceptarme, porque tenía miedo al rechazo del mundo. Todos los personajes que adopté tenían algo en común: partían de una necesidad. No porque estuvieran rotos, sino porque, como yo, estaban buscándose.

Hoy lo entiendo mejor. No fue falso de mi parte: fue supervivencia emocional. Un mecanismo de defensa. Y mirándome con compasión, me abrazo.

Me di cuenta de que viajé mucho buscando algo que no estaba allá afuera. Y sin embargo, en el camino, me encontré a mí mismo.

Porque como diría el Espíritu del Oeste:

"Ningún hombre puede escapar de su destino."

Puntos de luz

Ilumina y aumenta su visibilidad — ¡sé el primero!

Comentarios 37
Tendencias
Novedades
comments

¡Comparte lo que piensas!

Sé la primera persona en comenzar una conversación.

49
37
0
4