Circuito Chiuso: En un cine de Roma

1. Pensando en películas que transcurren en salas de cine y con la lista que me viene rápido a la memoria diría que es un género bastante rendidor y confiable: Los asedios del Alcazar de Luc Moullet, Demonios de Lamberto Bava, Mary Jane’s not a Virgin Anymore de Sarah Jacobson… Menos conocida es Circuito Chiuso de Giuliano Montaldo, película de fines de los 70 y una película atípica en la obra de un director más que nada recordado por Sacco y Vanzetti y otros biopics históricos como la que le dedicó a Giordano Bruno. Circuito Chiuso es una rareza fascinante que hace que uno se pregunte al terminar de verla si Montaldo no podría haberse convertido en otro tipo de cineasta mucho más interesante y misterioso. La propia producción de la película tiene algo excéntrico: producida para la RAI, estaba pensada para ser lanzada en televisión y se terminó estrenando en el festival de Berlín, le fue bien y terminó distribuyéndose en el mundo (la película se estrenó en Argentina, por ejemplo).

2. Un fenómeno curioso al ver una película es la sensación al verla de que la película también restituye algo de su contexto de origen, de la cultura cinematográfica y las características singulares que envolvieron sus primeras vidas. Al ver Circuito Chiuso uno tiene esa sensación de estar ante los ecos de todo un momento del cine popular italiano y que a su manera es el que también crea la película. Estamos ante un pastiche en el mejor sentido, una película que alternativamente va asumiendo formas del spaghetti, giallo, poliziottesco… Los géneros autóctonos que la industria italiana creó y explotó especialmente en las décadas de 1960 y 1970. A la vez hay en la película un momento en el que un personaje habla de un cierto resentimiento o declive de la industria, lo que hace pensar que en este año, 1978, en esta película en la que el cine todavía exhibe la salud de sus poderes, en la que también hay televisores por todos lados, asistimos también a un crepúsculo de una era que ya dejó atrás su período dorado.

3. Desde el inicio Circuito Chiuso capta el acto de ir al cine como un fenómeno amplio al que disgrega en infinitas microscopías, como si de una situación estilo Aquiles y la tortuga se tratase y al ir hacia lo microscópico no fuese posible nunca completar el análisis que permite llegar hasta las partículas elementales (un misterio que resulta irresoluble porque nunca se termina de descifrar el último de los detalles). Hay una riqueza en ese dispositivo que la película aprovecha tanto para desarrollar una suerte de etnografía del espectador de cine (estilo Los asedios del Alcazar de Moullet, aunque en Circuito Chiuso la descripción tiene que ver con algo menos específicamente cinéfilo y se trata más de una imagen del cine como un espacio en el que está representada la sociedad de manera amplia, lo que habilita entre otras cosas un gran espacio para el apunte cómico, notable por ejemplo la señora que maltrata cada vez que puede a su nuera), para crear volutas de suspenso (observación de actitudes y recorridos de aire secreto) y para desplegar en todo ello una fructífera complicidad con un gran casting de actores y actrices a los que la poca claridad de lo que sucede les da a cambio el regalo de trabajar en la superficie, en un tiempo suspendido fuera del sentimentalismo y la psicología. Hay incluso un impulso que asociaríamos más con el cine experimental por el trabajo con la dimensión más estrictamente material del dispositivo y cómo se lo incorpora a la puesta en escena, muy fascinante en las tres repeticiones de la proyección de la película y las variaciones que la película construye haciendo interactuar las imágenes de la pantalla, lo que sucede entre los espectadores y la arquitectura misma de la sala. El hecho mismo de que la película se permita esas repeticiones de una misma escena podría incluso funcionar como un pequeño aviso didáctico de que hay una belleza en la propia materia que está más allá de las explicaciones que se puedan deducir de sus articulaciones. Antes dije que lo podríamos asociar más con el cine experimental, pero tal vez deberíamos difuminar esos claustros y considerar por ejemplo cómo está presente Hitchcock en Wavelength de Michael Snow. ¿O acaso Peter Tscherkassky no hizo películas retrabajando materiales de la película de terror The Entity o de El bueno, el malo y el feo de Sergio Leone?

4. “Todos tienen algo que ocultar, aunque no necesariamente algo que tenga que ver con lo que estamos investigando”, le dice en algún momento uno de los policías a otro a propósito de todos los asistentes a la función de cine a los que vienen interrogando, en lo que quizá sea la clave del atractivo de las películas de whodunit que es el género que estructura Circuito Chiuso, un misterio central cuya resolución se suspende y confunde por la aparición de otras intrigas y ficciones más pequeñas. Hay incluso una idea de misterio trasladada a la propia puesta en escena, que recorre el cine con movimientos sigilosos pero alertas, como si la cámara misma investigara un misterio cuyo fondo desconoce, y que hace que cada pequeño movimiento aparezca como cubierto por una capa alucinada.

5. Otra película de cine dentro del cine, aunque no siempre adentro de la sala: Filme Demencia del gran cineasta brasilero Carlos Reichenbach. Al final de Filme Demencia hay un plano extraordinario, una actualización a los años 80 del plano final de Two Lane Blacktop en la que Monte Hellman quemaba el fotograma y sobre esa imagen congelada de la materia desintegrándose a sí misma se imprimían los títulos y se terminaba la película. En Filme Demencia, Reichenbach pone un plano de un auto que por un efecto de superposición electrónica atravesaba los cristales de la pantalla de televisión que estallaban en el aire. Donde el fotograma de Hellman parecía declarar al quemar el fotograma que el cine no era otra cosa que su propia materia (un arte de la presencia, de los lugares, el sonido de los motores, el movimiento de los actores y Warren Oates), el de Reichenbach hacía estallar las fronteras entre un mundo y otro y declaraba que las imágenes habían salido de su limbo y convivían alrededor nuestro en el plano que llamamos realidad. Entre una y otras merodean las inquietudes de Circuito Chiuso, donde la televisión también tiene una presencia que parece clave aunque no sabría decir del todo cuál es esa clave. En una escena de la película, una de las pocas que sucede fuera de la sala de cine, los policías visitan la habitación en la que vive el cinéfilo asesinado durante la primera proyección. La dueña del lugar le cuenta a los detectives cómo vivía el hombre, un inquilino ejemplar y un cinéfilo que cuando estaba en su casa y no en el cine se pasaba el tiempo viendo televisión (llegaba a tener dos televisores encendidos al mismo tiempo, escuchando con auriculares para no molestar a los vecinos). Entre unos apuntes que encuentran los policías el tipo había dejado escrito: “Las mejores películas de hoy, más que reflejar el mundo, parecen querer infiltrarse en él, explorando sus aspectos más íntimos, llegando más allá de la realidad”.

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