"La brújula anda bien.
Lo que se rompió, es el mundo.
"Todos necesitamos confiar
en alguien."
"Ahora no es tiempo de odiar.
Es tiempo de luchar".

Hay tantas notas posibles que podría hacer que no puedo evitar pensar en todas aquellas que no hice ni haré. Lo estúpido, patético y gracioso, es que todavía ni siquiera escribí ésta. Sin embargo, ya estoy pensando en las otras. Porque de todas las opciones posibles, haré una sola. Una sola nota. Y esto, de alguna manera, ya me pasó. Esta vez se siente diferente, y sin embargo, yo ya viví ésto. Que esta vez lo sienta distinto, es, por un lado, una mera cuestión de percepción del presente. Uno siente aquello que vive como una primera vez, aunque sea consciente de la experiencia previa de eventos similares. Lo que hoy te golpea la cara, duele hoy y poco importa si dolió en el pasado. Podemos recordar que en el pasado nos hemos enamorado, pero el amor de hoy siempre será mayor al que antes vivimos. Ese amor está ahora en la piel, en la taquicardia, en la sonrisa imborrable. Quizás esta cualidad sea propia de nosotros los románticos empedernidos, y quizás a ojos de los demás esta bandera que llevamos con orgullo es tan pasional como volátil. Nos tildarán de exagerados, de incongruentes, pero no podemos no desvivirnos por lo que hoy sentimos. Pero lo sé. Les juro que lo sé. Yo ya viví ésto que siento. Esta pasión inconmensurable. Sin embargo, hoy lo siento distinto. El otro motivo por el que lo siento distinto, está más arrimado a la objetividad: nunca se hizo algo así en la historia de nuestra región. Lo que hoy siento y tantos otros sé que sienten, pareciera clandestino. Un tatuaje escondido, un gesto de rebeldía de algunos frente a otros, un grito de gol en el último minuto de un mundial, una venganza. ¿De qué estoy hablando se preguntarán, yo, confundido agente y viajero lineal del tiempo?

Héctor Germán Oesterheld nació el año 1919 en la República Argentina, fue escritor y guionista de historietas, y fue desaparecido por la dictadura y su terrorismo de Estado en 1977. Junto al dibujante Francisco Solano López, desde el año 1958 (porque la obra en cuestión fue una sucesión de publicaciones en distintas revistas), comenzaron a publicar una historieta que sesenta y siete años después (número sobre el que me permito equivocar porque no soy ducho con las cuentas, y por favor perdónenme si le yerro) se estrena en un formato en aquel momento inimaginable. Lo inconcebible tenía que ver, entre otros motivos, con que la autoría de Oesterheld y el recorrido de su mayor obra estuvo atravesado por la inestabilidad de la política Argentina y los atentados contra la democracia. Con que la obra y sus posteriores versiones (porque las hubo, con y sin Oesterheld), relataban una invasión extraterrestre y el violento control sobre los humanos. Sobre su voluntad, sobre sus decisiones y sobre sus posibilidades. Lo inconcebible también tuvo que ver con que efectivamente una dictadura militar domó al estado, atentó contra su pueblo, sesgó la perspectiva de muchos de los ciudadanos sobre el presente que estaban viviendo, y esclavizó y mató al autor. Sin embargo, cierta preciosa justicia poética mantuvo la bandera de Oesterheld izada durante años. Su propia historieta lo volvió a prueba del tiempo, y hoy, un formato de narración apenas experimentado en los años ´50, lo terminó de volver eterno. Atemporal. En el año 2025, luego de muchos años de gestación y varios meses de filmación, se estrenó en el mundo entero una serie basada en la historieta. ¿Ustedes sabían que “Eternauta” significa alguien que viaja a través de la eternidad, y que su existencia trasciende el tiempo?
Un grupo de amigos de aproximados cincuenta años de edad, se junta como siempre a jugar al truco. La ciudad está revolucionada por unos repentinos cortes de luz. Cuando están jugando, se les corta la luz a ellos. A través de la ventana, ven algo que sus ojos no pueden concebir: nieva. Nieva en una ciudad en la que no ha nevado más que dos veces a lo largo de su historia. En la mitad de la calle, ven el cuerpo inerte de uno de sus vecinos. Frente a la desesperación de la incógnita, uno del grupo sale a la calle y cae automáticamente muerto. ¿Qué es lo que está sucediendo afuera? ¿Cómo estarán sus seres queridos fuera de la protección de esa casa? Para encontrar respuestas, habrá que salir a investigar. Y como dice uno de los personajes, no hay nadie mejor para hacerlo que Juan Salvo.
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Por muchos motivos, así como sucede siempre con los mayores actos de genialidad, no existe formato alguno que pueda contener todo lo que se pueda decir de los mismos. Este artículo apenas podrá expresar un boceto de impresiones y análisis caseros, acerca de una rotunda obra de arte.
La historieta sucede en los años contemporáneos a su escritura, y la historia que narra la serie El Eternauta acontece en los años contemporáneos a su realización.
Entrevistas a su realizador Bruno Stagnaro (autor y realizador de Okupas, Pizza, birra, faso, y Un gallo para Esculapio), y a su protagonista Ricardo Darín, explican que el gesto de que el relato sea en la actualidad, es además de un atajo de producción, una forma de homenajear la esencia de la obra de Oesterheld. Reflexionar acerca de la contemporaneidad y la triste espiral de la historia de la humanidad sellada por la opresión y la violencia, es absolutamente más importante que respetar el capricho de algunos tercos que patean el suelo ofuscados porque no se hizo la versión original a rajatabla. Además hoy, como pueblo, como mundo, como espectadores de una ficción, contamos con una irreversible experiencia encima que fue la de haber sufrido una pandemia. Nosotros y los personajes de la ficción, hemos vivido en el año 2020, imágenes que nunca podremos olvidar. La amenaza de una enfermedad inexplicable; rumores de un fin del mundo inevitable; calles desiertas y supermercados desabastecidos; la percepción de los otros como una amenaza; la concreta posibilidad de morirnos de un día para otro. Que la serie suceda en la actualidad, es un perfecto y corajudo acierto.

La serie fue realizada con hidalguía por todos sus departamentos. En cuestiones técnicas y desde el punto de vista del espectador, no hay nada que objetarle. Quien luego de verla aún envidie las producciones de la gran industria de Hollywood, está preso de la amargura de una cosmovisión ingrata pero explicable. Es decir, tiene una explicación porque la gran mayoría de contenido ofertados en cines y plataformas viene de dicha industria. En Argentina, hoy más que nunca. Y más aún, contenidos de ciencia ficción. El verosímil de la serie, está defendido por todos los responsables de aquello que uno como espectador ve y escucha (el departamento de fotografía, de arte, de edición, de efectos especiales, de sonido). Entre capítulo y capítulo me descubría boquiabierto, ansioso por continuar, y me tomaba el respiro para preguntarme si estaba perdiendo todo tipo de objetividad. ¿Mi asombro tenía que ver con que El Eternauta significa la primera serie de semejante calibre en la historia de Argentina, o es porque efectivamente estaba viendo algo sin fallas? Pero siempre que hacía el ejercicio de dejar pasar tiempo entre episodios, la respuesta era la misma: en esta serie todo está bien. Los colores de un cielo en guerra, la nieve, los profundos y desolados escenarios, los invasores (y hemos visto cantidades de monstruos y criaturas pésimamente realizados en la industria de Hollywood). La gran mayoría de los profesionales involucrados en el desarrollo y la ejecución de El Eternauta, seguramente nunca antes de esta serie habían tenido la oportunidad (y la responsabilidad) de tener que trabajar con semejante fineza, con tamaño presupuesto, y a favor del complejo verosímil de la ciencia ficción. Y además de los ya mencionados, entre los eslabones más visibles e importantes que sostienen firme la estructura, está la actuación.

El intérprete es la cara visible de los logros y los desaciertos de una ficción. En general el público (lamentablemente) no recordará ningún nombre y apellido del equipo técnico, quizás recuerde el de la o él director, pero seguro se acuerde de uno o más intérpretes. Por lo bueno, y por lo malo. Si el guion, el montaje y la dirección de actores no favorece a la actuación, es muy difícil que el intérprete salga airoso. El evidente responsable será siempre el actor y la actriz. “¿Cuál? ¿La pésima película de…?”. O “¿Viste “X”? ¡Es excelente la serie del actor de…!”. Pero como dice Juan Salvo en El Eternauta, “nadie se salva solo”. La coralidad de su sustancia, de su premisa, cae sobre la orquesta actoral. Si bien hay un protagonista concreto que recorre todas las tramas, el segundo personaje más importante es la entera humanidad. Los ciudadanos, los que en comunidad encuentran un propósito, y los que se alejan para terminar siendo devorados por los de afuera. Todos los intérpretes, gracias a la dirección de actores, dejan ver personajes que están viviendo una situación de vida o muerte. Podrás tener a tu favor todos los trucos y todo el dinero del mundo, pero el acto de ilusionismo es solo posible si los intérpretes se ocupan de hacerte creer lo que el relato les hace vivir a sus personajes. No hay apocalipsis sin desesperación, deseo de sobrevivir, miedo. Todos y cada uno de los que participan en la serie aunque fuera corriendo de izquierda a derecha de cuadro en un momento trágico, sostienen la urgencia de los acontecimientos narrados. He escuchado colegas actores que criticaron textos y sus maneras de ser dichos. Creo que el oído sencillamente no está acostumbrado al sonido del castellano y del argentino en textos típicos de un género que tiene sus propias reglas. Estamos habituados a que la ciencia ficción y la épica suenen en inglés, y juzgamos la verosimilitud de los textos pidiéndole un absurdo realismo que no le pedimos a los angloparlantes. Bueno. Esta vez la guerra contra los extraterrestres suena en argentino. Y que bien que suena.
Podría y desearía extenderme aún más, pero debo elegir un final para este texto. Podría extenderme, aunque correría el riesgo de arrimarme al spoiler, hablando también de la precisión del guion, de los climas sugeridos, de los textos justos, de la distribución de la información, de las decisiones narrativas que claramente se diferencia de la historieta pero benefician sin dudas el relato audiovisual, y la cocción de desesperantes giros de guion y cliff hangers del calibre de todas esas series de afuera que devoramos con desesperación. Esta serie, es latinoamericana. Es argentina. Es la representante de una industria que el estado de turno desfinanció, que a lo largo del 2025 practicamente no pudo hacer ni un contenido, que está lidiando con la imposibilidad de reproducirse, que depende de la inversión de algunos pocos privados para hacer ficción, y que hoy día tiene tantísimos profesionales del carajo (y quiero decirlo así, con una palabra de nuestro lunfardo y representativa de quienes somos) sin trabajo. El Eternauta es resultado de muchísimos meses de dedicación, esmero, alma y sangre de un grupo numerosísimo de talentosos trabajadores, y gracias a todos ellos hoy se iza la bandera de la esperanza. De esta situación, no se sale solo. Que se corra la bola. Acá en el sur, estamos listos para todo. Aunque vengan los invasores; aunque nos traicione nuestros mismos representantes. Juntos podemos. Gracias a El Eternauta, podemos ganarle al tiempo.
Chesi




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