Uno de mis artículos sobre cine, analizo y recomiendo la película argentina “Los justos” del 2024, en donde un grupo de ancianos de un asilo desentrañan una trama de lavado de dinero de una funeraria, y se deciden organizar un plan para robarlo. Una comedia sencilla, con un lenguaje visual sutil y comprensible como introducción al consumo audiovisual, destaca en la interpretación de actores reconocidos como Arturo Puig, Claudio Rissi y Claudia Lapaco sobre personajes representativos de la tercera edad. La norma anglosajona indica que dicho círculo etario representa la inutilidad subestimada por las nuevas generaciones o el conservadurismo inhibidor de la vida liberal. ¿por que la vejez no puede ser por sí misma el resultado de la vida, con sus amargas experiencias y nostálgicos recuerdos?, y ser valorada en su condición sin oposición o comparación competitiva.
Este es el elemento que más destaco de la película “Los justos”, como un pequeño ejemplo replicado en otras películas sobre la representación de la vejez, y sobre todo, lograda con realismo en el cine argentino. ¿Por qué es realista? porque no delimita algún estereotipo o idealismo biológico sobre un círculo etario estimado por el capitalismo posmoderno como “inútil”. Aunque la “utilidad” sea reivindicada en su justicia, esta se vuelve una trampa de asimilación ideológica de parte del capitalismo del rendimiento, desconociendo una identidad generacional preexistente a la propia, y por ende, cargada de un conocimiento experimental que contrasta con los sofistas tecnodigitales del presente.
https://www.peliplat.com/es/article/10029087/los-justos-o-la-medida-justa-del-buen-cine
“Los justos”... o la medida justa del buen cine.


Cuando observo los últimos papeles de actores reconocidos como Morgan Freeman, Al Pacino, Harrison Ford, Piercing Brosnan o Liam Nesson, no dejo de pensar en la fantasía física sobre un círculo etario que depende del trabajo de dobles de riesgo para la mayoría de sus escenas. No desmereciendo el extraordinario currículum fílmico de estos actores, no se trata de sus interpretaciones, sino de las historias en las que los hacen actuar. Cada actor es libre de tomar el papel que quiera, sin embargo, si esa fuera la conclusión de este artículo, no habría una brújula que nos guíe hacia un camino narrativo, “la brújula no está rota, Hollywood lo está”.
El parasitismo conservador de la cultura no solo impide la creatividad, sino que incentiva el canibalismo cultural, reciclando a los mismos actores en eternas secuelas sensacionalistas para el consumo masivo. Es una práctica que apela al estima de la marca actoral por sobre la historia que se desarrolla, forzando a la ancianidad a la interpretación de papeles físicos imaginarios para su real capacidad, sumando junto al uso de armas y manejo vehicular, otra fantasmeada norteamericana, el “pendeviejo”.
Retornando a nuestro Norte guía, el Sur argentino, un actor en particular, se ha desenvuelto en multiplicidad de películas y géneros sin comprometer su apariencia o acciones. Y que su calidad actoral lo posiciona a la altura de los grandes del cine hispanohablante en la humildad de sus interpretaciones, como si hablara la experiencia por sobre el sensacionalismo tecnológico, Ricardo Darin, representa en su historial fílmico el ejemplo del buen envejecer de la vida. “Los poros de Darin” es una expresión que uso por la fascinación que me genera observar las marcas humanas sin maquillar en su rostro. Obviamente se maquillan, pero no al riesgo de saturar su piel con la cosmética de un político en campaña, quienes reflejan la metaficción de sus discursos, llevada a sus rostros y sonrisas. En cambio, en Darin, no hay una falsedad en sus movimientos y reacciones, que, sin exagerar o acentuar su talento, logra una predecible naturalidad, y por contraste con el salvajismo fílmico anglosajón, apreciablemente original.

Su última interpretación en la serie “El eternauta”, con sus 68 años, nos transmite el realismo del que carece un sylvester stallone con sus 78 años o un arnold schwarzenegger con sus 77 años, quienes se esfuerzan en sus papeles remasterizados de asesinos golpistas, perdón, héroes del mundo libre. Mientras que Juan Salvo, representa aquella brújula desorientada tras la guerra patria por Malvinas, en un mundo roto por el individualismo y la indiferencia, que sin grandes explosiones, ni el disparo de miles de balas por minuto, logra inspirar heroísmo en la formación de los humildes y necesitados de una iglesia, tras observar la marcha invicta de los insectoides enemigos.
Arturo Puig Claudio Rissi Claudia Lapacó Ricardo Darín


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