Gremlins, el mejor regalo de Navidad con empaque sombrío

Para los que nacimos en México, y quizá para la mayoría de los nacidos en otros países de América Latina, no era extraño ver desde niños la primera película de “Gremlins”, esa joya de 1984 dirigida por Joe Dante y producida por Steven Spielberg que ha sido difícil de catalogar; pues por una parte tiene el espíritu caótico y absurdo de las películas de Serie B como “Killer Clowns of outer space” y por otra un terror que incluso nos puede remontar a “Alien: el octavo pasajero”, lo que la pudo haber convertido en un trauma para esas generaciones que la vimos sin haber cumplido ni los 10 años.

Pero no fue así. En Estados Unidos “Gremlins” provocó que se creará la calificación PG-13, aunque la película nunca fue reclasificada y continuó como PG, en la que se recomienda para todas las edades con la compañía de un adulto ¿por qué pudo suceder esto? creo que principalmente al encanto que le daba ser una película navideña.

Me explico: al ver “Gremlins” ya como adulto puede resultar perturbadora por los crímenes que los mogwai cometen en Kington Falls, como el aparente asesinato de los Futterman (que en la segunda entrega se aclaró que solo habían sido atacados) con un quitanieves que se mete a su sala, o la icónica escena en la que los gremlins aterrorizan a la señora Deagle y descomponen su elevador de escalera, tras lo que la anciana sale volando por su ventana.

Insisto: es interesante analizar una película que vuelves a ver como adulto y te preguntas ¿Cómo es que esto no solo no me causó pesadillas cuando era un niño, sino que además me hizo reír?

Y es que para un niño tiene mucho más peso y resultan más encantadoras las escenas de Gizmo con su gorrito navideño, tocando el piano o conduciendo un pequeño convertible de juguete, al mismo Rayita montado en un triciclo, o a los mogwai viendo "Blancanieves" emocionados o emborrachándose en un bar y bailando música de aerobics; y es que además, como película navideña, “Gremlins” presenta en las primeras escenas a sus Scrooge, esos villanos de la Navidad sin compasión y avariciosos que terminan recibiendo su castigo en manos de los mogwai.

Esas moralejas, luces, árboles y nieve terminan hechizando más que la sórdida historia de por qué Kate odia la navidad, en la que su padre desaparece en la víspera de Nochebuena sin dejar rastro, apareciendo varios días después muerto en su chimenea disfrazado de Santa Claus, que fue cuando ella se enteró que que Papá Noel no existía.

Y es así como una de las películas más sombrías que vimos desde niños se quedaron en nuestros corazones y todos queríamos un Gizmo o hasta un malévolo Rayita propio bajo nuestros árboles de Navidad, sueño que muchos se les cumplió gracias a la mercadotecnia, misma por la que otros tuvimos el Beta o el VHS, el cassette con la icónica banda sonora de Jerry Goldsmith o hasta comimos un helado, unas frituras o unos dulces de gremlins.