El problema de Mission Impossible The Final Reckoning es el problema de Hollywood

La octava y “última” (por ahora: todos sabemos que en Hollywood no existen los finales cuando se trata de franquicias exitosas) película de Mission: Impossible, The Final Reckoning, fue recibida con críticas más mixtas de las que acostumbran estas películas. Las primeras en ser publicadas decían que era una película “desordenada”, “confusa”, “tediosa” y lagunas hasta sostenían que era un “desastre”. No es casualidad que esas críticas en inglés hayan sido las primeras en ser publicadas online. Finalmente, las positivas aparecieron y superaron en cantidad a las negativas. Aunque no fueron tantas como en instancias anteriores, tampoco faltaron las que sentenciaron que esta era una obra maestra. Entonces… ¿quién tiene razón? ¿Los del primero grupo o los del segundo?

Ustedes saben que no veo con buenos ojos cuando se forma el consenso positivo, aún cuando las películas a mí también me gusten. También saben que comparto la opinión de Scorsese: Rottentomatoes es un espectáculo por momentos repugnante, pero el problema no es la página sino las críticas en sí mismas, que muchas veces se dedican a repetir eslóganes. El caso de The Final Reckoning me parece un exponente más de nuestra cultura hiperbólica, donde todo tiene que ser lo mejor (de ahí que cada 2 o 3 semanas tengamos “obras maestras” en el cine) o lo peor (reacciones igual de exageradas en sentido opuesto).

The Final Reckoning no me parece ni un desastre ni una obra maestra. No es mala, pero no está libre de problemas.

Para empezar, es una continuación que parece la criatura de Frankenstein. Como si hubieran ensamblado varias veces en post producción el material de esta película para que se sostenga como una historia “individual” pero al mismo tiempo una secuela directa de Mission: Impossible: Dead Reckoning - Part One (el título original, espantoso, de esa primera parte es ese) y una secuela de todas las anteriores de la saga, especialmente de la primera y tercera parte.

Ahí nace uno de los primeros problemas de esta película cargadísima de diálogos: los personajes tienen la necesidad, impuesta por el guión, de estar explicando todo lo que sucede en pantalla. Los flashbacks no me molestaron: al contrario, creo que ayudan bastante. Sacando los fanáticos de la saga, ¿cuántos recuerdan los personajes o hechos puntuales de las películas anteriores? Leí en una entrevista que Christopher McQuarrie decidió llenar la película de flashbacks por esa misma razón. Es un acierto, al menos para mí, porque no es lo mismo saber quién es Sharon Tate antes de ver Once Upon A Time… In Hollywood o conocer la historia de William Randolph Hearst y Upton Sinclair antes de Mank, que saber cómo se llama o dónde aparece un personaje en una película de Mission: Impossible de hace 30 años. Los flashbacks, en este caso, son necesarios.

El problema surge de los enredos de la trama con su propia tradición. El simbolismo de la película es demasiado obvio, como si se desconfiara de la mirada de los espectadores. Para quienes no hayan visto las últimas películas de Mission: Impossible, actualmente todo se reduce a imágenes y metáforas cada vez más obvias.

Empecemos con los nombres de los personajes: los “Apóstoles”, la “Entidad”, “Luther” (Lutero…), Grace (la “Gracia salvadora”…), Gabriel (el ángel que es el mensajero de Dios), María... Los símbolos no se quedan atrás: las llaves con forma de crucifijo, el hombre en posición fetal que renace cuando el mundo se da vuelta, la pelea en el cielo con Gabriel, la IA que “todo lo ve” como si no fuera una IA sino otra cosa…

No hay que ser demasiado agudo para captar la sutileza de una película de acción por momentos más preocupada por enviar un mensaje, como si fuera Western Union, que por mostrar algo de acción. ¿Son necesarias 3 horas para contar esta historia? No. ¿Son necesarias casi 6 horas para contar la historia que forman Dead Reckoning y The Final Reckoning? Tampoco.

No es casualidad que la película despegue en la mejor secuencia: la persecución en aeronaves como si fuera Wallace & Gromit: Curse Of The Were-Rabbit. La matemática nos enseña que a veces menos es más: cuánto más apreciaría esta película si no tuviera que soportar de nuevo casi 2 horas de personajes explicando cosas, con una seriedad por momentos mortal, en escenarios que parecen sacados de todos los clichés de las películas de acción de la década de 1980 y 1990. Submarinos, cuarteles gubernamentales, cuevas… ¿en eso se fue el presupuesto de $400 millones, uno de los más caros de la historia del cine?

Algunas de las críticas negativas comparan a esta película con Rise Of Skywalker, The Dark Night Rises y Fast X. Entiendo y, hasta cierto punto, comparto el sentimiento, aunque no crea que todas esas sean malas. Agregaría otras comparaciones que me resultan pertinentes. Por ejemplo, Pirates Of The Caribbean: At World's End.

La “última” película de la trilogía de Piratas del Caribe se me hace, por momentos, insoportable. Dura casi 3 horas, los personajes están enroscados en la propia mitología de la película y sobrevuela un clima demasiado dramático para el tipo de película que es. La saga había comenzado como una aventura simpática de piratas. Jack Sparrow ni siquiera era el personaje por el que pasaba todo en la primera. Pero en la tercera parte, todo tiene que ser gigantesco, “épico”, serio, dramático. Una película hinchadísima, no solo por el presupuesto. La gracia salvadora era la batalla final, que al menos hacía valer la entrada al cine. ¿Qué tanto recordamos lo que sucede en las 2 horas previas al enfrentamiento climático?

La “inflación” narrativa y presupuestaria es el talón de Aquiles de varias producciones de Hollywood que creen que basta con darle una inyección de multimillonaria de dólares a las películas para suplir el encanto, la gracia y (especialmente) el ritmo que tenían las entregas anteriores. No pienso solo en At World's End, The Dark Knight Rises, Fast X o Rise Of Skywalker. Pienso, también, en Avengers: Endgame, No Time To Die y John Wick 4. Algunas me gustan más que otras, pero el punto no es ese. La idea que quiero transmitir es todas adolecen de gigantismo, de la misma manera que las producciones de Hollywood en la década de 1960 cayeron por su propio peso. Comparen Fast & Furious con Fast X o John Wick con John Wick 4 (repito: estoy incluyendo en los ejemplos películas que me gustan) y van a entender mejor a qué me refiero. A las películas ya no les basta con ser buenas películas de acción. Tienen que ser grandilocuentes, falsamente épicas, gigantes, dramáticas, exageradas.

Ninguno de los problemas de The Final Reckoning tienen que ver con Tom Cruise. No debería importarnos qué opina sobre política, religión o cómo es la vida de cualquier actor, director, productor, editor, guionista o estilista a la hora de juzgar una película. Para bien o para mal. Aún cuando sea una figura pública que nos pueda generar simpatía: Cruise, durante los últimos años, asumió el rol de showman que promueve la experiencia cinematográfica en todo el mundo. Es un gesto noble para el arte. No sería noble de mi parte juzgar cualquiera de sus películas solo porque me cae bien lo que hace con el cine fuera de pantalla.

¿Se puede hacer una gran película que promueva la experiencia en salas de cine, que funcione “individualmente” y al mismo tiempo como secuela, que tenga grandes secuencias de acción, y permita hacer análisis que van más allá de lo obvio, si uno quisiera hacerlo? Claro que sí. Top Gun: Maverick es el ejemplo. Incluso tenemos muy buenos ejemplos dentro de la saga de Mission Impossible, Ghost Protocol y Fallout son 2 grandes películas. Hasta Fallout tenía un gran villano, evitando un problema que suelen tener estas películas: pero, en este caso, Gabriel es anodino. Casi tan anodino como la música: es increíble que a lo largo de 8 películas no hayan podido desarrollar algo de identidad musical.

Supongo que, en unos meses o años, se recordará con más cariño a The Final Reckoning, cuando se compartan en redes sociales clips de la secuencia de acción final de la película. Merecerá los elogios que reciba. El problema, como suele suceder cada vez que se comparte una escena fuera de contexto, es que se omite el resto. En este caso, cuando se comparta la persecución área sacada de contexto, vamos a agradecer que se omita casi todo el resto.

Mission Impossible: The Final Reckoning (título en Argentina: Misión imposible: Sentencia final)

Producción: Christopher McQuarrie y Tom Cruise

Dirección: Christopher McQuarrie

Guión: Christopher McQuarrie, Erik Jendressen y Bruce Geller (basado en la obra de).

Intérpretes: Tom Cruise, Hayley Atwell, Simon Pegg y Pom Klementieff, entre otros.

Música: Max Aruj y Alfie Godfrey.

Edición: Eddie Hamilton.

Fotografía: Fraser Taggart.

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