Somos contemporáneos al estreno de una de las producciones más grandes de Argentina de ciencia ficción basada en la historieta icónica y representativa del país: El Eternauta. La serie es excelente, hay mucho para analizar y para enorgullecerse, el clima de victoria e ilusión que creó en cada espectador son momentos únicos y memorables que por varias razones generan una sensación de unión colectiva y es una obra que fue disfrutada por la mayoría de las personas. Es de calidad superlativa, digna de representar el talento y trabajo de los argentinos. El Eternauta es una muestra de lo lejos que podemos llegar en el mundo audiovisual y en general, el tagline “nadie se salva solo” aplica en todos sus sentidos.
Bruno Stagnaro fue el encargado de llevar adelante esta misión que tuvo algunos intentos inconclusos en el pasado, hubo varios intentos fallidos de llevar a cabo la hazaña de realizar una película de la historieta creada por Héctor Germán Oesterheld con ilustraciones de Francisco Solano López, pero dependía de muchos factores, entre ellos el económico, para poder retratar elementos centrales de la historieta como la nieve en Buenos Aires donde no nieva, los cascarudos, la cantidad de actores y batallas, entre otros. Este artículo tendrá muchas apreciaciones personales porque cuando terminé de ver la serie, sentí algo parecido a cuando vi Diarios de Motocicleta (Walter Salles, 2004), Memoria del Saqueo (Pino Solanas, 2004) y La Naranja Mecánica (Stanley Kubrick, 1985), ¿Qué tiene que ver una con otra? Que son obras audiovisuales que me hicieron amar el cine o a los relatos audiovisuales, que me abrieron un mundo de posibilidades sobre lo que se podía mostrar, dar a conocer, reflexionar y contar a través de un buen guión, dirección y estética. Partiendo de la intuición y al material audiovisual al que me remitió esta miniserie de Netflix con producción argentina de KyS Films, indagaremos qué puntos en común tiene con las películas mencionadas, especialmente con las argentinas. En El Eternauta se puede ver el sello autoral de Stagnaro y vestigios de sus obras previas como la serie Okupas (2000-2001) al retratar a la sociedad argentina al punto de la crisis que estaba por explotar en el 2001. En Okupas se muestran espacios de la ciudad de Buenos Aires a través de un grupo de jóvenes que se la rebuscan para sobrevivir y ocupan una casa vacía, entre sus protagonistas se encuentra Rodrigo de la Serna quien es coprotagonista en la película Diarios de Motocicleta y Ariel Staltari que hace de Walter en Okupas e interpreta a Omar en El Eternauta. Staltari además es el coguionista de El Eternauta junto con Stagnaro.
En Diarios de Motocicleta se ficcionaliza el viaje que hizo el Che Guevara (interpretado por Gael García Bernal) junto con su amigo Alberto Granado (Rodrigo de la Serna) por América del Sur en 1952, el film retrata la época en que el que un joven Che Guevara empieza a tomar conciencia sobre las desigualdades en América Latina con un estilo de filmación de cámara en mano enmarcado en el género road trip, el humor y dinámica entre los amigos marca el tono del film, especialmente por la actuación de Rodrigo de la Serna. El tono humorístico de El Eternauta tiene reminiscencias directas con Okupas y con la película Pizza, Birra, Faso (1998) de Stagnaro. Pizza, Birra Faso presenta dos elementos centrales que también aparecen en El Eternauta que son la ciudad como protagonista y la construcción de antihéroes. En el caso de Pizza, Birra Faso los antihéroes se construyen en torno a sus faltas de objetivos, en gran parte debido a la falta de horizonte o proyectos en un contexto de una Argentina en crisis, son personajes que están a la deriva merodeando por la ciudad. El estilo de filmación con cámara en mano con movimientos bruscos, los diálogos realistas y uso de locaciones existentes le da al film una veracidad fuerte. El Eternauta tiene ese realismo que caracterizó a Okupas y Pizza, Birra, Faso con el agregado del género de ciencia ficción, lo cual terminó dándole una singularidad total a la miniserie mostrándonos a los argentinos una producción nunca vista en nuestro país.
En la reedición de El Eternauta del año 1976 (originalmente El Eternauta se publicó en la revista semanal Hora Cero de la Editorial Frontera entre 1957 y 1959, Oesterheld era el fundador de la editorial Frontera), Oesterheld hace un prólogo donde deja en claro que la historieta presenta a un héroe colectivo: “El Eternauta, inicialmente, fue mi versión del Robinson. La soledad del hombre, rodeado, preso, no ya por el mar sino por la muerte. Tampoco el hombre solo de Robinson, sino el hombre con familia, con amigos. Por eso la partida de truco, por eso la pequeña familia que duerme en el chalet de Vicente López, ajena a la invasión que se viene (...) El héroe verdadero de El Eternauta es un héroe colectivo, un grupo humano. Refleja así, aunque sin intención previa, mi sentir íntimo: el único héroe válido es el héroe “en grupo”, nunca un héroe individual, el héroe solo”. Esta ruptura del héroe individual por el héroe colectivo se ve en Okupas y Pizza, Birra, Faso y se traslada a la serie, por más que el protagonista es Juan Salvo, queda claro que necesitó de un grupo humano y entorno colectivo para poder sobrevivir. En el año 1968 Oesterheld publica una novela gráfica con dibujos de Alberto y Enrique Breccia sobre los últimos días de vida del Che hasta su fusilamiento en Bolivia en el año 1967, la novela se llama Vida del Che. Más tarde haría la reedición de El Eternauta con el prólogo recién mencionado dándole una impronta más política y llegando a conclusiones sobre el significado de su obra. Vida del Che sería censurada por la dictadura cívico-militar argentina que tuvo lugar del ‘76 al ‘83. Oesterheld, sus cuatro hijas, dos de las cuales estaban embarazadas, y tres yernos fueron desaparecidos por la dictadura.
La revolución aparece plasmada en la obra de Oesterheld y esta misma revolución se lleva a la serie de Stagnaro porque hoy en día, unirse colectivamente pareciera ser uno de los actos más revolucionarios ante un sistema que tiende y fomenta la individualidad, no son alienígenas los que nos controlan, sino la competitividad y productividad concentrada en los dispositivos digitales y los grandes dueños del capitalismo. Levantar la mirada y ver al otro forma al héroe colectivo que tanto logra emocionarnos en la serie El Eternauta. También hay una reivindicación hacia lo analógico condensada en la frase “lo viejo sirve” ya que todo lo electrónico deja de funcionar en la serie y en un sentido metafórico podemos hacer la analogía entre la digitalidad que nos individualiza y aliena en un mundo que se renueva en milésimas de segundos a través de un scrolleo que nos brinda información apabullante que ya ni el cerebro logra procesar racionalmente. Existe un deseo o necesidad de salir de las pantallas, de erguir las cabezas y mirar alrededor y al resto de las personas para intentar construir algo que podamos llegar a procesar y sentir.
El neorrealismo de ciencia ficción que logra Stagnaro muestra la identidad y cultura argentina generando un alto grado de identificación: los cortes de luz en la ciudad con las consiguientes protestas en las calles, los veranos calurosos, la partida de truco, la selección musical con clásicos argentinos, la reunión de consorcio, las locaciones de Buenos Aires, los guiños como la Estatua de la Libertad de Munro, las referencias a las asambleas del año 2001, las Malvinas y sus efectos en los combatientes y el individualismo generalizado de las personas en el presente que luego se transforma en la necesidad imperiosa de unirse para poder salvarse grupalmente. Existe un retrato situacional del país, ese retrato es de elementos que atraviesan a cualquier persona argentina viva, son parte de la cultura y/o conflictos permanentes o cíclicos del país. El personaje de Omar se fue en la crisis del 2001 a Estados Unidos y ahora vuelve, Stagnaro tiene sus obras cúlmines en momentos de altas crisis argentinas ya que Okupas y Pizza, Birra, Faso son previas al 2001 y, hoy en día, también estamos atravesando una gran crisis no sólo económica sino cultural. Es por esta razón que el hecho que se estrene una serie de tan buena calidad en todas las áreas del audiovisual en este preciso momento donde no hay apoyo estatal para realizar contenido audiovisual es tan importante, sin dejar de advertir la ironía que gran parte del presupuesto de la miniserie es de capital extranjero por ser de Netflix. Sin embargo, sirve para demostrar lo necesario que es hacer contenido con personas de la región que retraten aspectos culturales del país creando identidad, identificación, exportación cultural, orgullo, sentido de pertenencia, ilusión, alegría (no la subestimemos) y trabajo. También es importante destacar que la postproducción de la serie tuvo sus propios métodos para la realización de los efectos visuales, exportando de algún modo conocimiento y nuevas formas de flujo de trabajo para este tipo de contenido audiovisuales.
En el documental Memoria del Saqueo de Pino Solanas se hace un gran trabajo explicando e ilustrando cómo se terminó llegando a la crisis del 2001 en Argentina y a los saqueos, haciendo un raconto de las decisiones institucionales y privadas que se tomaron desde la dictadura de 1976 hasta el año 2001. En este documental se comprende el estado generalizado de incertidumbre que vive el argentino que ya sabe lo difícil que es proyectar a largo plazo, con cierta paranoia que el de al lado te “puede cagar”, pero al mismo tiempo la ebullición social puede unir a las personas que están al borde del abismo. Los resabios de estos hechos históricos retratados en Memoria del Saqueo son parte del contexto de todos los personajes de El Eternauta, por ejemplo, Favalli no se olvida de las asambleas del 2001 y las decisiones de sus vecinos en esa época, no obstante no tendrá otra opción que confiar en ellos ante las acontecimientos extremos de la invasión alienígena.
Stagnaro plantea una estética visual de la serie muy meticulosa y le da predominancia a la música, por medio de la selección de los temas musicales también se evoca a la identidad y argentinidad de la serie, incluso dándonos el placer de escuchar a Mercedes Sosa en “Credo” en la escena épica de la Iglesia prendiéndose fuego mientras el resto del grupo logra escapar de los cascarudos. La mayoría de las canciones que suenan son de Argentina de bandas como Manal, El mató un policía motorizado, Intoxicados y Soda Stereo, entre otros. Al comienzo del artículo asocié a la serie El Eternauta con La Naranja Mecánica, puede que sea una asociación bastante subjetiva, pero encuentro relación en los detalle de los planos, en el uso de la música y la resignificación de la misma en el nuevo contexto de la trama y en el retrato de una sociedad alienada en su presente. La película y la serie dentro del género ciencia ficción tienen como protagonistas a personajes que rompen con el concepto de héroe. En relación a la música, en La Naranja Mecánica se usa música de Beethoven o clásicos como Singing in the Rain en momentos que parecen que nada tienen que ver con lo que se está viendo dándole por momentos un significado irónico. Stagnaro desde Okupas que le da importancia a la música y hace uso de canciones muy conocidas para insertarlas a en sus obras, sabiendo que cada espectador seguramente ya tenga una experiencia y sensación asociada a cada uno de esos temas musicales, usando eso a su favor al insertarlos en sus argumentos y sorprendiendo a los espectadores en este nuevo entorno donde la escuchan.
El Eternauta marca un hito en la historia audiovisual argentina y revivió el furor por la historieta original de Oesterheld, esperemos que sigan haciéndose producciones de este estilo con trabajadores del país y con apoyo público y privado para explotar el potencial de la industria audiovisual.
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