Bueno, todos se preguntan cómo siguió la historia de Truman en The Truman Show 2.
Cuando Truman salió del domo, lógicamente empezó a caminar y caminar, mucho, por un desierto, luego por una carretera, se le deshicieron las zapatillas, sudaba, se le deshilachó el pantalón de gabardina hasta que llegó a una plazoleta que haciendo cruz podía bordear hasta alcanzar una estación de servicio.
Lo atendió un señor mayor, de barba, descuidado en su aseo, que lo miró como a un bicho raro y no lo conoció pese a que era la principal estrella de un programa televisivo de mayor rating. Truman alzó la cabeza para mirar las noticias: revueltas en las calles, crisis en la bolsa de valores, un hombre había asesinado de un disparo a otro para robarle 34 dólares. El señor de barba volvió a llamarlo:
– How can I help you? - le dijo dos veces.
Truman reaccionó. Sus dedos se habían aferrado a un rollo de papel, tanto que parecían entumecidos.
Su humor cambió repentinamente y se sintió animado:
– Yes, sir -le dijo - I want to find this girl - le dijo. Y le mostró la página que había armado con los recortes de papel donde estaba la cara de Sylvia.

El señor arqueó las cejas y dijo:
– Who is that? - y luego se incorporó sobre el mostrador para verlo más de cerca.
Permaneció pensando un segundo hasta que dijo:
– Are you fool or what?
Truman se quedó observándolo, pasmado. La verdad es que no entendía nada, y todos nosotros queríamos saber qué pasó con Sylvia.
La triste verdad es que el hombre lo sacó a patadas, y le dijo que se fuera con sus pavadas a otra parte.
Pero la creatividad de Truman era muy amplia, como ya sabemos, y tu también su insistencia. Así que continuó buscando hasta se encontró con una anciana y luego con un joven, ambos lo ayudaron. La señora lo ayudó con mucha amabilidad y de buena gana, se sentaron a tomar el té. Pero, incluso Truman, notó que la mujer tenía una enfermedad que afectaba su memoria y empezó a nombrarle muchas jóvenes que se parecían a Sylvian y que vivían en distintos condados del país, y que en realidad eran amigas de la anciana en la preparatoria o en la universidad, por lo que Truman dedujo que sus edades no coincidían. ¡Si hasta le dijo que le hacía acordar a Jane Henderson! Cuando la señora se levantó a buscar más té fue Truman el que corrió esta vez, atravesando el patio a tropezones y dando zancadas.
Chocó con varias personas, ya atravesando el centro comercial, a un mozo le tiró el café, a un oficinista le abolló el periódico, a una chica la tiró de sus rollers, hasta que por fin la inercia lo llevó a un puesto de revistas de colección, y el joven que atendía ahí vio el collage con la foto de Sylvia y lo reconoció a Truman. Este chico sabía mucho de computadoras, por lo tanto comenzó a buscar su rostro en la web, sin demasiado éxito.
Truman se impacientaba. Y cruzado de brazos meneando la cadera, le dijo:
– Debemos apurarnos, amigo.
Fue en ese momento que vio un cartel publicitario enorme que cubría el lateral de un edificio por el que más allá pasaba una autopista. Anotó el número de teléfono debajo y contrató a la empresa para que pusieran una fotografía igual al trabajo que él había hecho con los recortes de revistas. Aunque no tenía dinero para pagarlo a la compañía le servía ayudar a Truman porque era una buena publicidad para su empresa, dada la fama y popularidad de Truman.
La verdad es que la policía, organizaciones no gubernamentales, aspirantes políticos y muchas empresas lo andaban buscando por un motivo u otro (que desarrollaremos en la segunda parte de esta historia).
Así que al poco tiempo que se alzó el cartel, se quitó el velo que lo cubría por la mañana, y el sol del amanecer resplandecía en el rostro gigante de Sylvia. Ella lo vio, pues andaba cerca de allí, y se encontró con Truman que esperaba debajo del cartel y apenas se vieron, sin dudarlo se besaron. Y todas las luces se encendieron para iluminarlos, mientras al costado los acompañaban la señora de la mala memoria, el joven de las computadoras y el señor de la gasolinera.
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