Un rostro de porcelana.

Era de esas noches donde me encontraba sentado en el borde de mi cama, con la ansiedad acumulada de querer dormir y no soñar, porque en mis sueños, entre el vago vacío de mis recuerdos, sentía un gran temor, uno que me oprimía los pulmones.

Todo empezó de forma idílica. Al principio, eran cenas, eran algunas calles que recorría con frecuencia, pero algo no estaba del todo bien. ¿Realmente se puede soñar con alguien todas las noches? ¿Realmente se puede soñar con la misma persona todas las noches? Sus cabellos, como hilos de nieve blanca, danzaban en el aire frente a su rostro. Sus ojos esmeralda, sentía que su mirada se clavaba en mi ser, sentía que me hechizaba su sonrisa. A veces caminábamos entre senderos de dientes de león, a veces solo tomábamos un café por la mañana, otras veces aparecía como la cartera que deja el correo en el buzón cada mañana.

Pero la dulzura de esos sueños empezó a tornarse ácida. Uno de esos días, salí por copas con amistades a media tarde, luego de un duro trabajo en el periódico donde trabajo. Una de mis compañeras intercambió número conmigo y tuvimos una conversación amena. Todo marchaba bien, sin embargo, no pasamos la noche juntos ya que su madre había tenido un accidente. Ya estando en casa, decidí darme una ducha y dormir. Desperté por una bofetada, cuya magnitud agrietó mi labio inferior. Alcé la vista y era ella, con una de mis camisas, unos vaqueros ajustados, y me miraba con la mirada que tiene un tigre antes de apresar a una gacela.

Al despertar de mi sueño, sentí la molestia de un golpe en mi rostro. La bofetada de mi sueño también la tuve en la vida real. Empecé a asustarme. Ese día no fui a trabajar; me quedé en casa, intenté dormir. Ya estando en mis sueños, ella estaba en una silla, jugando con mi laptop. Preparé café y simulé un accidente donde me quemaba el brazo con él. El ardor fue potente, me sacudí y desperté. La herida era real; sentía la quemadura en mi piel.

La línea entre el sueño y la vigilia se difuminó. Durante el día, susurros de su voz parecían flotar en el aire. Veía su rostro en los reflejos, en las sombras. Mi energía se desvanecía, mi mente se nublaba. ¿Era la locura, o era ella, extendiendo sus garras más allá de la noche?

Anoche, mientras me hundía en el abismo del sueño, la vi de pie frente a mí, nuevamente en una habitación vacía. Sus ojos ya no tenían luz, solo una oscuridad profunda. "Me perteneces", dijo, y la voz era un eco cavernoso. Extendió su mano, y vi cadenas transparentes materializarse, listas para envolverme. Desperté con un grito silencioso, el pulso martilleándome, desesperante, agobiante.

El amanecer trajo un alivio fugaz, pero sé que la noche volverá. Y con ella, el rostro de porcelana. Mi hermosa pesadilla arremete contra mí de día y me atormenta mis noches largas.

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