Sinopsis: En la trama de A Dos Metros de Ti , Stella Grant (Haley Lu Richardson), de dieciséis años, es diferente a la mayoría de los adolescentes: debido a la fibrosis quística, pasa mucho tiempo en el hospital, entre tratamientos y seguimiento médico. Un día conoce a Will Newman (Cole Sprouse), un chico que padece la misma enfermedad que ella. La atracción es inmediata, pero los dos se ven obligados a mantener distancia el uno del otro por motivos de salud. Mientras Stella piensa en romper las reglas y acercarse al chico de su vida, Will comienza a rebelarse contra el sistema y a rechazar el trato riguroso.
Stella es una adolescente que padece fibrosis quística, una enfermedad genética que provoca, entre otros problemas, una gran cantidad de mucosidad en los pulmones (requiriendo un trasplante para evitar que la paciente muera). Acostumbrada a vivir en un hospital, Stella creó un canal para hablar sobre su tratamiento y rutina, haciendo amigos fuera del lugar y siguiendo estrictamente cada paso de su tratamiento. Lo que no esperaba era tener la oportunidad de enamorarse también en un lugar tan desgarrador; Cuando Will (que también sufre de fibrosis quística) aparece en sus vidas, ambos comienzan a cuestionarse cómo es realmente vivir. Todavía hay un agravante en su relación: Will es portador de una bacteria que impide el trasplante, por lo que no puede acercarse a 6 pasos de Stella para evitar el riesgo de infectarla.

Para ser honesto, el encanto y las muchas veces que volví a ver la película A Dos Metros de Ti, en los primeros minutos Stella es tan carismática y tan llena de luz que el cariño por ella se produce casi al instante. Su amistad con las enfermeras y su mejor amigo, Poe es encantadora, al igual que la forma en que Stella maneja una situación tan difícil. La llegada de Will cambia su rutina controlada y aporta un poco de impulsividad y sorpresa, que también es delicioso de ver. El joven ve la vida de una manera más cínica, afirmando que no le importan las cosas porque su cuerpo tiene “fecha de caducidad” y la forma completamente antagónica en la que los jóvenes afrontan la enfermedad trae lecciones para ambos: Stella aprende a permitirse un poco más, a someterse a un tratamiento para vivir realmente (en lugar de vivir para su tratamiento); Will entiende que es necesario valorar la vida que se tiene, por eso es tan importante cuidarse.

Su relación se desarrolla de forma paulatina y es tan dulce y dolorosa que la película tiene el contacto físico como base de varias reflexiones: el abrazo fuerte, el suave apretón de la mano para transmitir fuerza, el beso apasionado. ¿Cómo vivir sin todo esto? ¿Cómo podemos encontrar una manera de lidiar con la falta de contacto humano, necesario desde que nacimos? Al mismo tiempo que la película nos hace reflexionar sobre esto y valorar la oportunidad que tenemos, también nos causa un dolor enorme en el corazón cuando pensamos en aquellos que no tienen esta oportunidad -que, para aquellos que no sufren- de la enfermedad, parece algo tan básico, tan común.

El final de la película me sorprendió, esperaba una vibra A Culpa é das Estrelas e, incluso cuando se trata una enfermedad que a menudo es mortal, A Dos Metros de Ti logra concluir esta emocionante historia de una manera menos obvia pero igualmente emocionante. Después de seguir la trayectoria de Stella y Will, quienes “le robaron a la vida” solo un paso para acercarse el uno al otro, es conmovedor darse cuenta de cuán profundamente esta relación cambió a cada uno de ellos.
A Dos Metros de Ti se convirtió en mi película favorita, me hizo reflexionar y me inspiró de muchas maneras, recordándome el valor de nuestra salud, de agradecer lo que tenemos y que debemos disfrutar cada segundo con los que amamos.



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