Escuchamos una canción (Roxy Music “All the Way From Memphis”). Primero, vemos una boda, felicidad inquebrantable, es todo lo que cualquier persona necesita para vivir. Luego, otra canción (T-Rex “Hot love”). Primeras experiencias sexuales, deleite en la fisicalidad, descubrimiento de los secretos del amor. La felicidad no dura mucho. El marido de Bess trabaja en una plataforma de perforación en alta mar, tiene que irse por unas semanas. Una canción más (Deep Purple “Child in Time”). Bess sufre la separación de su amado; él es todo su mundo. Los seres sensibles absorben el dolor del mundo. Sólo le queda esperar diariamente una llamada telefónica, cualquier señal de su amado.
La comunidad local es un enclave cerrado, rodeado por una muralla de montañas y un vacío natural. La iglesia es el lugar central de encuentro social y el pastor es el guía en todos los caminos, desde la vida hasta la muerte. Su mundo es la religión, en este caso, la forma más conservadora del protestantismo. La presencia de límites aldeanos claramente definidos determina la existencia de un tipo de fe no exenta de estereotipos, simplificaciones y esquemas. Estos grupos pequeños y cerrados quieren seguir siendo así durante el mayor tiempo posible, protegiendo la tradición, la cultura y la religión del Mal (es decir, de lo diferente, de lo que no encaja en la realidad familiar), rompiendo cualquier signo de insubordinación y antitradicionalismo.
Escribir sobre Rompiendo las olas es una tarea ardua y una de las más difíciles, incluso luego de haberla visto muchas veces, en los últimos 28 años. Una película que no se parece a ninguna otra, emocionalmente intensa, con diversas interpretaciones, en muchos niveles. Pero, sobre todo, es una obra que no me deja dormir tranquilo, que se apodera de todos mis pensamientos y sentimientos durante un tiempo, que en lugar de salir volando de mi cabeza y de mi imaginación, sigue ahí, atormentándome y desestabilizando lo que espero de la vida, del mundo. “Breaking the Waves” (1996) te arrastra a un juego peligroso, impactante e intimidante con la historia de Bess McNeill, interpretada por la debutante Emily Watson.
Las películas de Von Trier pueden ser odiadas o amadas. El director tortura al espectador con premeditación, creando historias que son, al mismo tiempo, hermosas y pesadillescas, porque son verdaderas, inusuales. La película perturba, luego duele, porque la parábola de la buena Bess no es simple, infantil y ciertamente no es estúpida (como las opiniones que se podrían escuchar). La obra puede ser herida si hacemos una breve descripción, porque parece ser una simple historia de amor entre Bess y Jan. Lars von Trier envolvió esta simplicidad en ropajes tan hermosos y simples: creó una historia que combina hilos religiosos, filosóficos y sociológicos. Y también raya en una especie de fábula moral, hablando de la buena Bess, una persona que probablemente nunca existió o existirá (o quizás, sí), ¿y si alguien en algún lugar conoce a una persona similar a Bess?... Pero no, es imposible, a menos que ustedes, queridos lectores, fueran pacientes de un hospital psiquiátrico, donde parecen estar destinados los anormales y diferentes, que dicen ser: Cristo, María Magdalena y Juana de Arco en una sola persona. Expulsada de la conciencia colectiva, de nuestra cultura, que de ninguna manera anhela ni recompensa la bondad pura. Así es Bess.
Rompiendo las olas llevó cinco años y costó cuarenta y dos millones de coronas (el equivalente a unos 7 millones de dólares estadounidenses). La idea de la película surgió de la infancia del director. Solía leer libro infantil llamado Guldhjerte [Goldheart], un libro ilustrado sobre una niña que se adentra en el bosque con algunas rebanadas de pan y otras cosas en los bolsillos. Pero al final del libro, cuando atraviesa el bosque, está allí de pie desnuda y sin nada. En la última línea del libro se puede leer: “Pero al menos estoy bien”. Parecía expresar, en extremo, el papel del mártir. La historia de “Rompiendo las olas” (traducida en castellano “Contra viento y marea”) probablemente proviene de ahí. Goldheart es Bess en la película. Es decir, una película con un tema religioso, sobre milagros. Y al mismo tiempo, completamente naturalista.
La historia de la película cambió mucho con el paso de los años. Al principio, quiso rodarla en la costa oeste de Jutlandia, después en Noruega, después en Ostende, en Bélgica, después en Irlanda y, al final, en Escocia. Probablemente no sea coincidencia que gran parte de la película se desarrolle en la isla de Skye, adonde fueron muchos pintores y escritores durante el período romántico en Gran Bretaña en el siglo XIX. Trabajó mucho en el guion. Al estilo del director danés Carl Theodor Dreyer, cortando fragmentos, condensándolos y refinándolos. Pero entonces, justo antes de empezar a rodar, perdió el entusiasmo. El proceso había sido tan agotador que se había cansado, la había dejado atrás. ¿Cómo no entenderlo? Somos inconstantes y a todos nos resultar difícil aferrarnos, a la misma idea, durante tanto tiempo. Todo el tiempo surgen nuevas ideas y otros proyectos. Y, por supuesto, existe el riesgo de añadir nuevas ideas a los viejos proyectos, para refrescarlos. A veces, puede no ser una buena idea. Se corre el riesgo de perder lo que se tenía originalmente, de olvidar lo que se quería representar desde el principio. Y claro, está la cuestión de conseguir el apoyo financiero necesario.
El apoyo financiero para la película vino del “Fondo Europeo de Guion”. Había profesores que leían las propuestas de guiones y recibían muchas críticas por sus decisiones. Así que, para proteger su posición, utilizaban un programa informático a partir de unos diez proyectos que les habían sugerido. La idea era que el programa pudiera calcular la relevancia artística y comercial de un proyecto. ¡Y Breaking the Waves obtuvo la máxima puntuación!. La idea no deja de ser divertida. Seguramente, tenía todos los ingredientes adecuados: un marinero, una sirena, un paisaje romántico... ¡todo lo que el programa consideraba que tendría éxito comercial!
La idea de la técnica tan particular de la película, con cámara en mano y formato CinemaScope, surgió de la experiencia del director en la miniserie “El reino” (1994). La película contenía algunos de los mismos elementos cliché que “El reino”, por eso era importante dotarla de un tratamiento lo más realista posible. Un estilo más documental. Si la hubiera hecho con técnicas convencionales, que habría sido insoportable. Todo buen director saber que es importante decidir un estilo específico para una historia si se pretende que el proyecto sea práctico. En este caso, se eligió un estilo que contradice la historia, dándole el menor énfasis posible, de lo contrario hubiera sido por demás romántica o melodramática, demasiado enfermiza, insoportable. El estilo crudo y documental, la disuelve y la contradice, haciendo que aceptemos la historia tal como es. Luego, manipularon las imágenes electrónicamente. Pasaron la película a video y trabajaron en el color, antes de volver a transferirla a película. Una técnica que había comenzado a experimentar en “Medea” (1988). También, está el estilo de la novela inglesa clásica, con títulos de capítulos y encabezados que indican el contenido de los capítulos.
En las imágenes colaboró con el artista danés, Per Kirkeby, que desarrolló una forma basada en la pintura romántica. Hay muchas maneras de expresar la pintura romántica. Están los cuadros que la gente cuelga en sus paredes y luego están los artículos más genuinos que se exhiben en las galerías. En cierto sentido, es posible que las imágenes se hayan vuelto un poco más abstractas de lo que el director había planeado al principio.
En 1995, publicó un manifiesto, Dogma 95, con el objetivo de “contrarrestar ciertas tendencias en el cine actual”. El manifiesto atacaba el cine ilusorio y promovía el cine naturalista con una serie de reglas, como filmar todo en exteriores, usar cámaras al hombro sin ninguna iluminación especial y con sonido grabado directamente. La última regla era que el director no debía aparecer en los créditos. “Breaking the Waves” no sigue las reglas al pie de la letra. Están los pequeños retoques en el color y en el aspecto técnico de la película y la cuestión fundamental de que toda la película es el sello de Von Triers. Paul Valéry, dijo que “la decadencia del arte comienza con una firma”. En otras palabras, una obra será juzgada en relación con su creador.
Cuando era joven, a Lars le fascinaba David Bowie. Había logrado construir una mitología completa a su alrededor. Esa mitología, era tan importante como su música. Si Bowie hubiera compuesto música que no necesitara su firma, tal vez podría haber aprendido a hacer otra cosa. En cierta medida, no es tan importante no reconocer al creador de una obra dentro de la relación entre un artista y su público. Lo importante es el proceso en el que se crea la obra. La identidad del director, cuando no se vende, siempre saldrá a la luz. En las películas de Von Triers cada imagen contiene un pensamiento. Cada imagen y cada edición están pensadas. No hay ninguna coincidencia.
Lars es religioso. Es católico, pero no reza al catolicismo por el catolicismo. Y tiene, como tenemos todos, la necesidad de pertenecer a una comunidad de fe, quizás, porque sus padres eran ateos convencidos. En la juventud las personas se sienten atraídas por religiones más extremas (incluso las políticas). O bien desaparecen en el Tíbet o buscan la fe más estricta disponible, con abstinencia total, y todo lo que está más allá de la racionalidad. En Breaking The Waves se ataca a la religión, pero no a Dios, la religión se describe como una estructura de poder. La mecánica del poder y sus problemáticas son una obsesión en Lars. Pero no hay una crítica espuria, sino la necesidad de cultivar un punto de vista que sea fácilmente accesible y generalizable, como pescar en aguas poco profundas.
En muchos sentidos, la película intenta comprender a las personas que están obsesionadas con cuestiones espirituales, a menudo de una manera muy extrema. Y está la otra cuestión cinematográfica: si vas a crear un melodrama, tienes que incluir ciertos obstáculos. Y la religión es un obstáculo adecuado: Las conversaciones de Bess con Dios tienen una franqueza y una intimidad que da una voz humana al tema religioso.
Bess es también una expresión de esa religión. La religión es su fundamento y ella acepta sus condiciones sin rechistar. En la escena del funeral, al principio de la película, el sacerdote condena al difunto a las llamas eternas del infierno, algo que a Bess le parece completamente natural. No tiene escrúpulos al respecto. Pero nosotros, en cambio, sí. Bess se enfrenta a muchas otras estructuras de poder, como el poder que ejercen el hospital y los médicos. Y tiene que adoptar una posición utilizando la bondad inherente que posee.
Uno de los problemas para financiar la producción fue que no tenían grandes nombres en los papeles protagonistas. A todos, les asustaba el personaje de la película. Toda la película, es una extraña mezcla de religión, sexo y obsesión. Las actrices conocidas a las que contactaron querían arriesgar sus carreras, como Helena Bonham Carter, que se retiró del proyecto en el último minuto. Por eso buscaron artistas que realmente quisieran participar. Y se visualiza en la obra total, están totalmente comprometidos con la película.
Hicieron una audición con varias actrices para el papel de Bess. Luego von Trier vio el vídeo de las audiciones junto con Bente, su pareja y ella pensó que era obvio que Emily Watson debía conseguir el papel. Emily fue la única que fue a la audición sin maquillaje y descalza. Había algo en ella que se parecía a Jesús, María Magdalena y Juana de Arco. Emily no tenía experiencia previa en cine, lo que significaba que dependía más del director. Lo curioso es que, con las escenas de Emily, eligio utilizar la última toma de cada escena, con bastante regularidad. Mientras que con Katrin Cartlidge, casi siempre optó por la primera toma. La diferencia estaba en sus estilos de actuación individuales. Hubo mucha improvisación, los actores tuvieron más libertad en sus actuaciones. En lo que respecta a Katrin, una actriz con más experiencia, la intensidad de su actuación disminuyó en cada nueva toma. En el caso de Emily, con instrucciones más precisas, su actuación se refinó en cada toma.
El papel del protagonista masculino estaba destinado a Gérard Depardieu, pero estaba demasiado abrumado por el trabajo y no le interesaba demasiado el papel. El personaje se parecía más a Depardieu cuando comenzó a escribir el guion, pero evolucionó en una dirección diferente y Depardieu habría sido demasiado mayor para el papel. Más tarde, Stellan Skarsgård fue la elección natural. Además, tenía el físico adecuado para el papel.
El montaje de la película no fue sencillo. Habían rodado escenas muy largas y ninguna de ellas era igual a otra. Los actores podían moverse en la escena si querían y nunca tuvieron que seguir un plan preciso. Cuando editaron las escenas, buscaron reforzar la intensidad de la actuación, sin preocuparse de si la imagen era nítida o estaba bien compuesta o si estábamos pisoteando el eje invisible de la vista. Eso dio lugar a grandes saltos en el tiempo dentro de las escenas, que pueden no percibirse como saltos en el tiempo. Podríamos decir que cuando la vemos tenemos una sensación de compresión.
En el Festival de Cine de Cannes, el cartel de la película era completamente negro porque no podían decidirse por una sola imagen que representara toda la película. Solo un cartel con un fondo negro liso, con el título y algunos nombres. Parecía un cartel de concierto y estaba impreso en una especie de material aterciopelado. Una de las imágenes que se utiliza a menudo es un primer plano de Emily Watson mirando directamente a la cámara. Esa imagen, ese primer plano de Emily es donde entra por primera vez en contacto directo con el público, hay cierto artificio en esa escena, quizás porque no es una escena con ningún juego de actuaciones, es más bien una escena planificada, que está subordinada a una idea. Una de las imágenes más poderosas es el enfrentamiento entre Bess y el joven doctor, el Dr. Richardson interpretado por Adrian Rawlins, al final de la película. Y luego, está la breve secuencia de montaje, acompañada por música de T. Rex, donde Bess está bailando. Son escenas estilo “new wave”.
“Breaking the Waves”, está llena de acontecimientos dramáticos y expresa sentimientos y pensamientos intensos (amor, pasión, fe, traición), pero también presta mucha atención a los detalles. El interior de la casa de Bess, por ejemplo, con las fotos de los perros y los gatos en la pared, o el hospital, donde, durante una escena dramática, se puede ver a una mujer en el fondo sentada junto a una cama de hospital en el pasillo consolando a su marido. El director artístico, Karl Júlíusson, decidió cómo debían lucir las diferentes locaciones. Las cosas que hacen los extras en la escena real del hospital están ahí para crear una atmósfera convincente para los actores. Los detalles, al borde de la imagen, dan la sensación de que hay un mundo más amplio fuera de la realidad en la que nos estamos concentrando.
Y, por supuesto, están las imágenes para las ilustraciones de los capítulos. La mayoría de esas tomas panorámicas estaban descritas en el guión. El director viajó por toda Escocia con el fotógrafo Robby Müller y la productora Vibeke Windeløv y tomaron fotografías, e incluso algunas secuencias de vídeo, del paisaje. Más tarde, contactaron con el pintor Per Kirkeby, que trabajó en ellas y las retocó en su computador. Necesitaba otras formas de expresar el paisaje romántico y de esta manera delatar una banalidad más profunda. Algunas de las ilustraciones, especialmente la del puente, la de la ciudad en silueta y el arcoíris son extraordinarias.

El título original de la película en realidad iba a ser Amor omnie [El amor está en todo], el epitafio que Gertrud quería en su tumba en la película de Dreyer. Al final de Rompiendo las olas, en la escena en la que Bess, herida y expulsada, entra en la iglesia, contradice la norma del consejo de la iglesia que establece que las mujeres deben permanecer en silencio en la congregación y dice: “No se puede amar la Palabra. Sólo se puede amar a una persona”. Esa es una frase que podría interpretarse como un homenaje y una respuesta a Dreyer. La idea de su arrebato era retomar algo que los miembros de la congregación decían y defendían, y contradecirlo. El sacerdote hablaba de amar la Palabra y la Ley. Eso era lo único que había que obedecer. Eso es lo que haría que una persona se completara. Pero Bess tuerce los conceptos y dice que lo único que puede hacer que una persona se complete es amar a otra persona. Esa es realmente la formulación de la moraleja de la película.
Breaking the Waves fue un éxito en todo el mundo. Recibió el Gran Premio del Jurado en Cannes y cosechó numerosos premios en diferentes festivales de todo el mundo. Las críticas fueron abrumadoramente positivas y el público acudió en masa a verla. Sin embargo, después de un tiempo, hubo una reacción contraria, tanto en Dinamarca como en Suecia, donde la película fue criticada por comentaristas feministas. Reaccionaron contra el retrato de Bess sacrificando todo, incluso su vida, por su marido. Breaking the Waves fue acusada de misoginia y de manipulación descarada.
La vida en el mundo de Bess McNeill parece una auténtica pesadilla. Sin embargo, juzgar la religión y la cultura puede llevar a los espectadores a un camino de intolerancia inherente. El mundo de Bess es real; existe y constituye la base de la cultura estadounidense o escandinava (aunque de una forma menos conservadora). Hay que olvidar cualquier presunta rareza o anormalidad del lugar y su gente. Este mundo no es traducible; no es compatible con nuestros valores, hábitos o delirios. Pero es un mundo increíblemente real y tangible.
Su sacrificio, se dice que es un rasgo de santos: ser bueno hasta el final, hasta la muerte. Ingenuamente, con sencillez infantil, pero conscientemente, planear un mundo que no puede sobrevivir sin sacrificio. Esto requiere fe en el sentido de hacer cualquier cosa: la creencia de que vale la pena cambiar el mundo; que es incorrecto mirarse solo a uno mismo, a los propios problemas, rodeándose de un muro inquebrantable. Se trata de una postura profundamente religiosa, ya que hace referencia a la figura misma de Jesucristo. Sacrificio, por el cual la recompensa será la salvación eterna.
La vida de los habitantes está impregnada del espíritu del puritanismo protestante. Lo principal es que Dios recompensa con el Reino de los Cielos a quienes dedican su vida a una sola cosa: el trabajo. Trabajo que con seguridad dará la salvación, que debe ser el único y más importante objetivo de una persona fiel a Dios. El puritanismo es una forma de acceso a la cueva del inconsciente a través de preguntas y respuestas sobre el trabajo diario, que es ascetismo, sacrificio, muerte; luego sigue el renacimiento, Dios da la respuesta... Y luego el retorno al mismo trabajo tedioso como remedio contra el peligro de un acercamiento demasiado cercano, demasiado íntimo a lo sagrado. Gracias a extraordinarios esfuerzos, los puritanos lograron encontrar en la Biblia un modelo de equilibrio entre ascetismo y revelación, practicidad y espiritualidad, responsabilidad hacia el Creador, que los convirtió en el Nuevo Pueblo Elegido, a quien le dio la Tierra para gobernar, que con seguridad alcanzará la salvación... El ascetismo abarca la existencia humana, su capacidad de sentir odio o amor. Nadie tiene derecho a oponerse a las duras normas culturales y religiosas, nadie puede rebelarse, y si se encuentra a alguien diferente, que crea leyes diferentes sólo para sí mismo, se le excluye de la comunidad, se le marca para siempre con el estigma de traidor a la fe. Entonces, ni siquiera una madre y un padre le abrirán la puerta a su hija, ni siquiera acudirán a su funeral…
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