"Las tortugas Ninja 3" (1993): la muy compleja historia del Japón Imperial y Occidente

NIPONFILIA

El amor que le tengo a la cultura japonesa y china desde niño que comenzó desde imitar los dibujos de la caligrafía china y japonesa -sin entender sus diferencias, así como la mayoría de gente, sobre todo de mujeres que se tatuaban en una época hasta groserías en árabe no se por qué, como tampoco entiendo el tema de infringirse dolor extremo y cubrirse de tinta artificial la piel y después poder vivir tranquilo con un daño corporal irreversible…muy seguramente así se sienten los criminales al acostumbrarse a matar o robar, o así se sienten las personas en habitabilidad de calle después de cierto tiempo y adaptación al caos y la decadencia moral-.

Las Tortugas Ninja, antes que descubriera a Batman a través de los animados que dirigía Steven Spielberg, el anime fue mi conducto para ver esa superioridad que ancestralmente Japón ha tenido de construir su propio mundo y hacer los otros mundos como suyos en sus narrativas.

Y uno de los capítulos fundamentales de la vida que me hicieron enamorarme de la historia del Japón feudal y cómo se acabó en la modernización de la Dinastía Meiji en 1860, fueron unas ilustraciones de un almacen de electrónica que mi madre me trajo una vez cuando estaba en la iglesia pentecostal e iba con mucha anuencia, y a veces hacía vigilia los viernes amaneciendo sábados en la mañana. Y la otra fue, en una de esas idas, en un lunes festivo ver Las Torguas Ninja 3, que hoy vuelvo a ver en YouTube para hacer esta reseña.

SOBRE LA PELÍCULA

Típica escena de las tortugas en su alcantarilla hogar en compañía del maestro Sprinter en Nueva York, Abril O Neil, la periodista amiga de las tortugas les lleva regalos comprados en un anticuario antes de irse de vacaciones y entre los extraños artefactos hay un extraño farol que permite viajar en el tiempo a una persona del pasado transportando otra del pasado al futuro. Abril es transportada e intercambiada en el tiempo por el hijo de shogun que hace tratos con los mercaderes portugueses a cambio de armas de fuego por seda, especias y oro a cambio para poder destruir la resistencia de una aldea que se declaraba rebelde a su dominio. Existía una leyenda plasmada en un pergamino perdido del templo sintoista de que unos siglos atrás, unos demonios verdes con forma de tortugas habían vencido a sus antepasados en una batalla. Dicha leyenda se habría convertido en la esperanza de dicha rebelión, que era liderada por una mujer de la cuál estaba enamorado el hijo del shogun.

Entre situaciones disparatadas, heroicas y cómicas en ambos mundos, finalmente los traficantes son derrotados, muriendo en el mar su principal líder de secuaces. Con el shogun capturado y rendidas las fuerzas, regresan a través del farol mágico al presente y los guardias del shogun que llegaron por ellos después de crear afición al hockey y a los videojuegos no querían volver, pero llegan de nuevo a la época del Japón feudal.

La ambivalencia de relaciones entre las espiritualidades de Occidente y Japón -donde el catolicismo estuvo prohibido por doscientos años y hubo jesuitas y miembros de otras órdenes ejecutados-, la relación entre comercio, guerra y la pugna con los valores de la cultura japonesa a través del tiempo fueron sin duda la conexión con la realidad y con la historia.

La gran lección es que en los detalles más mínimos del entorno surgen los detonantes de la curiosidad, del miedo a la ignorancia y la sed de conocimiento, incluso de la denostada cultura pop.

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