El argumento de Ready Player One no es solo una excusa para armar una aventura gamer. Es, en realidad, el envoltorio de una gran estafa emocional. ¿Cuál? La idea de que recordar el pasado ya es, en sí, un acto narrativo. Que ver al DeLorean de Volver al Futuro, escuchar un tema de A-Ha y ver pelear a Gundam contra Mechagodzilla es suficiente para crear una historia. Pero no lo es.
Wade Watts no tiene profundidad. Es el típico elegido, sin contradicciones internas, con una misión noble prefabricada y una rebeldía perfectamente alineada al manual del héroe. No aprende nada nuevo salvo que… bueno, la realidad está buena (cuando no sos pobre). Lo mismo su equipo, que funciona más como colección de arquetipos que como personajes reales. La “química” con Artemis es tan automática como las referencias a Atari.
Pero el verdadero protagonista es OASIS, un universo virtual donde todo es posible… excepto pensar algo nuevo. Todo lo que importa ya pasó: las pistas están escondidas en películas de los ‘80, los desafíos se basan en juegos retro, las claves emocionales están ancladas en el pasado de Halliday, que claramente no superó su adolescencia nerd. La película se disfraza de aventura futurista, pero es un altar a la nostalgia geek, elevado con CGI carísimo.
Y ahí está el truco: Ready Player One no cuenta una historia, sino que activa recompensas emocionales como si fuera una tragamonedas de recuerdos. Cada vez que reconocés un personaje o una música, tu cerebro libera una microdosis de dopamina. No importa si aporta algo a la trama. ¿A quién le importa la historia cuando podés ver al Gigante de Hierro haciendo dab?
Spielberg lo sabe. Y aunque en algunos momentos se divierte con eso (la escena de El Resplandor es un ejemplo brillante de autor parodiándose a sí mismo), en la mayoría de los casos parece estar haciendo scroll en su propia memoria cultural para ver qué íconos puede arrastrar al timeline visual.
Y lo más irónico: la película quiere criticar a las corporaciones que mercantilizan lo digital… mientras Warner Bros te enchufa todos sus copyrights en cada frame. Es como si un vendedor de NFTs hiciera un documental sobre el peligro de los NFTs.
Al final, Ready Player One dice que lo real es mejor que lo virtual. Pero te lo dice luego de dos horas hiperestimuladas de nostalgia, con más fanservice que arco narrativo. Es como si alguien te gritara “¡DEJÁ EL CELULAR!” por TikTok.
¡Comparte lo que piensas!
Sé la primera persona en comenzar una conversación.