Antes del uso excesivo de las tecnologías de CGI, los guiños, homenajes, referencias semi-ocultas y provocadoras alimentaban la imaginación de los espectadores. Después, la posibilidad de satisfacer la expectativa provocada por dichos “huevos de pascua” que las nuevas herramientas digitales permitían pudo provocar algunas decepciones. En mi caso así fue con uno de los mejores easter eggs que vi en mi infancia, cuando no sabía que así se es llamaba a esos guiños. Me refiero a la secuencia climática con la que finaliza Predator 2 (Stephen Hopkins, 1990), más específicamente a la escena en la que claramente se aprecia un cráneo de xenomorfo de la franquicia Alien como parte de los trofeos de caza exhibidos en la nave Yautja (porque resulta que así se llama la etnia a la que pertenecen los Depredadores). Esta secuela de la franquicia que originara John McTiernan con Schwarzenegger et. al. en el año 87 está entre mis filmes favoritos, justo como debe ser con una película de la infancia. Con sus tintes de thriller y film noir, y un héroe (o acaso antihéroe) protagonista que hace que no extrañemos para nada al Mayor Dutch (Schwarzenegger); el teniente de la policía de la cercanamente futurista ciudad de Los Ángeles: Mike Harrigan, interpretado por un genial y carismático Danny Glover. Dicha aparición se da justo antes del trepidante combate final entre nuestro protagonista y el no menos carismático cazador alienígena, en el que Harrigan sale victorioso tras un titánico e infernal esfuerzo completando su sino heróico. Y no obstante, tras volarnos la cabeza con la sugerencia de un crossover con las criaturas diseñadas por Hans R. Giger, nos enteramos de que los Yautja no son criaturas solitarias, sino que viajan en grupos, con rasgos que los individualizan a la vez que nos los muestran como una cultura con códigos y símbolos bastante llamativos.
Muy cierto es que, antes de dicha secuela, en el año 89, el sello editorial Dark Horse Cómics ya había enfrentado numerosas veces a estas dos criaturas. Y al Predator incluso con el mismísimo Batman. Sin contar otros encuentros de ambos monstruos con diversos personajes y super héroes. Incluso en un videojuego de 1994.
El presente texto lo abrí con una especie de queja que retomo ahora. En mi infancia el easter egg que rescato aquí era fascinante en un sentido cuasiplatónico. Especular con los amigos en la escuela, al día siguiente de haber visto la película en la televisión abierta, hacía las delicias de la cinefilia infantil. Hablar de su tratamiento en los cómics o los videojuegos, añadían textura a esas apreciaciones escolares. Todo bien, hasta que en 2004, de la mano de la 20th. Century Fox y con la dirección de Paul W. Anderson, el easter egg se volvería una realidad. Creo que a partir de entonces me volví desconfiado de estas producciones y sus tráilers. Sobra hablar de los múltiples defectos del filme y su secuela de 2007. Recuerdo que fue emocionante ver a las criaturas intercambiar golpes, mordidas y cuchilladas y… nada más. Toda esa emoción de adrenalina fue sepultada por un guion de lo más flojo, que echó mano de clichés conspiranóicos y un tanto charlatanescos con respecto a culturas antiguas no occidentales, expresado básicamente en que las pirámides de civilizaciones no europeas las construyeron extraterrestres al mejor estilo del autonombrado History Channel. ¡Menos mal que fueron extraterrestres tan taquilleros y con tanto estilo! Estos dos filmes marcaron un período de altibajos en la franquicia Predator, de los cuales hay, hasta ahora, un par de filmes rescatables, como Predators (Nimrod Antal, 2010) y Prey (Dan Trachtenberg, 2022)
Esto me hizo recordar otro easter egg que involucraba dos íconos cinematográficos del terror. En el final de Jason goes tohell: the final Friday (Adam Marcus, 1993) hay un guiño en el que vemos la mano con cuchillas de jardinero de Freddy Krueger, con su risa en off, arrastrando la máscara de Jason Vorhees al inframundo. Y en 2003, bajo la dirección de Ronny Yu, llegaría un bodrio más fársico que terrorífico; cuya única gracia fue contar con los actores originales en el rol de cada uno de los monstruos.
Tal parece que hay easter eggs que debieron quedarse así, tan sólo siendo infinita y fscinantemente provocadores. Sin embargo, esto no es una invitación a no ver los filmes que ocasionaron; veámoslos siempre con ojo crítico y nuestras experiencias de disfrute pueden variar; así como también se vale disfrutar el recurrente A-113 de Píxar y su interrevolturarevoltura de personajes.
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