¿Qué nos hace empatizar con una película como Dídi?

Las coming of age tienen un factor simple en su trama pero encantador y hace que cada una sea una experiencia diferente: Dídi de Sean Wang nos hace conectar con un niño de 13 años en el 2008 y la búsqueda de su personalidad y su identidad, cuando lucha contra los gustos de las personas que se rodea y reniega de su familia y propia cultura. Una experiencia autobiográfica del director y guionista que se siente en cada diálogo y escena.

“Crecí queriendo ser menos asiático. A menudo me llamaban el ‘asiático más cool’ o ‘el más blanco’ y lo llevaba como una insignia de honor”, escribió en sus redes sociales Sean Wang y agregó: “empecé a escribirla hace más de siete años y me di cuenta rápidamente de que explorar una historia personal sobre la inocencia de la niñez asiático-estadounidense también me obligaría a confrontar una historia definida por la vergüenza”. Sin dudas, estas palabras están plasmadas de una forma muy inteligente en Dídi, la coming of age de niño de 13 años descubriendo el amor, los amigos, confrontando su identidad y su familia.

Pero, ¿cómo hacemos para identificarnos tanto con una historia que, a priori, pareciera no interpelarnos? Acá es donde la magia de un buen guion y una brillante dirección aparece: los detalles y la pasión puesta en las cintas se sienten al instante y cuanto más pasa de película, más cómodos y cercanos nos sentimos. Dídi tiene como protagonista a Chris, un pequeño de 13 años adentrándose en la adolescencia y todo lo que ello implica: enamorarse, hacer nuevos amigos y por supuesto, lo malo como sentirnos avergonzados por nuestra familia, enojarnos con las personas que más queremos y por supuesto, hacer estupideces que nos llevará tiempo sanar.

Su familia está compuesta por su hermana mayor Vivian, su madre Chungsing y su abuela Nai Nai (dato curioso: es la abuela verdadera del director). La ausencia de su padre se siente y es uno de los focos principales de las peleas de la familia y Chungsing es la que sufre las consecuencias de esto, poniéndose al hombro a sus hijos y su suegra, quienes no paran de culparla por todo lo que pasa en la casa. Ella está interpretada por Joan Chen y es, sin dudas, el mejor papel de toda la cinta, reflejando el instinto maternal y la fuerza que hacen en silencio muchas mujeres en este tipo de familias disfuncionales. Tanto ella como los demás protagonistas, están interpretados por actuaciones muy creíbles y tiernas, acompañados constantemente por una fotografía preciosa y con tintes analógicos, los que nos brinda un sentimiento de nostalgia y calidez.

Para mí, el punto más fuerte de Dídi es el cómo está conformada la familia: podemos ver cada etapa de la vida con un niño de 13 años entrando en la adolescencia, su hermana de 18 años yendo a la Universidad y explorar el mundo más adulto, a la madre haciéndose cargo y soportando todo por amor y la abuela cariñosa pero con los comentarios más ofensivos que escucharás en tu vida. Sin dudas estamos ante una cinta que refleja mucho más que una ficción y Sean Wang supo cómo reflejarlo de manera perfecta, mezclando el humor y el drama de ciertos momentos a la perfección.

“Dídi es para toda una generación de personas que nunca vio sus vidas representadas con precisión en la pantalla y es para cualquiera que alguna vez haya sido adolescente”, concluyó el director en un mensaje en su cuenta de Instagram, sintetizando todo lo hablado: es una película sacada directamente de la experiencia y el corazón, la misma que todos y todas hemos atravesado en nuestra vida. Sin dudas, Dídi es una de las mejores cintas de 2024.


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