En un pueblo llamado Big Whiskey, en Wyoming, Quick Mike (David Mucci) desfigura el rostro de la prostituta Delilah Fitzgerald (Anna Levine), después de que se burlara del tamaño de su pene. Al no recibir la ayuda que esperaban del sheriff Bill “Billito” Daggett (Gene Hackman), las compañeras de la chica ofrecen una recompensa por las vidas del asaltante y su amigo, Davey Bunting (Rob Campbell), quien no pudo evitar el ataque. William Munny (Clint Eastwood), un notorio asesino retirado, recibe una propuesta del joven Schofield Kid (Jaimz Woolvett) para asesinar a los hombres y cobrar la cuantiosa recompensa. William decide salir de su retiro y se embarca en una misión de redención junto a Kid y su amigo Ned Logan (Morgan Freeman).
El western es un género legendario no solo por sus películas y realizadores, sino también por intérpretes como John Wayne, Henry Fonda, Charles Bronson, Franco Nero, Lee Van Cleef o Gary Cooper, quienes dejaron una huella imborrable en él. Pero esta lista no puede estar completa sin el nombre de Clint Eastwood, el último gran ícono vivo del Viejo Oeste cinematográfico y, probablemente, su rostro más reconocido. Si bien entre 1959 y 1966 había protagonizado la serie western Cuero crudo (Rawhide, Charles Marquis Warren), saltó a la fama mundial con el spaghetti western Por un puñado de dólares (Per un pugno di dollari, Sergio Leone, 1964) y las otras dos entregas de la célebre Trilogía del dólar. De esta manera, su imperturbable y dura figura ―popularizada por los westerns italianos― quedó indisolublemente unida al género americano por excelencia.
Asimismo, a diferencia de muchos de sus colegas, la reputación de Eastwood como ídolo del western ascendió por las películas que dirigió. Es cierto que Wayne y Kevin Costner, otra personalidad distinguida del género, dirigieron películas notorias, como El Álamo (The Alamo, 1960) y Bailando con lobos (Dances with Wolves, 1990), respectivamente, pero son pocas y no entraron tanto en el imaginario colectivo como las del primero. Así, el trabajo de Eastwood dirigiendo westerns ―los cuales siempre protagonizó― inició en 1973 con La venganza del muerto (High Plains Drifter) y culminó, casi veinte años después, con Los imperdonables (Unforgiven, 1992), su grandiosa, melancólica y definitiva despedida del Oeste, incluso como actor.
Los imperdonables comienza con un plano general de una casa, un árbol, el sol cálido bajo en el horizonte y un hombre labrando la tierra; solo escuchamos los golpes del hombre y un triste solo de guitarra, que se convierte en el leitmotiv de la película y estuvo compuesto por Lennie Niehaus, otrora colaborador asiduo de Eastwood. Aparece un texto que narra la historia de la virtuosa y fallecida Clara, quien se enamoró del violento, asesino y ladrón William Munny; no sabemos sus motivos, pero algo vio en él que más nadie podía. Y a pesar de que nunca vemos a Clara, intuimos que debió ser especial porque hizo recapacitar a tan deplorable hombre y se vuelve una presencia constante para este; el leitmotiv lleva su nombre, inclusive.
En esta historia de bandidos retirados, sheriffs inmorales y vaqueros indignos, las mujeres son los personajes más virtuosos, indistintamente si están muertas, son prostitutas o indias de mirada dura. El acuchillamiento de Delilah nos parece deplorable, entre tantas cosas, porque no se burla con malicia del pene de Mike; y nos conmueven los intentos de Strawberry Alice (Frances Fisher) y las demás prostitutas por resarcir el crimen, porque la chica ni se lo merecía, ni consiguieron verdadera justicia por parte de la ley. En Los imperdonables, por tanto, las mujeres están a merced de los hombres e intentan labrarse su propia justicia, y la clemencia es una rareza.
La recompensa que ofrecen las prostitutas por Mike y su amigo detonan toda la trama; y Kid, atraído por el dinero mas no por la piedad, busca la ayuda de alguien con más experiencia. En este punto se introduce a William, uno de los personajes más interesantes de la película y la filmografía de su intérprete. Similar a los antihéroes de Eastwood, William es un tipo duro, de mirada penetrante y hábil con los revólveres; no obstante, a diferencia de los otros, carecía de códigos y mataba por igual a hombres, mujeres y niños, hasta que conoció a Clara. A su vez, parece ser buen padre con sus dos pequeños hijos, no es un granjero diestro y su situación económica es precaria.
Entonces, ¿decide volver a las andanzas porque extraña su vida anterior? ¿Porque quiere darles una buena vida a sus hijos a costa de la vida de otros? ¿O porque se apiada de Delilah? A medida que transcurre la narración, entendemos que su lado oculto sale poco a poco, el bienestar de sus hijos es importante para él y le horroriza lo que le pasó a la joven, con quien se identifica por las cicatrices físicas y emocionales que llevan. De ahí que, al mismo tiempo, William resulte más complejo de lo que parece a simple vista y su historia se pueda interpretar como la de un hombre luchando contra su propia leyenda e impulsos.
A través de este y otros personajes, la piedad intenta aflorar en este mundo árido y cruel: William quiere el dinero para ayudar a sus hijos, como vimos; Davey le regala su mejor yegua a Delilah en un gesto sincero de arrepentimiento; las prostitutas mienten al principio sobre la cantidad de la recompensa, con tal de conseguir la muerte de los perpetradores; Kid ya no desea matar a nadie más; y, al final, William amenaza con arrasar el pueblo de Big Whiskey si sus habitantes no le dan un entierro apropiado al profanado cuerpo de Ned y dejan en paz a las prostitutas.
Paradójicamente, el único personaje incapaz de sentir auténtica bondad es el sheriff Bill, quien en pocos sentidos es parecido a William, pero en muchos otros es su contraparte. Por un lado, Bill es fuerte, firme y otros oficios que no involucren la muerte, como la carpintería, no se le dan bien. Por otro lado, es sanguinario, le importa más la seguridad de Mike y su amigo que la de las mujeres, actúa siempre al resguardo de las armas de sus compañeros y parece disfrutar siendo un desgraciado con sus oponentes.
Bill, pues, simboliza la ley hecha tiranía o la tiranía legalizada, ya que cree que consigue justicia al pedirle a Mike y Davey que entreguen varios caballos para remediar el daño a Delilah, pero no a ella, sino a Flaco (Anthony James), el dueño de la taberna donde trabaja la chica; igualmente, no tortura a Ned hasta la muerte por ser racista, aunque es llamativo que lo azote, sino porque considera que es lo correcto. La actuación de Gene Hackman dio en el clavo, haciendo al personaje totalmente despiadado, sardónico e imponente.
Por lo anterior y otros aspectos, Los imperdonables es uno de los mejores westerns crepusculares de la historia; no es casual tampoco que inicie y termine con dos imágenes bellas de ocasos, como forma de sugerir el ánimo del protagonista y su propio talante. Por lo mismo, hace una revisión de los mitos y arquetipos del Oeste fílmico forjados durante años: William por su edad, retiro o ambas, pierde la costumbre de disparar y montar a caballo, se enferma por una lluvia, intenta reformarse por el amor de una mujer y tiene miedo de morir; Bill se comporta más como un delincuente que un agente de la ley; Bob el Inglés (Richard Harris) es bueno disparando, pero su leyenda es bastante ficticia; las prostitutas tienen principios y amor propio; y Ned y Kid tienen problemas para disparar de lejos.
De esta manera, la película no solo es impredecible, a pesar de que el público espera justificadamente que Eastwood gane al final, sino que hace una lectura autoconsciente de su condición como obra de un género en apariencia inamovible y edificado sobre muchas leyendas casi fantásticas. Ni siquiera tiene tantas balaceras como otros westerns, porque busca enfocarse más en el drama interno y externo de los personajes. Y la referencia al asesinato del presidente Abraham Lincoln, que ocurre unos años antes del inicio de la historia, contribuye a esta idea y se interpreta como una metáfora de la brutalidad y la melancolía reinantes en la diégesis.
Aún así, Los imperdonables sigue siendo un western duro y, como tal, usa el poder de la imagen y los escenarios para dotar de lirismo al drama y la venganza, y a esta como medio para restaurar el orden social. La injusticia cometida contra Delilah se paga con sangre y la tortura que sufre Ned se paga con más sangre todavía. Y el enfrentamiento final entre William y Bill está a la altura de la imagen, el tema y los grandes duelos del género: los personajes se miden intensamente, el montaje pasa de la contención a la rapidez a medida que se acerca la muerte, el juego de planos y contraplanos entre los personajes acentúa la intensidad del momento y la siguiente explosión de violencia. La habilidad de Eastwood para generar tensión sin casi sensacionalismo encuentra en esta escena uno de los picos más altos de toda su dirección.
Aquí, el pasado de William Munny retorna; el ángel de la muerte al que tanto le teme en su delirio febril, en realidad no es otro sino él mismo. El vigor de la actuación de Eastwood hace que su personaje exude determinación y ferocidad, incluso con su sola mirada. ¿Por qué Bill y sus acólitos fallan si lo superan en número y lo tienen bastante cerca? Porque, como le explica Bill a W. W. Beauchamp (Saul Rubinek), en un enfrentamiento entre pistoleros hay que mantener la calma; y cuando se trata de matar sin piedad, a William Munny no le tiembla el pulso.
Los imperdonables termina casi como comienza: con un plano general de una casa, un árbol, una puesta de sol y un hombre viendo la lápida de su esposa. Ahora, entendemos que en la primera toma vimos a William cavar la tumba Clara; y, en esta toma, lo vemos regresar a su hogar con sus hijos y pararse frente a la tumba que cavó. ¿Le pide perdón a Clara? Es posible porque siempre la ha tenido presente, pero su violenta misión también era una búsqueda para redimir algo de su vida a través de la muerte de los malvados, así que queda a libre interpretación. Capaz eso fue lo que Clara vio en William: la posibilidad de redención para él.
El texto en forma de epílogo nos cuenta que, según los rumores, William Munny se llevó a sus hijos a San Francisco y prosperó en los negocios; eso esperamos. Su final parece hablar del mismo Clint Eastwood, quien después de Los imperdonables se retiró en paz a otros géneros, temas y espacios. Pero su leyenda, así como la de sus personajes en sus historias, perdurará a través del tiempo como la más grande del cine del Oeste.
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