Una película de ciencia ficción no necesita un presupuesto multimillonario para ser eficaz, cerrada y contundente. Se suele asociar a las cintas de este género con grandes efectos especiales. Pero en realidad eso no es lo fundamental para una buena narrativa. Y hasta si lo son, se puede jugar con los mínimos recursos para llevar a cabo muy buenas obras. Ese es el caso de la ya de culto Coherence (2013) y la recientemente popular Monolith (2022).
En ambas películas hay un uso de guión inteligente. Las dos tramas ocurren en espacios cerrados con pocos actores —en Monolith solo se necesita una visible— y la acción se asienta principalmente en diálogos. Esto, si está bien hecho, da espacio para que la imaginación del espectador rellene mucho de lo ocurrido.
Coherence comienza cuando un grupo de amigos deciden reunirse. Pero mientras Em se acerca a la casa de uno de ellos, su celular se quiebra. Pronto, el espectador se entera que un cometa surca los aires ocasionando extraños fenómenos.

Monolith empieza cuando una periodista se encuentra con su trabajo en caída. En su último caso habría apuntado a alguien que era intocable y sufrió las consecuencias. Luego, Lily comienza un nuevo trabajo en un podcast de misterio. Un extraño mail la llevaría a descubrir un entramado de casos atravesados por lo ominoso.
En ambas cintas la tensión y la incertidumbre van in crescendo. Mientras que al principio ocurre un escenario cotidiano, la usual juntada de amigos o el intento de remontar una carrera truncada, la historia muta en un remolino de circunstancias retorcidas y una mezcla de horror y ciencia ficción.
Como en el caso del Gato de Schrodinger, nombrado por uno de los protagonistas de Coherence, las realidades se solapan entre sí. El mismo grupo de ocho personas se cruzan con sus réplicas de una realidad levemente paralela. Como en el bien pensado póster, se deben servir de elementos aleatorios para identificar de dónde provienen: un raqueta de ping pong, fotos con números arbitrarios, varas de luz de un color.

Mientras, el elemento extraño en Monolith es un ladrillo negro. La protagonista va tejiendo un mapa de conexiones entre diferentes personas que poseen aquel objeto. Y en el proceso va descubriendo su propio pasado y los efectos que puede causar el elemento.
Una vertiente de la ciencia ficción
La ciencia ficción tiene muchas ramas y subramas. Tal vez la más clásica y más asociada a la mayor parte del género sea la llamada “dura”. Es la que se caracteriza por estar basada en las leyes de la ciencia, en viajes espaciales, temporales, robots. La mayor parte del cine considerado de ciencia ficción está de este lado; 2001: odisea del espacio, Alien: el octavo pasajero, Total Recall, Matrix, Arrival, etc.
Sin embargo, hay otro subgénero denominado como “blando”, en el que las preocupaciones y los tópicos son otros. Lo psicológico, la crítica social, lo filosófico son lo más predominante en esta área. Más tarde se los etiquetó dentro de la llamada New Wave, que buscó romper con el esquema clásico y renovarlo.

Se podría decir que tanto Coherence como Monolith, y otras películas de ciencia ficción de más bajo presupuesto están dentro de este último grupo. Lo sucedido en la secuencia de acontecimientos no se guía por los parámetros más duros de la ciencia y el foco tampoco está puesto en ello, sino que son solo una excusa para desarrollar la trama.
El equivalente en la literatura se puede encontrar en la obra de Ray Bradbury, Philip K. Dick, Ursula K. Le Guin, Cordwainer Smith o Brian Aldiss. En estas películas, tanto James Ward Byrkit como Matt Vesely realizan una narrativa que si bien no está influenciada por el estilo de alguno de estos autores, sí encuentra su foco en una línea paralela de la ciencia ficción. Una cuyo puntapié pueden ser tropos convencionales de la ciencia ficción, —como los efectos de un cometa o los de un extraño elemento de origen desconcocido—, pero cuya importancia radica en las consecuencias que estos tienen en la trama, y no en sus parámetros científicos.
Ciencia ficción independiente
Coherence se hizo en tan solo cinco días en la casa del director. Este contaba con un texto de 12 páginas. El resto fue improvisación sobre una base y los elementos claves que sí o sí deberían aparecer.

La manera en que se dispuso todo de manera milimétrica hace que pueda ser una obra para revisitar varias veces y seguir encontrando pistas de lo que va sucediendo. Por ejemplo, los objetos que aparecen en determinados espacios son nombrados más tarde.
Monolith nació de forma muy similar. Su director Matt Vesely se preguntó: “¿Puedo hacer una película de ciencia ficción sobre una invasión pero solo con un personaje?”.
Al principio la cinta trataba de una conspiración mundial, sin saber qué era real o no. Pero luego añadieron el elemento tan icónico de 2001: una odisea del espacio, el monolito, y la guionista Lucy Campbell agregó la idea de estructuras de poder.

Hay otro esfuerzo en ambas cintas que tiene que ver con el mostrar en vez de contar. Hasta en Monolith, que se maneja mucho mediante el relato y el audio, lograron equilibrar bien ese eje para no contar demás.
Así, no solo se construyen guiones inteligentes, sino que da mucho espacio para la imaginación del espectador. Las tramas y hasta sus finales son ambiguos, y quien los ve debe rellenar la historia.
Esto también genera la posibilidad de ver las películas una y otra vez y seguir encontrando ideas, elementos y significados que antes no se vieron.
Otra manera de hacer películas
La ciencia ficción no es sólo equivalente a enormes tanques de presupuesto descomunal y sofisticados efectos especiales. El género puede encontrar su vía en cintas más pequeñas, con pocos actores y en espacios cerrados.

Este tipo de historias —a diferencia de la rama más dura de la ciencia ficción en literatura— tiene a la vez el desafío de explotar pocos recursos al máximo. Si esto ocurre de manera inteligente se pueden generar historias de forma ingeniosa y hasta innovadora.
Este es el caso de Coherence y Monolith, dos películas del género que hacen mucho con poco, que dan para pensar y que construyen lo ambiguo y lo misterioso de una manera orgánica y tensa. A la hora de hacer películas independientes de ciencia ficción, son obras a las que se debe prestar más atención.
Nota por Alex Dan Leibovich | Periodista | Redactor en Clarín, Peliplat y Erramundos.
Publicado el 30 de junio del 2024, 5.22 PM | UTC-GMT -3.
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