Wes World 

Celebrando el estreno de una nueva película de Wes Anderson, comparto esta breve reseña, acompañada de un repaso de toda su obra previa, pretendiendo ser lo más detallado posible, como para estar a tono (pastel) con su tan particular e identificable manera de contar.

Simetría en la puesta en escena Andersoniana

Pasan muchas cosas en El esquema fenicio, pero no son más que un sucesión de divertidos artificios dispuestos para enredar un poco lo único que realmente importa, la relación de un padre con su hija. Son esos breves momentos de verdad entre tanto faroleo, en donde no tiene mucho sentido una cosa sin la otra, los que recuerdan a lo mejor de la obra de este director.

Para ello hace falta un actor todo terreno como Benicio del Toro, que de tan omnipresente deja en segundo plano todo lo demás, y le aporta cierta carnadura a los artificios andersonianos. Hay que señalar igual que está muy bien secundado por Mia Threapleton (una verdadera sorpresa) y un Michael Cera que se mueve como pez en el agua en este mundo de Wes. Todos los demás, por más rutilantes que sean sus nombres, están tan de adorno como las preciosas escenografías a las que el director nos tiene tan acostumbrados. Y es que la lista impresiona: Tom Hanks, Scarlett Johansson, Bryan Cranston, Benedict Cumberbatch, Jeffrey Wright, Mathieu Amalric y Willem Dafoe entre muchos otros casi tan famosos como ellos. Y hay que ver también que breve papel le ha tocado esta vez a Bill Murray, más eterno que nunca.

Los hábitos de Wes

No hay sorpresas en lo narrativo para cualquiera que haya visto alguna otra película de Anderson. Sólo hay que dejarse llevar por una sucesión de viñetas que retratan las peripecias de un magnate tramposo, que debe convencer a estrafalarios inversores para concretar el faraónico sueño de su vida. Afanes de un capitalismo tan salvaje como inmaduro, en donde solo hay una dirección y es siempre hacia adelante. Enemigos a la vista y escondidos empeñados en impedir que ese sueño ocurra, y accidentes que permiten barajar y dar de nuevo.

Algunos fugaces momentos de verdad persisten entre tanto caos controlado.

- Viaje al fantástico mundo de los esquemas andersonianos -

Wesley Wales Anderson nació en Houston, Texas, en Mayo de 1969. En la misma ciudad había nacido unos años antes otro célebre director del presente, Richard Linklater, de quien ya me he ocupado en un artículo previo. Estudio Filosofía en la Universidad de Texas, en Austin, en donde conoció a Owen Wilson, una amistad que derivaría en colaboración en sus películas como escritor y actor. La primera de ellas fue el cortometraje Bottle Rocket (1993), que tres años más tarde se convertiría su primer largometraje, con el mismo nombre. En ambos actúa Owen Wilson, juntos a su hermano Luke.

Pronto llegaría uno de sus mejores trabajos, Rushmore (1998), en donde se sumarían dos de sus habituales colaboradores, Bill Murray y Jason Schwarztman. Owen Wilson en este caso sólo se ocupó del guion junto a Wes.

El reconocimiento de la crítica y la masividad serían alcanzados tempranamente con Los excéntricos Tenenbaums (2001), nuevamente con Wilson en el guion, y actuando junto a su hermano, y nuevamente con Bill Murray, todos parte de un gran elenco que incluyó a Gene Hackman, Angelica Huston, Ben Stiller y Gwyneth Paltrow, entre otros.

Los excéntricos Tenenbaums

Muchos de ellos volverían para Vida acuática (2004) y se sumarían otras estrellas como Cate Blanchett y Jeff Goldblum, en lo que sería una constante en toda su obra, películas que se convierten en dream teams de estrellas con ganas de trabajar en una o varias de sus películas. Es por ello que el amigo Friedlander opina que Cannes debería ensanchar su alfombra roja cuando él compite. Wilson protagoniza pero deja de colaborar en el guion. Ese lugar es ahora ocupado por el talentoso futuro director Noah Baumach. Vida acuática sigue las aventuras de un capitán de barco que remite Jack Cousteau pero una vez más eso es lo de menos y lo que importa es la relación que establece con su hijo (o la falta de ella).

En cierta forma el director empieza ocupar un lugar vacante del cancelado Woody Allen, quien en las décadas del ´80 y ´90 había gozado del prestigio de la crítica y de las constelaciones de estrellas queriendo trabajar con él. Y como Woody, su carrera mantendrá ese gran nivel inicial por muchos años, pero será acusado de hacer “más de lo mismo”.

Es lo que ocurre con Viaje a Darjeellng (2007), otra bella comedia triste sobre seres conflictuados. Hay que mencionar también un gran cortometraje muy vinculado a esta película, Hotel Chevallier, del mismo año.

Pero Anderson desoye críticas y sigue su propio camino, intentando cosas nuevas que terminan pareciéndose mucho a las viejas. Incursiona en la animación stop motion con El fantástico Señor Zorro (2009), otra película extraordinaria cuyo título y estilo no deben confundirse con cine infantil, es otra crónica de adultos conflictuados, hecha con el rigor y la orfebrería de siempre, en un estilo que marida bien con las exigencias de la técnica de stop motion. En este proyecto también se suma Juman Malouf, ilustradora y diseñadora de vestuario libanesa, y pareja de Anderson hasta el presente.

El director hace algunos trabajos para publicidad y toma la costumbre de realizar cortos que operan como historias paralelas a sus películas importantes, pero recién vuelve al largo con la encantadora Moonrise Kingdom (2012), también conocida como Un reino bajo la luna. En este caso colabora Roman Coppola en un guion que fue nominado al Oscar.

También fue nominado el guion de El gran hotel Budapest (2014), aunque este caso también hubo otras 8 nominaciones, y 4 premios, en rubros en los que las películas de Anderson siempre sobresalen: Música, Vestuario, Maquillaje y la especialidad de la casa, Diseño de Producción. Por todo ello esa película supone una cumbre en su carrera, y quizás por lo mismo lo que siguió fue juzgado con mayor severidad.

Ralph Fiennes brilla en El gran Hotel Budapest

Wes, hábilmente, hace un ligero cambio de dirección con el regreso al stop motion preciosista y minucioso, con Isla de perros (2018), pero luego de eso llegan La crónica francesa (2021) y Asteroid city (2023), en donde la acumulación de personajes y episodios levemente risueños hace que el todo sea muy inferior a suma de las partes. Leves cuestionamientos se vuelven menos leves. Un director demasiado cerrado sobre si mismo, o perdido en su propia casa de muñecas.

No obstante hay que destacar el episodio protagonizado precisamente por Benicio de Toro en La crónica francesa y no dejar de mencionar una serie de cortos, también del 2023, basados en cuentos de Roald Dahl, en donde el sistema de Anderson funciona mejor. Uno de ellos, La maravillosa historia de Henry Sugar, incluso se queda con el Oscar a Mejor Cortometraje.

Y con todo ello llegamos a este presente fenicio en el que los bellos fondos de siempre parecen cobijar un frente en el que regresan las tensiones de los lazos parentales visitados en sus mejores obras. Un regreso al principio que le da a todo el esquema de su obra una mayor simetría, esa que tanto persigue.

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