“Ernest Hemingway escribió una vez: «El mundo es un lugar hermoso y vale la pena luchar por él». Estoy de acuerdo con la segunda parte.”
Hace treinta años el detective Sommerset sentenciaba el final de ‘Se7en’ robándole la frase a uno de los escritores más reconocidos y célebres de la historia contemporánea, haciendo alusión a la idea de que el mal jamás descansa. Solo espera. El mal es por definición una palabra, concepto –o forma en tal caso– que abarca todas las peores cualidades que puedan existir. El mal puede estar representado mediante las acciones dañinas de un ser humano, puede ser un rostro que nos perturba en medio de la madrugada, y también pueden ser las decisiones que tomamos. El último caso es el que contiene en el centro a una serie de eventos desencadenados por la malicia en el nuevo thriller del maestro japonés Kiyoshi Kurosawa, pero sobre todo la codicia, uno de los siete capitales que el mismo Sommerset le enumera a su jefe, dándole a entender que lo que acababan de presenciar era tan solo el comienzo de algo mucho más perturbador.

Ryôsuke Yoshii, protagonista de este retorcido viaje criminal/psicológico, es una persona tocada por lo divino aunque no lo merezca: su jefe lo quiere como gerente en su fábrica aunque él le reitere constantemente de su nulo compromiso laboral, sumado a que además revende productos en línea estafando a quiénes les compra, tiene una pareja adorable que no reniega de su fría compañía…y posee un sentido moral de la vida que contradice caprichosamente las normas establecidas por el sistema. En resumen, Yoshii es un adulto sumido por un sistema controlado que impulsó cautelosamente la idea del individualismo como pico del bienestar supremo, que dijo basta y ya no acepta ordenes de los demás, y que a su vez pretende la aceptación de los pocos que tiene a su alrededor.
Hace unos meses caí en una trampa que tranquilamente pudo haber sido diseñada por alguien como Yoshi. En un intento desesperado por hacer algo de dinero extra me metí en una estafa de Internet que prometía generar dinero a través de las criptomonedas. Estaba desesperado. Jamás le conocí la cara a la persona que me robó dinero y la bronca de saber que nunca pude hacer nada al respecto me persigue desde ese momento. Sentí terror por lo que pensé que podría haberle hecho a esa persona si hubiese visto su rostro, y me desconocí. Juré nunca más meterme en negocios promovidos por las redes sociales y ese fue el fin de mi relación con ese oscuro estado de Internet.

En el cine de terror japonés existe una noción de que el ser humano es el único monstruo que existe en el planeta. Un monstruo como aquel que así como a mí, estafo a miles y se hizo una fortuna a costa de la desesperación. En ese mismo círculo de caos en los que caemos constantemente los japoneses han sabido crear algo macabro y extraño con las películas más representativas del género, títulos que parecen pesadillas transferidas directamente desde lo más oscuro de la consciencia hasta la pantalla grande. Títulos que tienen el poder de inquietarnos e incomodarnos desde la sencillez que puede resultar el ver a alguien mirándonos fijamente en una playa desierta, o el sentir la presencia de una sombra que toma vida para acercarse hacia nosotros. Creadores de una violencia silenciosa que se escurre entre nuestros pensamientos y nos sacude cuando menos lo esperamos.
Entre el año 1997 y el 2001 el director japonés creó dos obras maestras del terror curiosamente dispares entre sí, pero que apostaban por dar un mismo mensaje: hay que aceptar que no tenemos el control de nada más que el de nuestras decisiones. Dos obras de culto en donde los protagonistas descubren microuniversos de lo más extraordinario en donde no existen otras reglas que no sean las que imponen sus “villanos”.

Inentendida en su tiempo por medio planeta pero alabada por la otra mitad casi dos décadas después, ‘Cure’ (1997) narra la historia de un detective interpretado por el majestuoso Kôji Yakusho (el mismo de Perfect Days) en donde se adentra en varios casos de asesinato conectados por personas que no recuerdan cómo asesinaron a sus víctimas: la contracara y una reformulación paranormal de la clásica estructura del asesino serial. Kurosawa había creado una obra de culto en donde la cámara, al igual que en la mayoría de sus obras, nos acompaña aterrorizada junto a nosotros esperando que suceda lo espeluznante, quieta, en estado de shock. Preparándose para lo peor…

Este patrón de conducta técnico paradójicamente controlado por su creador se repetiría cuatro años más tarde con ‘Pulse’ (2001), precuela espiritual –y no oficial– de la obra que será sujeto de análisis varios párrafos más abajo. Abrumado por el avance de la tecnología digital a principios de siglo, Kurosawa se adelantó en el tiempo para mostrarnos el miedo a la soledad y la depresión en la sociedad moderna al encontrarse atada a las comunicaciones digitales y no físicas. El suicidio (tema de suma sensibilidad en Japón) de un joven en Tokyo da el puntapié ideal para explorar temas como el olvido, la inmortalidad y el paso del tiempo.
Y si en ‘Pulse’ el director “electrificó” estos entes para hacernos sentir vulnerables frente a lo desconocido, en ‘Cloud’ es donde se deshace de espíritus y otros entes, y recae el peso de la monstruosidad en el ser humano. El arco de su protagonista, Yoshii, es sencillamente genial. Los primeros diez segundos de la película nos muestran a este revendedor marcando estratégicamente las reglas de un juego que será el fruto de su perdición. Yoshii ve en la reventa online la salida ideal de su situación económica: bajo el alias “Ratel” (mamífero asiático que se caracteriza por su ferocidad, algo que se alinea con el carácter de Yoshii) se dedica a comprar productos falsos al por mayor en pequeñas tiendas por un precio X para revenderlos a precios irrisorios con la falsa promesa de calidad asegurada.
Lo que no sabe Yoshii, o no quiere ver, o no quiere entender, es con qué clase de personas se está metiendo, y ahí está, irónicamente, el giro en su persona. “Nunca hagas lo que no te gusta que te hagan a ti”, me repitió en su momento mi maestra de la primaria hasta que me quede pegado en el cerebro. Y es que el pasado, de alguna manera, siempre termina volviendo. Luego de renunciar a su trabajo como operario en una fábrica el ex jefe enloquece, forma un grupo de rebeldes inadaptados en busca de venganza que de alguna manera fueron afectados por las decisiones de Yoshii, y emprenden un camino del que no hay vuelta atrás.
Kurosawa puede que haya perdido parte de aquello que hacía GENUINAMENTE terroríficas a sus películas, pero las ideas, las ideas también pueden ser aterradoras. Y esta sin dudas tiene dos condimentos perfectos que si se sazonan adecuadamente pueden erizarnos la piel en varios momentos: EL MAL…Y EL SER HUMANO.
POR JERÓNIMO CASCO
Publicado el 11 de JULIO del 2025, 01.35 AM | UTC-GMT -3
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