Un profundo grito de dolor

Spoilers

Imagina cargar una roca gigante. Imagina cargarla durante kilómetros en el desierto, caluroso, árido, inhóspito. Imagina saber que si la abandonaras podrías avanzar mucho más rápido y salir pronto de ese infierno.

Saber que la piedra solo te volverá más lento, drenará todas tus fuerzas y que finalmente terminará matándote. Pero el problema es que estás atado a esa roca, atado por cientos de cadenas irrompibles y que te impiden alejarte de ella, dejarla en el camino. Cada paso que das tirando de la roca es doloroso, hace sangrar tus pies, te encorva la espalda e infla tus pulmones de arena y frustración.

Ahora imagina que, de pronto, en ese desierto, un grupo de personas aparece junto a ti, y al unísono comienzan a empujar la piedra. Sientes entonces que el peso se aligera, que puedes avanzar más rápido, más fácil. Aquellos que te rodean comparten tu ritmo, no te obligan a ir más rápido o más lento, son conscientes de tu esfuerzo y se funden, con pisadas, cargando la piedra hasta que finalmente llegas al mar.

Has salido del desierto, has cargado la roca gracias a todos aquellos que la empujaron contigo, que compartieron tu carga, tu dolor, tu angustia, tu pena, tus heridas, tu sangre, tu aflicción. Para Dani, protagonista de Midsommar, la segunda película del director Ari Aster, esa roca que carga por el desierto es la muerte de su hermana. En un ataque psicótico su hermana decidió suicidarse y llevarse a sus padres con ella.

La pena la consume, la angustia la hunde en la arena como manos que se aferran a sus piernas, impidiéndole avanzar. Poco a poco, Dani se comienza a convertir en una carga para aquellos que la rodean, especialmente para Christian, su novio. En momentos donde ella lo que más necesita es contención y una presencia que la ayude con su enorme roca por el desierto, Christian se debate pensando en la mejor manera de abandonarla.

Él quiere disfrutar la vida y no cargar con una persona que se ha vuelto demasiado depresiva y angustiante. Tampoco sus amigos ayudan mucho en el proceso, calificándola de peso muerto, una carga para el grupo que en esos momentos prepara un viaje a Suecia para participar de un festival en la localidad de Halsingrad que ocurre solo cada 90 años. Finalmente, Dani es invitada para ir con el grupo a Suecia, pero continúa siendo mirada con recelo por sus amigos que se niegan a compartir la pena que le hace imposible vivir una vida normal.

Ya en Suecia, Dani y sus amigos se dan cuenta que el festival es mucho más que simplemente una celebración, sino que un proceso de unión social, una transición entre vida y muerte. Participan en un extraño ritual donde dos ancianos se lanzan al vacío desde un elevado acantilado. Impactados, Dani y sus compañeros se aterran por la situación, mientras que el resto de los participantes observan complacientemente, y en el momento en que uno de los ancianos no muere de inmediato en la caída, comparten de manera brutal y sonora su dolor físico.

De ahí en adelante todo se transforma y el bello ritual de primavera se convierte en dudas y miedos sobre sus reales características. Pero mientras la mayoría de los extranjeros están asustados y no pueden comprender lo que han visto, Dani comienza a entregarse a las actividades sociales, a la comunión del festival. En ella encuentra ciertos momentos donde la angustia no la consume.

Comienza a aparecer entonces una clara línea de separación entre la comunidad del festival y la profunda individualidad y egoísmo de los compañeros de Dani, incluido su novio. Lentamente ella comprende que ninguno de ellos está realmente dispuesto a ayudarla o por lo menos comprender su dolor. Es un despertar complejo el de la protagonista.

No es fácil para nadie llegar a la conclusión que aquellos que nos rodean, que se supone quieren lo mejor para nosotros, pondrán su individualidad por delante. En medio del festival Dani comprende que el egoísmo y la falta de empatía son los pecados por los cuales el ser humano está destinado al sufrimiento. Aún la persona que dice amarla nunca tuvo la capacidad o la intención de compartir su dolor.

Y en su mirada no ve otra cosa que la mirada que un humano da a un cachorro enfermo, con pasión ante la patética situación en la cual él jamás querrá verse del todo involucrado.

El camino por el desierto de Dani está destinado a ser doloroso, y tal vez eterno. Está destinado a consumirla, y a morir sin jamás poder llegar a ver el mar. La carga es demasiado pesada, y su soledad solo le augura un final horrible.

En aquella remota parte del desierto, Dani se encuentra en un desierto. En medio del mundo, y en medio de rituales que rozan el ocultismo y la criminalidad, Dani encuentra aquel grupo que finalmente le ayuda a cargar su piedra, que comparta con ella el peso de la pena y la angustia. Una compañía real, física y mental.

El grupo le demuestra con hechos que todo lo que sucede ahí dentro es colectivo, es compartido, y las emociones se diseminan entre todos los integrantes. De la misma forma que los ancianos deciden morir junto y frente a sus compañeros y compartir el dolor de la muerte, de la misma forma que las mujeres comparten el placer de un encuentro sexual, sus compañeros comparten con Dani la angustia del llanto y el dolor de la pérdida. Finalmente coronada como reina del festival, la catarsis llega cuando Dani es consciente que aquellos que la rodeaban antes nunca estuvieron del todo dispuesto a acompañarla por su periplo en el desierto.

Jamás habrían sido capaces de ayudarle a empujar su roca hasta el mar, porque el individualismo era lo primordial en sus vidas. Encarnado especialmente en Christian, ese brutal individualismo que rodeaba a Dani se revela como aquel monstruo que le impedía liberar su pena y la obligaba a mantener una actitud relativamente positiva, una normalidad forzada para no molestar al resto. Finalmente las llamas consumen a Christian ahora convertido en una bestia, como símbolo de aquello que va contra los preceptos del grupo.

Y Dani, en una última mirada a la cámara, sonríe porque ve en el fuego como su pena ahora puede obtener el descanso que buscaba y su angustia puede ser combatida de forma grupal De una u otra manera, Dani entiende que los demonios deben ser identificados, castigados y quemados para que el ser humano pueda florecer. Vivimos en una sociedad donde el dolor y la pena deben ser guardados en lo más profundo de nuestras almas.

Son inconvenientes, son poco estéticos, se convierten y nos convierten rápidamente en un problema. En una vida de gratificación instantánea, de felicidad online, aquellos que sufren y comparten su angustia corren el riesgo de vivir en el ostracismo, entonces escondemos aquellos dolores bajo capas de medicamento y fotos con filtro. Tu dolor no importa a los demás, tu dolor debe ser individual, tu dolor es un inconveniente, es tu inconveniente.

Dani ríe al final de la historia porque ha entendido cómo la gente del festival ve a la muerte de una forma diferente, como un proceso que todos debemos compartir. Los ancianos que se lanzan al vacío, aquellos que se ofrecen para morir en las llamas, todos entienden que son parte de algo más grande que ellos mismos, que la vida debe vivirse comunitariamente, que la muerte debe ser mirada a la cara y no podemos esconderla en el sótano de nuestra alma. Cada uno sufrirá para que Dani no deba sufrir en soledad.

Finalmente, todos empujamos la piedra para que todos, en conjunto, podamos llegar al mar.

Light Points

Spotlights help boost visibility — be the first!

Comments 2
Hot
New
comments

Share your thoughts!

Be the first to start the conversation.

3
2
0
0