En la Grecia antigua se consideraba al oráculo como una respuesta de una deidad a una pregunta personal acerca del futuro cercano. Una conexión con lo divino que da sentencia a una de las inquietudes más grandes del humano: el porvenir.
Bajo este concepto David Cronenberg se convierte en el ente superior al que la raza humana recurre para encontrar respuesta a su trivial e incierto futuro.

En la secuencia inicial vemos un programa de T.V. que dice ser "para llevarse a la cama con uno". Luego de esto aparecerá dentro de este, una especie de secretaria que despierta al protagonista y como dice ella: lo hace volver dolorosamente al estado de consciencia.
Desde este momento Cronenberg planta bandera sobre el tema a tratar. El consumo de televisión/entretenimiento como escape de la realidad, de la consciencia plena. Un programa que permanece con nosotros antes de dormir y despertarnos. Que se encuentra presente en los momentos donde la realidad debería arrollarnos, con todo lo que conlleva.
Luego de esta escena vendrá una presentación de contenido. El protagonista observará unas fotos sexuales, en blanco y negro, que teñirá de rojo a base de unos restos de comida. En sus primeros consumos, e interacciones con estos, vemos el contenido que busca la sociedad moderna. Unas fotos que en principio podrían simbolizar la pasión o el deseo terminan intervenidas violentamente, con una especie de sangre que es jugo de tomate. Se presenta una concepción que se reforzará en el diálogo entre ejecutivos: "(...) es muy suave, necesito algo más fuerte."
Acto seguido se mostrará una antena, distribuidora de información, que fundirá en barrotes. Barrotes de una prisión dual, donde ambos, productores y consumidores, son presos y carceleros, a la vez, de un sistema cada día más cínico e insensible.
Esta idea se verá repetida en la escena de la llamada a la radio, donde al mismo tiempo que vemos a la conductora atender una llamada, se muestra una secretaria al teléfono. De esta manera, se enmascara el llamante. Cualquiera podría ser este porque cualquiera está a merced de formar parte activa, como espectador y realizador, de este nuevo entretenimiento violento y crudo. Así como, luego, estarán el protagonista y su novia formando parte activa de lo que se ve de fondo en la televisión.
Un tiempo después, Renn dirá frente a un producto presentado que necesita algo más contemporáneo. Mostrarle a la gente lo que sucede debajo de las sábanas, que eso es muy ingenuo, demasiado dulce.
Bajo estos tres ideales, el director, basará, no un juicio, sino, una crítica. La crítica a una sociedad moderna sumida en las preocupaciones y, por ende, totalmente retraída. Un mundo donde la violencia reina, sobretodo en la intimidad. Una sociedad en la que el entretenimiento es religión y el consumo, rito. Donde la ayuda a los despavoridos es introducirlos a ese consumo, como se ve en la "Cathode Ray Mission". Un consumo problemático, donde se interpreta erróneamente y se busca siempre la satisfacción animal. Una sociedad donde la conversación pasó de moda y la reinserción se encuentra en el monólogo. Quizás eso sea lo único que se encuentra bajo sábanas.
El inicio del segundo acto se verá marcado por la revelación de la esencia de Videodrome. Una lucha por el control de la realidad. O'Blivion, no casualmente, advierte del impacto en la percepción que produce la T.V. La idea de quien controle el consumo, controlará las mentes, y, quien controle las mentes controlará la realidad. Videodrome produce un tumor. El contenido más cínico se roba, poco a poco, la humanidad. La televisión pone en jaque la realidad del mundo que el humano siempre creyó inalterable, genera visiones. Destripa, literalmente, la condición humana para moldearla como algo novedoso.
Posteriormente, se nos va a mostrar al sistema. Éste, representado en Convex, dueño de óptica y realizador de Videodrome, dueño de la visión, bajo la falacia de ayudar a Max, lo convertirá en un soldado, lo que siempre fue, a través de una pantalla portátil y lo culpará de los consumos propios y ajenos. Lo interrogará acerca de la razón del consumo de Videodrome y toda lo que distribuye en su canal, deslingándose y excusándose de la situación, como es característico del sistema.
Finalmente, Max, quien llevó al límite el tumor de los consumos, deberá dejar de lado lo único que mantiene con vida al Videodrome, su cuerpo. Será el encargado de sacrificarse como muestra de revolución ante ese nuevo ideal de vida. Dentro de un barco abandonado, entre diarios dejados y delante de una fogata se desprenderá por completo de la violencia trasplantada. Porque hay una sola característica humana que el Videodrome no pudo arrebatarle: la muerte.
Así concluye el director esta respuesta profética que pide la sociedad moderna o tecnológica. Una respuesta que se agrava con el tiempo. Un futuro, y presente, que agudizan cada vez más el consumo morboso, violento y amarillista. Consumos inexplicables, aunque altamente demandados. Una violencia fomentada por la digitalidad, donde el insulto no importa y la agresión es moneda corriente. Por su parte un “entretenimiento” enfocado únicamente en las métricas capitales, que otorga y fomenta aquello que el público reclama en un círculo vicioso y simbiótico, casi parasitario uno del otro. ¿Cuanto nos falta para perder esa humanidad? ¿Qué hacemos para mantenerla? Debemos prestar atención y ser conscientes de nuestro presente si no queremos un desenlace como el de Max Renn. No dejemos la humanidad en recamara. No esperemos tener que recurrir a la muerte para recuperar la humanidad.
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