Escribo las siguientes líneas, desde mi habitación del hotel en Dubai con miras al mastodóntico Burj Khalifa. Lo miro, y no puedo pensar en otra cosa que en una película que ha hecho que emprenda dos viajes en menos de un año, con el fin de poder verla en pantalla grande. Sé, y esto es algo que alguien de muy buena manera me lo ha dicho por Twitter, que Dubai no tiene nada de “brutalista”; cosa que es cierto, si vamos directamente a este estilo arquitectónico que surgió en Europa precisamente a mediados de la década del siglo pasado. No obstante, sí que el hecho de pasar unos días en una ciudad tan artificiosa como Dubai, me ha dado para reflexionar sobre la idea arquitectónica-poética y vital de la grandiosa e inconmensurable película de Brady Corbet: The Brutalist (2024).
Supongo que a estas alturas de la película a nadie le sorprenderá, pero, ¡qué barbaridad es The Brutalist (2024)! Se supone que, a la hora de analizar una película a nivel profesional, uno no tiene que evidenciar su postura, tanto si es favorable como, por lo contrario, negativa al principio del escrito; algo que me pasó por la torera en cada crítica que he escrito, no siendo esta una excepción. Porque si algún sentido tiene la crítica cultural es que, en última instancia, consiga infundir esa pasión que hará que la persona que pueda estar leyéndola decida sacar dos horas (en este caso algo más) de su tiempo viendo esa película en cuestión.
Trailer de The Brutalist (2024), de Brady Corbet
Pero volviendo a la película de Corbet, quizás sea el significado que hay detrás de todo lo erigido por el hombre lo que la convierte a ella y a la propia arquitectura en algo profundamente poético y existencialista. Ya sea por la ambición de conquistar los cielos como símbolo de poder, como en el caso del Burj Khalifa, o para trazar un laberinto entre nuestra propia identidad y dolor, la arquitectura habla del ser humano de manera que socava la concepción de tiempo y espacio. Desde que fuera la sensación del pasado Festival de Venecia, The Brutalist (2024) no ha parado de cosechar elogios y nominaciones en la temporada de premios, convirtiéndola de esa manera en la película favorita para ganar el Oscar a Mejor Película este año; a no ser que Emilia Pérez (2024) consiga arrebatárselo.

Adrien Brody en The Brutalist (2024), de Brady Corbet
La película está protagonizada por Adrien Brody, Felicity Jones, Guy Pearce, Joe Alwyn y Raffey Cassidy, entre muchos otros. The Brutalist (2024) sigue estrenándose por todo el mundo, incluso en algunos proyectándose en 70 mm; la película fue rodada en VistaVision. Y es que, aunque acabe estrenándose en plataformas, estamos ante una película que merece la pena que al menos su primer visionado sea en una sala de cine, que es para lo que fue concebida.
La gran epopeya norteamericana
Es sobrecogedor estar ante una película que recuerda tanto a una época en el que a través del cine esa frase de “bigger than life” se convertía en un hecho tangible. La ambición desmedida ante el desafío de capturar algo único e irrepetible, algo que consiga huir de los crueles dictámenes del tiempo. Porque sí, de The Brutalist (2024) es una película construida desde una mirada poética, que nos habla de las fragilidades más recónditas del ser humano y como ellas acaban resurgiendo de modos insospechados y luminosos.

Adrien Brody en The Brutalist (2024), de Brady Corbet
En sus 3 horas y 35 minutos de duración (más un intermedio de 15 minutos), The Brutalist (2024) muestra la ternura y la barbarie que se ven congregadas de igual manera en el hombre, más si cabe en tierras áridas y revueltas como son los Estados Unidos de América; una tierra de inmigrantes, pero que ahora más que nunca reniega de ellos. Todo ello hecho desde el esplendor de quien dota a sus imágenes de valor, las que hablan por sí mismas y que no viven aplastadas por una retórica soporífera e irritante que a veces se me impone por cualquier otro fin excepto el artístico.
La cinta toma decisiones conscientes y con una gran determinación por parte de su director en lo que respecta tanto a lo formal como a lo de fondo. Sus dos partes claramente definidas y diferenciadas con ese intermedio lleno de lógica, logran que uno vea las posibilidades del cine y nos recuerdan todo aquello que una vez nos hizo vibrar en una sala de cine.
Personajes que quedan para el recuerdo
László Tóth va a ser sin duda uno de esos personajes que queden para la posteridad del cine, gracias a un Adrien Brody que ganará su segundo Oscar a Mejor Actor en esta próxima edición. Recuerda mucho a la interpretación que se marcó en El Pianista (2002), la cual le sirvió para alzarse con su primera estatuilla. Queda fuera de todo calificativo lo que hace en The Brutalist (2024), recordando a todo el mundo que sigue siendo uno de los mejores actores en activo.

Adrien Brody y Felicity Jones en The Brutalist (2024), de Brady Corbet
Pero si no fuera poco, la película deja otras actuaciones y personajes memorables: Guy Pearce y Felicity Jones. Con esta última parece no haber tanta unanimidad o que simplemente no se ha llegado a valorar su trabajo en esta película, a diferencia de la de Adrien Brody y la de Guy Pearce. Tiene casi todo el peso dramático de la segunda parte y no solo consigue salir airosa pese a tener al lado a un gigante como Brody, sino que consigue brindar, de una manera poderosa, brío a la parte más trágica y melodramática de la cinta. Y bueno, Guy Pearce está arrebatador haciendo de esta especie de villano encubierto. Todas las escenas que comparte con Brody son de lo mejor de la película, con momentos que dejan totalmente incrédulo a uno; incluso a mí, que hasta la fecha he visto la cinta tres veces.
El tiempo dirá
Hace unos días escuchaba a un reputado crítico de mi país decir que el tiempo dirá si esta película acaba siendo un clásico con el paso del tiempo. Nadie sabe cómo le tratará el tiempo a esta película, pero lo que sí tengo claro es que ha alcanzado algo revelador, puesto que demuestra que alguien puede hacer una película inmensa con pocos medios. Que se haya conseguido este despliegue tan brutal (nunca mejor dicho) a nivel visual y sonoro con tan solo 10 millones de dólares de presupuesto, debería realmente sonrojar a más a la gran mayoría de producciones que se llevan a cabo al año en Hollywood. Es absolutamente demencial lo obtenido por Corbet, que se desliga totalmente de las formas actuales dictaminadas por las plataformas de streaming.
Cuando uno se atreve a ser genuino y tiene algo que contar, se producen obras artísticas del calado de The Brutalist (2024). Películas que no generan indiferencia, que nos interpelan como espectadores y que nos hacen reflexionar sobre el camino. Da igual si acaba o no ganando el Oscar a Mejor Película, esta película no aspira a algo tan mundano como eso, sino a acariciar la eternidad. Una obra mastodóntica que no podéis perderos por nada del mundo y que, como comenté al principio de esta crítica, debéis intentar de verla en el cine. Gracias, Brady Corbet, gracias por brindarnos esta obra tan sumamente asombrosa.
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