Analizando el final de "La vida es bella" (1997)

Escrito por Cristian L. Pires

Lunes 21 de octubre de 2024

“-Hay tres reglas que no deben olvidar… Uno, no intenten huir. Dos, Obedecer sin preguntar. Tres, si alguien intenta revelarse será castigado con la horca.-”

“-En tres casos se pierden todos los puntos… Uno, los que se ponen a llorar. Dos, los que quieren ver a su mama. Tres, los que tienen hambre y quieren merendar, ¡No, olvídenlo!-”

Si intento buscar en mis recuerdos más viejos, donde empecé a comprender que el cine podía ser algo más que solo diversión…siempre me topo con esa escena, con ese final, con esa mirada llena de amor y esperanza de un padre dolido de saber que su hijo va a vivir, pero él no va a estar ahí para verlo. Las emociones fuertes son universales y tienen muchas caras, cuando vi ese momento no me transmitió todo lo que hoy me transmite como hombre y sobre todo como padre, sin embargo la construcción de Guido, su camino y su súbito final en ese oscuro callejón, fuera de cámara… se convertía en la primera gran experiencia cinematográfica para mí, en esa historia tan bien construida que indefectiblemente me transportaba quisiese o no a ese momento y a ese lugar, cumpliendo el cine su misión con un nene quizás muy joven para ver lo que vio.

La vida es bella no es solo una de las grandes obras maestras de finales del siglo XX, sino también un ejercicio de memoria muy claro, una canción a la vida y una historia muy bien construida que se sale de los parámetros convencionales en lo que a películas se refiere. En consonancia con su final abrupto la película tiene un ritmo muy abrupto, con un primer acto donde el romance maneja la ecuación, la audiencia se deja llevar por el encanto de Guido, la sonrisa de la princesa y después la ternura de Josué, esta primera parte se construye como un cuento de hadas, un cuento que existe para conseguir contraste fuerte.

Giorgio Cantarini como Josue Orifice y Roberto Benigni como Guido Orifice

La idea con la que muchos suelen pensar esta peli, es que esta es la película “donde el padre le miente a su hijo para que no se ponga triste en un campo de concentración Nazi” y si bien esto es en parte cierto, hay un engaño doble en esta película, el primero es el que propone Guido a Josué con el carro tanque y el otro es algo menos explicito. Con esa historia casi de cuento fantástico, casi del felices para siempre, la dirección también a cargo de Roberto Benigni logra conseguir nuestra empatía al punto en que todos quisiéramos ser como Guido y tener una historia de amor llena de tanto color, sin embargo, la película necesita crear esa ilusión, para poder justificar su final y el mensaje que intenta dar, cuando las cosas se ponen cada vez peor. No es algo que observando la película no se vea venir, el engaño también está en pensar que tan bonita historia no puede tener otro final que uno feliz y es ahí justamente donde la propuesta golpea con su carta más fuerte, con un padre negándole la realidad a un chico, pero haciéndola todavía más explícita, para todos los demás.

La definición de comedia más simple es la que reza que la comedia es poner algo, donde no va y la vida es bella se apega mucho a esta máxima bajo la dirección del genio Roberto, es por eso que ese espíritu alegre si bien se ve manchado por una realidad dura, nunca muere del todo, sin embargo, la consigna de este análisis es… enfocarse en el final.

Creo que si existiese un top de “películas a las que la gente le gustaría cambiarles el final” la vida es bella estaría fácilmente en un top 5, cuando empecé a escribir esto, trate de poner en palabras el impacto que la muerte de Guido género en mi cuando tenía 8 años, sin embargo, otras emociones juegan en este espectacular final, ya que no es solo la crudeza de un momento clave, sino como se compone.

Nicoletta Braschi como Dora

¿Cuántas películas son lo suficientemente valientes como para matar a su protagonista fuera de cámara? ¿cual habrá sido su ultimo pensamiento? ¿cómo habrá tomado su ultimo respiro? es casi imposible no llenar ese vacío en la mente que el filme no da, volviendo más fuerte esa sensación de vacío, en lo que los ojos no pueden ver, esta lo que se busca eternamente y por eso creo que este final tiene esa sensación tan particular con la audiencia. Esto es una angustia constante de una película que no para de ponernos detrás del protagonista con el fin más noble e identificable de todos, la lucha de un padre por su hijo.

Sin poderse despedir de su querida Dora interpretada por su esposa en la vida real Nicoletta Braschi, el personaje de Guido para el final de la película se encuentra con la maldad pura en una escena no tan recordada porque un poco corta el ritmo del final pero que es definitivamente importante, la escena del muro de cadáveres, no solo termina de sacarle la venda al personaje sino también al público con una escena generar un shock tan inesperado como aterrador, pero irónicamente hace más fuerte, el sacrificio final.

Con una última escena agridulce que nos da el reencuentro de Josué y su mama, esta película nos muestra de manera contundente que esa frase “El amor lo vence todo” es válida y puede ser real, que la vida es tan bella como nosotros queramos verla, que, en la más cruel de las realidades, siempre se puede encontrar algo de luz y que a veces la mentira es tan mala como la intención con la que es construida.

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