Trap (2024): Un tour de force devenido en una inesperada comedia

Spoilers

Pensar en el cine de M. Night Shyamalan, no me hace necesariamente pensar en la primera vez que escuché aquella línea de diálogo que recorrería el mundo con un eco totalmente perturbador, por parte de un todavía prometedor Haley Joel Osment hacia un Bruce Willis que nos ofrecía una actuación desgarradora aún con los últimos vestigios de su juventud en su cabellera.

Pero aunque el “Veo gente muerta” de The Sixth Sense (Sexto sentido, 1999), no refleja mi admiración por el trabajo de Shyamalan ― probablemente le he perdido cariño por la cantidad de veces que me la han presentado como un ejemplo de plot-twist en clases de guion ―, es justo decir que aún así, fue la que le abrió la puerta grande de Hollywood, y sin la cual algunas de sus mejores películas, probablemente jamás habrían existido.

Pero siendo honesto, en retrospectiva, y valiéndome de un dato del cual me enteraría años más tarde, mi primer recuerdo del cine del indio-estadounidense, sería Stuart Little (1999), en la cual auspició de guionista y siendo honesto, algo que siento que es era el giro argumental definitivo de Shyamalan. Convengamos que la historia de cómo un ratón antropomórfico es deliberadamente adoptado de un orfanato, en el cual, cabe mencionar, también había un vasto catálogo de niños humanos esperando un hogar, es extrañamente enternecedora, pero ante todo, hilarante. Algo que no cuadra del todo con ninguna de las películas que se vendrían.

Signs (Señales) - Buena Vista Pictures

Aunque también es acertado decir, que Shyamalan nunca se ha alejado demasiado de la comedia, gran parte de su filmografía cuenta con cierto humor absurdo e irreverente que se permea sutilmente a lo largo de los argumentos de sus películas.

Teniendo esto en mente, lo que pienso cuando pienso en el cine de M.Night Shyamalan es en lo mucho que me hubiera gustado vivir la experiencia de encontrarme con una película como Signs (Señales, 2002) cuando era joven. Y como eso me guiaría a descubrir The Village (La aldea, 2004), la cual sin abandonar esta esencia de crear atmósferas opresivas en entornos completamente abiertos, daba paso a un Shyamalan mucho más ominoso, que exploraría la psicología del miedo en entornos aparentemente seguros. Algo que, luego de varios tropezones ― al menos para mi gusto ―, recuperaría de manera más que plausible en Servant, serie no demasiado conocida (original de Apple TV+) en la cual auspicia de productor ejecutivo y director de algunos y capítulos, y en Knock at the Cabin (Llaman a la puerta, 2023).

The Village (La aldea) - Buena Vista Pictures

Lo cierto es, que a pesar de sus orígenes en la comedia, y el hecho de que está siempre ha estado presente de una u otra manera en su cine, jamás imagine, cuando entre a ver su nueva película, que se entregaría, por completo, al humor. O al menos lo intentaría.

Trap (La trampa, 2024), tiene como protagonista a Cooper (Josh Hartnett), alguien que se presenta como un padre fabuloso, que está dispuesto a vivir la pesadilla que pocos padres se atreverían a padecer: llevar a su hija adolecente Riley (Ariel Donoghue), al concierto de la estrella pop de turno: Lady Raven (Saleka Shyamalan, hija del propio director), para vivir con su hija un momento tan fugaz como único para ambos.

Pero al llegar, Cooper se percata de cierta particularidad: el operativo de seguridad del concierto parece ser mucho más exagerado de lo normal. Luego de unas conversaciones cargadas de una exposición hilarante a nivel tanto de puesta en escena como de guion, (algo que no se le permitirían a cualquier director), nos enteramos de que el operativo es en verdad una trampa para el asesino en serie conocido como “The Butcher”, quien es, inesperadamente, el mismísimo Cooper.

No se dejen engañar por primeras lecturas o recomendaciones tiktokeras que van por la misma línea de lo que Shyamalan se burla estableciéndolo como el pilar fundamental para construir su comedia. Trap no es un thriller, es, en todo caso, una comedia disfrazada de thriller.

Tampoco se trata del regreso del gran Shyamalan. El director indio-estadounidense siempre ha estado allí para intentar hacerse cargo de lo que sea que le pongan enfrente de la manera que mejor le parece. A veces acierta, y muchas otras veces (sobre todo en la última década), no ha hecho más que errarle, a lo que se le suma el hecho de que carga constantemente con algunos grandiosos fantasmas de su pasado, y el hecho de que es de los pocos directores autorales trabajando en Hollywood actualmente (porque sí, nos guste o no M. Night Shyamalan, es tan autor como lo es Steven Spielberg), que no necesita caer en trabajar en una propiedad intelectual o pre-sold franchise (o franquicia pre-vendida, dícese de todas aquellas precuelas, secuelas, reboots, remakes, adaptaciones y similares), para contar una historia.

El Shyamalan de siempre también se hace presente, y aunque bien podría tratarse de una nota al pie, quizás es necesario aclararlo para los amantes del maestro de los giros de tuerca: si, la película está llena de giros de tuerca a nivel de guion que acompañan a Cooper que, por supuesto, intentará escapar del concierto de Lady Raven, con más de 30.000 personas, más la redada de la policía y el FBI, de las maneras más inverosímiles posibles.

Trap (La trampa) - Warner Bros. Pictures

La película entonces se vuelve una especie de tour de force tanto de Cooper, como del actor que lo encarna: no es que Hartnett se roba la película, porque no hay nada lo suficientemente destacable para robar, pero es cierto que carga con el peso de cada decisión de la puesta en escena de la película, en cualquiera de sus aristas, en sus hombros, y el resultado es más que digno. De hecho, la película es, hasta el tercer acto, construida enteramente desde el punto de vista de Cooper. Y una vez que la puesta en escena lo abandona, lo que queda para entonces de una propuesta relativamente funcional y atractiva termina por caerse a pedazos. En parte por un nepotismo bochornoso, y en otro por querer manipular a la audiencia para hacerla cambiar de posición respecto a lo que ha querido construir a lo largo de tres actos milimétricamente marcados en el metraje.

A medida que las posibilidades de Cooper se agotan, todo se vuelve cada vez más hilarante, y cuando parece que no queda otra salida, un nuevo plot-twist más inverosímil que el anterior se hace presente. De hecho, y sin entrar en spoilers, hay una escena en la cual las habilidades de Cooper parecen haberse agotado, hay una sola salida, una que, literalmente, es una oportunidad en 30.000. Y como no podría ser de otra manera, es el mismo Shyamalan (quien es conocido por introducirse en sus películas, siempre como un agente de cambio en el guion o como catalizador en la construcción del conflicto), el que aparece, en pantalla, para dar vida nuevamente a Cooper. Ninguna de las apariciones de Shyamalan en sus películas es casual o arbitraria, su incorporación a sus guiones siempre tiene un sentido casi meta cinematográfico, y en este caso, su aparición es la confirmación de que Trap, es una comedia, y M. Night se está divirtiendo muchísimo. El problema es que la audiencia, no tanto.

Trap (La trampa) - Warner Bros. Pictures

Y es que para el tercer acto, Shyamalan se ha embarrado demasiado en su “vale todo”, ha intentado vender un thriller, que nunca tuvo las herramientas para serlo, ha construido una comedia, que no se reconoce a sí misma como tal, y por ende no exprime todo su potencial. En su intento por generar una propuesta original, ha decidido ponernos del lado del villano, en cuestión de que somos nosotros, espectadores, los únicos que sabemos la verdad sobre él. Algo que, cabe mencionar, no es ni el primero ni el último en hacerlo. Pero si sucede que al menos en personajes como Norman Bates de Psycho (Psicosis, Alfred Hitchcock, 1960), Alex DeLarge de A Clockwork Orange (La naranja mecánica, Stanley Kubrick, 1971), o el Patrick Bateman de Christian Bale en American Psycho (Psicópata americano, Mary Harron, 2000), los directores y guionistas encontraban el balance justo para contarnos la historia desde el punto de vista de estos monstruos, pero hacerse cargo de ello. Cuando M. Night no logra cargar con lo que ha construido parcialmente en Trap, el punto de vista de la película se vuelve casi una papa caliente que nadie quiere tener y hasta la dirección de fotografía y el montaje se descontrolan dándole valores de planos totalmente inapropiados a personajes que nunca debieron merecerlos, no por falta de mérito actoral, sino de valor narrativo.

A fin de cuentas, en Trap, M. Night Shyamalan aspira a ser mucho más cercano al cine de Jordan Peele que al de Alfred Hitchcock, algo de lo que mucho se habla, pero que carece de justificaciones válidas. Pero la principal diferencia entre Peele y Shyamalan, es que el primero abraza el absurdo, la comedia y la ironía con una fluidez natural, mientras que Shyamalan se tropieza intentando fusionar elementos de thriller y la comedia, incorporando elementos de la cultura pop y este tour de forcé que termina pareciendo más un show de variedades sin un sentido claro. Peele logra equilibrar el humor y el horror de manera calculada y consistente, mientras que Shyamalan en Trap parece, irónicamente, tenderse una trampa a si mismo y atraparse en un torbellino de ideas que no terminan de converger en algo puntual.

Trap (La trampa) - Warner Bros. Pictures

El giro de tuerca final de Trap parece no estar interesado en acercarse a uno de esos finales inesperados que Shyamalan suele ofrecer, y en su lugar, revela que la verdadera sorpresa no es esta en el desenlace en sí, sino en la falta de coherencia y cohesión en la narrativa que la precede.

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