Bajo la misma wifi 

Julia siempre creyó que el amor era como las películas de Nora Ephron: encuentros casuales en librerías o discusiones tontas bajo la lluvia. Pero a los 28, su vida romántica se reducía a *me gusta* sin respuesta en Instagram y dates con hombres que hablaban más de su perfil de LinkedIn que de sus sueños.

Todo cambió una madrugada de marzo, cuando su router dejó de funcionar.

—¿En serio? ¿Ahora? —maldijo, golpeando el aparato mientras su serie favorita se congelaba en el peor momento. Sin pensarlo, subió a Twitter (sí, todavía lo llamaba así) un grito al vacío:

*"Algún vecino de ‘Los Pinos’ (edificio azul) que me preste su Wi-Fi hasta mañana? Mi router murió y mi serie no se ve sola. Prometo galletas"*.

Diez minutos después, un mensaje directo:

**"Contraseña: Julia_ComeGalletas. Soy el 4B. Las galletas mejor con chocolate blanco. —Marcos"**.

Julia sonrió por primera vez en semanas.

### **Días de señal prestada**

Marcos no era el típico héroe romántico. Trabajaba en diseño gráfico, coleccionaba tazas feas de viaje y, según su perfil, había publicado un hilo viral sobre por qué *Regreso al Futuro II* era mejor que la primera (Julia lo odió por eso hasta que él le explicó su teoría con dibujos en una servilleta digital).

Habían hablado por semanas sin verse. Julia le enviaba memes a las 3 a.m.; él le recomendaba canciones con letras que parecían escritas para ellos. Una vez, ella mencionó que amaba el olor a lluvia, y al día siguiente apareció un frasco etiquetado *"Aroma de tormenta (según Julia)"* frente a su puerta.

Pero el destino, como siempre, jugó sucio: el router de Julia se arregló, y con él, la excusa para seguir conectados.

### **El problema de la vida real**

Se conocieron por fin en el ascensor. Marcos llevaba una sudadera con el logo de *Jurassic Park* y olía a café recién hecho. Julia, sin maquillaje y con el pelo revuelto, murmuró algo sobre el clima.

—¿Tú eres la chica de las galletas? —preguntó él, sonriendo.

—¿Tú eres el que arruinó *Regreso al Futuro* para mí?

Fue torpe. Hermosamente torpe.

Pero la vida no es un *rom-com*: Marcos tenía una beca para mudarse a Berlín en dos meses, y Julia acababa de firmar un contrato en Barcelona. Pasaron semanas de cafés robados entre reuniones, manos que casi se tocaban en el metro y conversaciones que terminaban en *"¿Y si…?"* nunca contestados.

La noche antes de su vuelo, Marcos llamó a su puerta.

—No puedo irme sin enseñarte algo —dijo, mostrando su teléfono.

Era una lista titulada *"Razones por las que Julia debería visitar Berlín (algún día)"*:

1. *Hay un cine que proyecta tus películas favoritas los domingos.*
2. *Podemos discutir sobre Marty McFly en persona.*
3. *El Wi-Fi es gratis.*

Julia rió, pero sus ojos ardían.

—¿Qué pasa si ‘algún día’ nunca llega?

Marcos le tomó la mano y colocó algo en su palma: un USB con forma de corazón.

—Por si quieres saber cómo termina la historia.

### **Finales y principios**

En el avión a Barcelona, Julia insertó el USB. Era un video:

*"Hola. Por si no nos vemos otra vez…"*, decía Marcos frente al edificio, *"te dejo la contraseña de mi Wi-Fi por si alguna vez quieres ‘robarme’ señal otra vez. O por si solo quieres hablar. O…"*. La cámara temblaba un poco. *"O por si decides que Berlín tiene mejor chocolate blanco"*.

Julia cerró la laptop y respiró hondo.

Un año después, en un departamento alemán con tazas horribles en la estantería y un router que parpadeaba feliz, Julia escribió un nuevo tuit:

*"Contraseña: Marcos_AmaAJulia. PS: Tenía razón sobre *Regreso al Futuro II*"*.

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