Yo, un vampiro

Eran las diez de la noche. Acababa de cepillarme los dientes y estaba por irme a dormir. Escuché ruidos afuera de mi casa; parecía un animal que se escondía entre la hierba. Los ruidos se hicieron más constantes, altos y molestos, y no iba a poder conciliar el sueño así, entonces salí a ver qué ocurría. Andaba despacio alumbrando el camino con una linterna mientras oía crujidos y quejidos extraños que me provocaban sentir cierto miedo. Hasta que, de un momento a otro, los sonidos se detuvieron, y me quedé inmóvil. De repente, escuché pasos muy rápidos dirigiéndose hacia mí. Me asusté y sin pensarlo dos veces corrí en dirección contraria, pero por más que corriera los pasos seguían detrás de mí.

«¿Qué está pasando? ¿Qué es eso?», pensaba.

Estaba tan desesperado que no vi por dónde pisaba y me tropecé con una gran roca. Volteé al instante, y vi una oscura figura humanoide acercándose lentamente a mí. Estaba tan petrificado que no pude ni siquiera gritar. Se acercó más… y pude ver lo que era: un hombre pálido y delgado, mostrando sus colmillos afilados.

Con mi último aliento, mi voz salió entre susurros:

—Es… es un…

Antes de que pudiera terminar la oración ese hombre me mordió en el cuello, dejándome inconsciente al instante.

Yo, un vampiro

Me desperté en mi cama al siguiente día, extrañado. ¿Cómo llegué aquí? ¿Es que acaso fue solo una pesadilla? Me toqué el cuello en busca de la marca de la mordida que esa cosa me dio, pero no sentí nada.

Me comencé a sentir débil y mareado. Fui a la cocina para tomar un vaso de agua, pero tenía un sabor raro y me costaba tragarla. Lo mismo con la comida; parecía que a mi boca le pasaba algo. Poco a poco, mi hambre fue aumentando, y no sabía qué hacer, así que solo me quedé en cama, deseando que todo esto pasara. Pasaron minutos, horas, pero no me sentía mejor, de hecho, empeoró.

Un tiempo después, escuché una voz familiar que tocaba la puerta de mi habitación: la de mi novia.

—Amor, ¿estás ahí? —dijo ella.

Yo, sorprendido, dije:

—¿Amor? ¿Qué haces aquí?

—Tengo una copia de las llaves de tu casa, ¿recuerdas? —dijo ella— No has contestado mis mensajes. ¿Estás enfermo? Te traje unos sándwiches por si quieres comer.

Entre todo el malestar, sentí un momento de alivio por el cariño de mi novia.

—… Gracias, cielo.

Me levanté, y estaba a punto de abrirle la puerta, cuando de repente siento un olor intenso provenir del otro lado de la puerta proveniente de ella que me hizo toser.

—Amor, ¿qué pasó? ¿Estás enfermo? —dijo preocupada.

No entendía qué me estaba pasando, pero algo era seguro: lo que sea que haya pasado ayer, fue lo que lo provocó. ¿Será que… de verdad me encontré con un vampiro? ¿Y ahora yo me convertiré en uno?

—No me siento bien —le dije a mi novia—. Creo que quiero estar solo ahora. Lo siento.

—Oh… está bien. Te dejaré los sándwiches en la mesa. Cuídate. Si necesitas algo, por favor llámame —dijo ella despidiéndose.

Tuve que pedirle que se fuera. No quería que ella se preocupara, ni tampoco quería arriesgarme a averiguar qué hubiera pasado si le abría la puerta. ¿El olor me hubiera atraído? ¿Le hubiera hecho daño? Nunca me lo perdonaría.

Se hizo la tarde, y el hambre se hizo insoportable. Desesperado, decidí salir de casa para ir al hospital; tal vez los médicos lograrían calmarme. Sin embargo, en cuanto puse un pie en la calle el intenso olor de miles de personas caminando me invadió. Era como si el olor de la sangre me llamara. No supe qué hacer y solo pude correr directo hacia el bosque. Mis piernas se cansaron, y me encontré perdido entre los árboles en medio de la nada.

Detrás de mí escuché que algo se movía. Cuando me giré, un lobo se estaba acercando a mí. En cuanto lo vi, mi corazón se aceleró y no dudé en huir. El lobo me seguía, cazándome. Pero, mientras corría, sentí la adrenalina en todo mi cuerpo, sentí que mis músculos se fortalecían y mis extremidades se hacían más veloces, como si algo dentro de mí se hubiera activado. En un momento, sentí que podía correr más rápido, así que moví más mis piernas, y para mi sorpresa, corrí más rápido de lo que alguna vez lo hice. También sentí una potencia en las piernas, miré hacia arriba, hacia los árboles, y sin pensarlo, salté. Di un salto tan alto que pude treparme de una rama y quedarme ahí. Ya había perdido de vista al lobo.

«¿Cómo hice eso?», pensé, mirándome las manos, asimilando lo que acababa de pasar.

Me bajé de la rama y caí en el suelo sin tener ningún daño. De nuevo, escuché sonidos acercándose a mí, pero esta vez eran muchos pasos que se aproximaban despacio. Figuras oscuras que se ocultaban entre las sombras.

—¿Quién eres? —me preguntaron.

—¿Quiénes son ustedes? —dije, confundido.

—¿Eres uno de nosotros?

—¿Uno de ustedes? ¿A qué se…?

Se acercaron a mí poco a poco, y se dejaron ver como lo que eran: vampiros.

No podía creerlo… eran vampiros, como contaban las leyendas y cuentos antiguos. No lucían pálidos o delgados, por el contrario: se veían como personas normales, pero con unos grandes colmillos. Aunque era impactante, por alguna razón, no sentía miedo. Decidí hablar con ellos para saber si conocían alguna manera de evitar transformarme en un vampiro y volver a ser un humano. Me llevaron a una cueva oscura, su guarida donde se refugiaban. Allí conocí a un chico de mi edad. Se llamaba Dan. Le conté lo que me había sucedido, y él empatizó conmigo y me contó su historia:

—Verás, a mí también me mordió ese vampiro pálido y delgado, y desde entonces no he vuelto a tener una vida normal. He tenido que esconderme aquí por meses. Los vampiros tenemos que beber sangre para sobrevivir, pero en vez de cazar humanos, optamos por la sangre animal, así no hacemos daño a nadie.

Al final, terminé haciéndome amigo de Dan y conversamos bastante. Se veía una buena persona. Me ofreció sangre de animal en botella que en aquel refugio conservaban para alimentarse, y me costó porque me parecía asqueroso, pero pude beberla y calmar el hambre que sentía. Le agradecí por todo y, antes de irme, le pregunté una cosa:

—Oye, ese vampiro que te mordió a ti y a mí… ¿es Drácula?

—Sí —contestó—. Él a lo largo de la historia ha convertido a muchas personas en vampiros. Yo tengo suerte de estar aquí, porque la mayoría de vampiros terminan cazados o se esconden en las sombras por siempre. Drácula los arrastra a todos ellos a un horrible destino cuando los muerde. Y también me arrastró a mí, y también a ti. Aún no te has convertido en vampiro, pero en unos días sucederá, y hasta ahora no hay cura para volver a ser humanos.

—Ya veo… —dije, un poco triste.

Salí de la cueva y me dirigí a mi casa, con una mezcla de emociones intensas. Sentía tristeza, confusión y, sobre todo, enojo. Drácula había convertido a un montón de gente en vampiro y pronto yo me convertiría en uno. Me convertiría en un monstruo, un peligro para las personas. ¿Tendría que dejar la vida que llevo? ¿Tendría que apartarme de mi familia? ¿De mis amigos? ¿De… mi novia? No, no quiero dejarlos. Me rehúso a renunciar a las cosas que me importan y amo. Decidido a encontrar alguna solución y lleno de ira, decidí tomar venganza de Drácula por haberme hecho esto.

Cuando llegué al vecindario de mi casa, él estaba ahí, delante de mí, esperándome.

—Mírate —dijo él—. Ya eres prácticamente un vampiro de verdad.

—No es cierto —dije—. No soy como tú. No tengo nada en común contigo. Haces cosas horribles, y no toleraré eso.

Con todas mis fuerzas me lancé sobre él intentando derribarlo, pero él conseguía esquivarme cada vez que intentaba asestarle un golpe, mas no me iba a rendir. Agarré del piso una gran rama con forma de estaca y en un movimiento muy rápido se la clavé en el pecho dejándolo inmóvil.

Derribado en el suelo, de repente sentí ese olor intenso otra vez. Sentí cómo no pude resistirme y lentamente me acerqué a su cuello, abriendo mi boca para chupar su sangre. Pero la voz de mi novia lo lejos me detuvo:

—¿Amor? ¿Qué estás haciendo?

Sorprendido y asustado, le dije:

—No te acerques. Soy peligroso. Soy… un monstruo.

El cuerpo de Drácula se convirtió en cenizas y se esfumó con el viento.

—No eres un monstruo —dijo ella.

A pesar de no entender lo que estaba pasando, mi novia decidió acercarse a mí, porque intuyó que lo estaba pasando muy mal en aquel momento, y no iba a dejarme solo. El olor de ella me enloquecía cuanto más se acercaba.

—Te conozco muy bien. He pasado muchos momentos juntos y sé que eres alguien grandioso. Eres fuerte, valiente y con un gran corazón. Así que, por favor, pelea, pelea contra esos instintos.

El olor se hacía más grande, no podía resistirme más… hasta que cerré los ojos con fuerza, respiré hondo, recordé todas las cosas que he vivido, quién soy y quiénes son las personas que amo.

Y, poco a poco, el olor de la sangre se fue desvaneciendo, mi cuerpo se relajó… y me sentí mucho mejor.

Abrí los ojos y sentí que mi humanidad volvió.

Mi novia vino corriendo hacia mí y me abrazó. Yo también la abracé con fuerza, agradeciéndole por siempre estar ahí conmigo.

Sin saberlo, había encontrado la cura para no ser un vampiro: humanidad. La cura para la monstruosidad es humanidad.

Puntos de luz

Ilumina y aumenta su visibilidad — ¡sé el primero!

Comentarios 2
Tendencias
Novedades
comments

¡Comparte lo que piensas!

Sé la primera persona en comenzar una conversación.

2
2
0
0