“El monstruo que me salvó del mundo real” Algo de cine reflexivo. 

Cuando era más chico, pensaba que los monstruos vivían en las películas. Que eran esas criaturas con dientes afilados, ojos brillantes, o cuerpos enormes salidos de algún universo imposible. Hoy pienso distinto. A veces los monstruos están vestidos de uniforme, hablan con autoridad, viven en la misma casa que uno… Y otras veces, los verdaderos amigos tienen forma de fauno, o de ser extraño que te lleva de la mano hacia otra realidad.

El laberinto del fauno (2006), de Guillermo del Toro , no es solo una película de fantasía, aunque tiene algo de la lucha por la aceptación. Es una película sobre la resistencia. No la resistencia armada, sino esa más silenciosa: la de una niña que se refugia en un mundo inventado porque el real es demasiado cruel para ser habitado. Y ahí aparece él. El fauno. Un ser que no es claramente bueno ni malo, que da miedo y fascina a la vez. Pero que, en medio del caos, le ofrece a Ofelia algo que nadie más puede: una elección.

Lo que me impacta de esta historia no es solo la belleza visual ni su originalidad —que las tiene—, sino cómo la fantasía se convierte en una herramienta de supervivencia emocional. En un entorno donde los adultos fallan, donde la guerra y el autoritarismo lo consumen todo, Ofelia encuentra en ese monstruo extraño la posibilidad de escapar, pero también de tomar decisiones propias. Algo que, a esa edad, no suele estar permitido.

También entendí que hay algo muy profundo en cómo Ofelia acepta lo extraño sin necesidad de entenderlo del todo. No intenta cambiar al fauno, ni juzga a las criaturas que encuentra. Hay una ternura silenciosa en eso. A veces, aceptar lo desconocido —lo que da miedo, lo que parece ajeno— es un acto de amor. Y quizás por eso ella logra ver belleza donde otros solo ven monstruos.

Me hizo pensar en cuántas veces uno se construye su propio laberinto para no rendirse. En que no todos los monstruos que nos cruzamos vienen a destruirnos. Algunos aparecen para mostrarnos un camino, aunque sea difícil. Porque lo realmente monstruoso, en esta película, no es lo fantástico: es lo humano. Lo que se hace en nombre del orden, del deber, del poder. Lo que no tiene magia, pero sí maldad.

Viendo esta historia desde la adultez, me doy cuenta de que el fauno es algo más que una criatura. Es una metáfora. Es ese rincón interno al que uno va cuando todo lo demás duele. Ese amigo que no se presenta con palabras lindas, pero te desafía a ser valiente cuando el mundo te exige obedecer. Ese otro yo que aparece cuando todo se rompe… y aún así elegís seguir siendo vos.

Quiero darles un final reflexivo. A veces los monstruos no vienen a asustarnos, sino a recordarnos quiénes somos cuando todo afuera se vuelve inhumano. En lo oscuro, aparece la imaginación. Y en lo extraño, la ternura. Porque a veces el único lugar donde podemos ser libres… es en ese rincón que inventamos para no perdernos del todo!!

La verdad es que dude mucho si escribir sobre esta película o no, pero a fin y al cabo mi intención es que se animen a verla. Saludos amigos!!

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