¡Feliz Cumple Jason Voorhees!

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Este año solo hay un viernes 13, y es especial porque coincide con el natalicio de uno de los asesinos seriales de adolescentes más prolíficos y carismáticos de la historia del cine de terror: el joven y desmesurado Jason Voorhees (detrás de la máscara, se supone que sí, ¿no?).

Aquellos que nunca vieron Viernes 13 (1980) de Sean S. Cunningham permítanme decirles algo: envidio profundamente si están comenzando a descubrir el fantástico mundo del slasher. Los espera una de las películas más perfectas y atractivas del subgénero. Es cierto que La masacre de Texas y Halloween supieron funcionar como el inicio de todo ese mundo dedicado a los adolescentes fuera de control y los asesinos en serie que llegan para ponerle fin a esto, pero es Cunningham (con algo de ayuda de sus amigos) quién da el siguiente paso. Los jóvenes de los 80 en lugares alejados desprovistos del control parental y entregados a las pasiones más bajas se vuelven norma a partir de esta película, que no solo es genial por el modo en que presenta y elabora la fórmula del slasher sino también porque guarda bajo la manga un as perfecto qué Wes Craven se ocupa de utilizar en la secuencia inicial de Scream 1.

Más allá de las caras conocidas, que también se hacen presentes en películas como Pesadilla en Elm Street, lo interesante de este film es el modo en que el placer y el miedo fluyen y se acompañan para llevarnos de la mano por uno de los imaginarios más recurrentes del cine de terror: El del bosque, el peligro, la noche y el acecho. 45 años después de su estreno, Viernes 13 sigue siendo un film iniciático cuya experiencia definirá el rechazo absoluto al horror o la entrega fiel y eterna al género. Y además, junto con Halloween de Carpenter, tiene por lo menos un día al año dedicado a su visionado obligatorio.

Festejo por partida doble

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Cuando se celebra el cumpleaños de alguien se festeja su nacimiento, el día en que la criatura atraviesa el canal de parto para descubrir un mundo nuevo. Pero también, es el día en que una mujer se convierte en madre, experimentando por primera vez el amor y el terror absolutos. En junio de 1947 Pamela Voorhees trae a la vida a ese pequeño niño que solo vive pocos años por culpa de un grupo de adolescentes que no hicieron bien su trabajo. Ese día, o quizás algunos años después, el vínculo con su hijo se hace carne, al punto de llevarla a cometer locuras que nunca imaginó.

Esta historia, descubierta por el espectador al final de la primera entrega, es la médula espinal del acontecimiento fundante que da origen al film, a su tragedia y a la venganza que conlleva. Y es determinante porque nos prepara para sorprendernos por la verdadera identidad del asesino de la película. Saber su nombre es cuestión de vida o muerte, como quedó demostrado en la llamada telefónica que Drew Barrymore atiende en el comienzo del Scream y que definirá su futuro. Dejemos el análisis de este elemento para el final.

Friday The 13th se estrena muy pocos años después de que los films de Hooper y Carpenter pusieran sobre la mesa la idea de los asesinos seriales y sus traumas familiares como germen del horror. Cunningham recupera esta premisa, haciéndose eco de las estructuras narrativas que estos films plantean: hay un asesino, un lugar alejado de la cotidianeidad, adolescentes en situación de ocio y una chica que llega al final de la película batallando incansablemente por su vida.

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La influencia de estos films en la película es obvia, especialmente por la secuencia inicial que funciona como un prólogo de lo ocurrido en Crystal Lake en el verano de 1958, lugar donde Jason pierde la vida un año antes. Desde un primer momento es posible reconocer que el modo en que Cunningham elabora la primera aparición del asesino y sus crímenes iniciales retoma la emblemática secuencia de arranque de Halloween de John Carpenter. El uso de la cámara subjetiva recorriendo el espacio cómo lo hace el asesino, y vedando su identidad al público, es cercana al crimen que Michael Myers comete en su infancia. Este recurso, el de utilizar la subjetiva para negar la identidad del asesino y, a la vez, forzar al espectador a ponerse en sus zapatos, es una constante en todo el cine de terror de los ochenta. Lo que Carpenter inauguró termina convirtiéndose en un recurso propio del subgénero al que Cunningham rinde tributo.

El slasher se produce en los ochenta habilitando una lectura de época en la que no solo los adolescentes eran algo que temer sino que su degradación, en términos sexuales y de consumo de drogas, era objeto de debate no solo en medios nacionales sino por parte de la administración de Reagan. En este sentido, el asesino no solo mata sino que “limpia” a aquellos que se entregan al descontrol, a la falta de responsabilidades y a la negligencia. Uno a uno los adolescentes problemáticos son “desaparecidos” de la narrativa dejando en pie a la única capaz de encarnar los verdaderos valores que la estados unidos de la época deseaba en sus jóvenes: el trabajo digno, las habilidades manuales, la virginidad y la reticencia al descontrol.

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Si bien Cunningham cumple con este mandato implícito que los estudios académicos no dejan de reconocer en el cine de la época, también supo tomar sus licencias. En el film, no hay ningún personaje ajeno al consumo de drogas, alcohol o a los placeres del sexo. La chica final de Viernes 13 comete faltas, pero éstas no son tan graves como las de sus compañeros. Quizá sea este el motivo por el que su permanencia en el recuerdo del espectador no sea tan fuerte como la de Laurie Strode, quien supo sobrevivir a la furia de Michael Myers a fuerza de trabajo duro y autocontrol. Sin embargo, guarda para el final del film una interesante reflexión que rompe con muchas de las propuestas de la época: el mundo no sólo está lleno de adolescentes fuera de control sino de mujeres de mediana edad fuera de quicio.

Friday the 13th (1980) - Movie Review : Alternate Ending

La maldición por la muerte de Jason reaparece cuando el Campamento Crystal Lake está a punto de reabrir sus puertas. Tal como Clover señala, los lugareños se ocupan de advertir a cada uno de los extranjeros que llegan para trabajar al lugar respecto de la maldición del “Camp Blood” (campamento sangriento): ese evento trágico del pasado está a punto de desencadenarse una vez más, especialmente porque ese día (aquel en el que se desarrolla toda la historia), es el aniversario de las primeras muertes. En este contexto, aparece un personaje que remite de manera directa a las primeras secuencias de La masacre de Texas de Tobe Hooper. El loco de la camioneta, quien les advierte del peligro lesionando al hermano discapacito de la protagonista, encuentra en Viernes 13 un correlato en la figura del loco del pueblo que se inmiscuye en la cocina del lugar para decirles que están malditos y que deben irse del lugar. Obviamente, nadie lo escucha.

La lista de similitudes que la película de Cunningham presenta con aquellos films iniciáticos que Clover denomina proto-slashers, y que pueden ser leídas como una copia esteril de lo que las volvió exitosas, pierde su efecto de decepción en la revelación final. El verdadero asesino de Friday the 13th no es el niño que vuelve para vengarse sino su madre, la que no pudo evitar la tragedia de su ahogamiento. Cunningham nos regala a la primera asesina reconocida del slasher: la Señora Voorhees.

Friday the 13th Prequel Series Reportedly Finds Its Pamela Voorhees in MCU  Star

Con su pelo corto repleto de fijador y un sweater celeste de punto, Pamela Voorhees masacra y destripa sin piedad a todo el campamento. Es la ira lo que la moviliza, la necesidad de ajusticiar a su pequeño hijo muerto por la negligencia de un grupo de adolescentes que prefirió tener relaciones sexuales antes que controlarlos mientras jugaban en la costa del lago. En su aniversario reaparece para ponerle fin a un ciclo que, intuye, está a punto de repetirse. El porqué este personaje se vuelve un emblema del horror está a la vista: la asesina es una mujer de mediana edad sonriente e impecable interpretada por Betsy Palmer, una reconocida actriz de Broadway y de la televisión. Aunque no podemos medir el impacto que supuso su aparición, sí podemos ser conscientes de su influencia en el cine de terror posterior. Si bien el tema de la madre fuera de control se había abordado con recurrencia en el cine, incluso por fuera del género, la brutalidad con la que encarna su tarea criminal y la profundidad de su perturbación (mátala mamá, mátala dice imitando la voz de su pequeño hijo) la ubican en el podio de las mejores asesinas de ficción de la historia.

Pamela aparece en pantalla como una señora dispuesta a ayudar, sin que nadie sepa que en realidad es una madre capaz de cualquier cosa para cumplir el deseo de su pequeño hijo el día en que hubiera cumplido años.

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