Se estrenó la última película de Misión imposible, con el profético título de Sentencia final. Es la segunda parte de la estrenada hace dos años. Una obra que se empeña como nunca en repasar el largo camino recorrido por la saga. Por eso mismo este artículo de ocupará tanto de esta nueva encarnación como de todas sus anteriores.
Lo primero que habría que decir es que sorprenden, y no para bien, las sobre explicaciones iniciales, que incluyen muchos imágenes del pasado, en particular de la primera película, de 1996. Es como si uno estuviera escuchando un disco de grandes éxitos en lugar de nuevas canciones. Esa sensación se refuerza incluso en otros pasajes mejores, como una secuencia de persecución en aviones que es espectacular pero se parece bastante a la del 2018 en helicópteros. Persiste una idea de auto homenaje que podría ser comprensible si no fuera tan insistente.

Ese afán de explicarlo todo afortunadamente se va moderando a lo largo de un desarrollo con casi tres horas de intensas aventuras orientadas a concretar la misión más imposible de todas.
Cuando la trama no se esfuerza por aclararlo todo, confiando en el espectador, y se compromete con lo que mejor sabe hacer, secuencias de acción espectaculares, guiños de humor y gestos nobles, todo vuelve a su cauce, y fluye.
No es spoiler advertir quien es el villano, ya que es el mismo de la primera parte, nada menos que La inteligencia Artificial. En este sentido el mensaje parece ser el mismo de El eternauta, con su idea de que lo viejo sirve. Esto alcanza también al cine viejo, con su vocación de poner el cuerpo en pos del espectáculo y con acrobacias que remiten al mismo inicio del cine, a los trucos físicos de Buster Keaton, Harold Lloyd o Douglas Fairbanks, el héroe de acción por excelencia. Ese regreso a las fuentes puede verse como un gesto conservador, pero en este presente es una reivindicación del cine artesanal, poner el cuerpo como bandera contra el imperio de lo digital. Esa fe en el cine y en poner el cuerpo deben ser destacadas una vez más.
En cuanto a que nadie se salva solo eso puede ser más discutible, ya que el agente Hunt encarnado por Cruise parece ser capaz de salvar el planeta entero él solito. Pero también es cierto que su equipo de colaboradores tiene un rol clave en apuntalar cualquiera de sus peripecias, y en darles sentido.

Una saga improbable
Todo comenzó en 1966, en una era pródiga en relatos de espionaje, hija de una persistente guerra fría. Bruce Geller ideó una serie cuyo éxito se extendió hasta 1973, con 171 capítulos emitidos a lo largo de 7 temporadas. Allí estaban, desde el principio, todos los elementos que forjaron una identidad tan consistente que tenía más peso que la escasa verosimilitud en el desarrollo. Mensajes que se autodestruyen, tecnología al servicio de la estrategia, máscaras perfectas para hacerse pasar por otros y el elemento más identitario de todos, la música inolvidable del compositor argentino Lalo Schifrin.
La serie tendría su regreso en 1988, ya sin tanto suceso y en una era distinta, con 2 temporadas y 35 episodios que se emitieron hasta 1990. Del proyecto original sólo quedaba el actor Peter Graves y, por supuesto, la música.

Luego llegarían las películas. En ellas, varios directores quisieron dejar su sello, sin demasiada suerte, sólo la suficiente para seguir intentando. Las dos primeras fueron las que contaron con los directores más rutilantes, y sin embargo probablemente sean lo más flojo de toda la saga. Si hay que postular a un autor detrás de todo esto, diría que es el mismísimo protagonista, Tom Cruise, que tomó el control después de esas primeras e irregulares experiencias, para moldear un producto que apueste por el entretenimiento más genuino.
Vaya entonces este breve repaso de cada película estrenada hasta ahora.
Misión imposible (1996): la primera de la saga, dirigida por el gran Brian De Palma (que nunca encontró el tono justo). La historia es inverosímil, pero todas las otras también, quizás ese no sea el punto. El cine digital en ciernes puede haber hecho que ciertos efectos rimbombantes se peleen con la física más elemental, algo que fue corregido con el paso del tiempo.
Misión imposible 2 (2000): el director John Woo es el que más marca autoral aporta, transformándolo todo en una bella coreografía de acción, tan grata de ver como carente de todo sentido. La historia es una excusa que incorpora romance y melodrama pero a la que no se le debe prestar la menor atención.
Misión imposible 3 (2006): En este punto la saga empieza a encontrar su propia solidez. Crece el drama y el espesor de los personajes, de la mano de J.J. Abrams, que venía de triunfar con la serie Lost (2004). Sin tanto empeño autoral todo se vuelve más verosímil (para los parámetros e este producto y en comparación con sus predecesoras)
Misión imposible - Protocolo fantasma (2011): Una confirmación del nuevo rumbo, que enfatiza las destrezas de Cruise como super héroe de acción, y con algunos esporádicos pero saludables toques de comedia. Dirigida por Brad Bird, que venía de sucesos en el cine de animación como Ratatouille (2007) y Los increíbles (2005) (esta última una especie de parodia del cine de acción y aventuras que la saga pretendía recuperar). Tiene una secuencia de acción inolvidable, la de Tom escalando el edificio más alto del mundo en Dubai.
Misión imposible - Nación secreta (2015): En este momento toma la posta en la dirección Christopher McQuarrie, para no dejarla hasta el presente. Venía de trabajar con Cruise en Jack Reacher (2012), y antes se había destacado como guionista, en particular por Los sospechosos de siempre (1995). Esta película, contra todo pronóstico, se transforma en el punto más alto de la saga hasta ese momento, consolidando una idea que se fue puliendo desde la tercera entrega. Secuencia de acción inolvidable: Tom Cruise viaja en avión, pero del lado de afuera.
Misión imposible - repercusión (2018): Lo primero que hay que decir es que el título en castellano no tiene el menor sentido, es feo y conviene mantener el original, Fall out. Más allá de eso es la primera de la saga que repite director. Secuencia de acción inolvidable (y probablemente la mejor de todas), la persecución final en helicóptero.
Misión imposible - Sentencia mortal (Parte 1) (2023): es la antecesora de esta última entrega, la más divertida de todas y tiene más de una secuencia de acción inolvidable. Sin dudas lo más extraordinario es el salto en moto, pero no se puede obviar toda la serie de acrobacias para escapar de un tren que se precipita al vacío.

Misión imposible - La sentencia final (2025): Curioso una vez más lo del título sin Parte 2. Hay evidentes signos de agotamiento y mucho regreso al pasado. La secuencia de inolvidable en este caso es la del submarino hundido. Habrá que ver si un éxito rotundo no les hace replantear el futuro. pero lo que nos queda hasta ahora es un producto desparejo y auto celebratorio con olor a fin de ciclo, que de todas maneras sigue siendo muy disfrutable.
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