¿Qué falló en la segunda temporada de El juego del calamar?

Spoilers

Tres años de espera, tres años de teorías y especulación de los fanáticos y tres años de anhelar que el mayor éxito coreano de Netflix pudiera regresar a lo grande. Pero cuando finalmente se estrenó la segunda temporada de El juego del calamar, no fue el triunfante regreso que los fanáticos estaban anticipando. En su lugar, es un caso de expectativas altas que caen en picada. Sí, sigue habiendo juegos, traiciones y la característica tensión espeluznante, pero falta algo esencial.

Vayamos directo al punto: los juegos en sí. En la primera temporada de El juego del calamar, los seis juegos se volvieron fenómenos culturales instantáneos. ¿Quién puede olvidar la exasperante simplicidad de "Luz roja, luz verde" (o "¡Congelados!" para los puristas), la crueldad azucarada del dulce dalgona o el terror físico absoluto del puente de cristal? Cada juego se diseñó meticulosamente, fue sorprendente y estaba repleto de dilemas morales. No eran solo espectáculos, sino acertijos que forzaban tanto a los jugadores como espectadores a lidiar con preguntas de confianza, estrategia y supervivencia.

¿La segunda temporada? Fue reducida a tres juegos. Tres juegos decepcionantes.

Hablemos de ellos:

1. Luz roja, luz verde: una repetición de la primera temporada. Su continuación es comprensible, este es EL juego icónico. Pero repetirlo hace que pierda su encanto. Es como volver a ver un truco de magia: ya conoces la táctica.

Luz roja, luz verde

2. Pentatlón a seis piernas: piensen en el día de deportes de la escuela, pero más letal. Cinco jugadores se alinean con sus tobillos atados entre sí y, así, se transforman en una "criatura" de seis piernas. Deben trabajar en perfecta sincronía para superar una serie de cinco minijuegos, como el jegi (patear un objeto sin dejar que caiga) o biseokchigi (golpear blancos con piedras). Sí, es desafiante y enfatiza el trabajo en equipo, pero la ejecución se siente caótica, como si se hubieran mezclado una variedad de juegos de fiesta baratos aleatorios.

Pentatlón a seis piernas

3. Agrupados: los jugadores se paran sobre una rueda gigante y forman grupos con un número específico de miembros en base al número que se nombra. Si a un grupo le falta o sobra aunque sea un jugador, será eliminado. Pero este juego no termina aquí: luego de formar grupos, los jugadores deben correr para asegurar espacios limitados en habitaciones pequeñas. El número limitado de habitaciones le agrega un toque de desesperación y competencia, lo que hace que este sea el único juego de la segunda temporada que se siente innovador y cautivante. Es una ingeniosa mezcla de estrategia y físico, que captura algo de la tensión que hizo que los juegos de la primera temporada fueran tan memorables.

Agrupados

Sin embargo, ni esta chispa de creatividad puede compensar lo poco inspirador que se siente el diseño general del juego. Los juegos de la segunda temporada parecen de mala calidad, como si los guionistas de la serie hubieran perdido de vista qué hizo que la serie funcionara. La magia de la primera entrega estuvo en cómo los juegos reflejaron conflictos sociales y presentaron versiones exageradas de problemas de la vida real. En la reciente secuela, los juegos pasan a un segundo plano, eclipsados por la narrativa enrevesada, lo que nos lleva a la historia en sí: una enmarañada red de tramas que no terminan de definirse.

El arco principal sigue a Seong Gi-hun (Lee Jung-jae), el sobreviviente de la primera temporada que decide hacerles frente a los creadores del juego en lugar de disfrutar de los miles de millones que ganó con mucho esfuerzo. En teoría, es un objetivo noble, pero la ejecución no es convincente. Este es un hombre que ha visto lo peor de la humanidad, que apenas escapó de la muerte y que todavía lucha contra sus demonios interiores. ¿Su repentina transformación en un salvador que se cree moralmente superior? Es una exageración, como mínimo.

La cruzada moral de Gi-hun también se siente contradictoria. Condena el juego, pero vuelve a participar voluntariamente y arrastra a otros en nombre de la "justicia". En un momento, anima a los jugadores a renunciar, afirmando que sus vidas valen más que el premio monetario. Pero esta súplica parece falsa si consideramos sus propias elecciones pasadas: volvió al juego en la primera temporada, sabiendo muy bien lo que implicaba. ¿Ahora sermonea a las personas que se encuentran en las mismas circunstancias desesperadas en las que estuvo? La hipocresía es evidente.

Y luego tenemos la subtrama con Hwang Jun-ho (Wi Ha-joon), el policía de la primera temporada. Se une a Gi-hun, le instala un rastreador y reúne a un equipo de ataque para asaltar la isla secreta del juego. Se utilizan dos episodios completos para preparar la misión secundaria, solo para que, finalmente, el rastreador se descubra y descarte. ¿El equipo de ataque? Nunca llega a la isla. Dos episodios desperdiciados. Es una metáfora perfecta para toda la segunda temporada: grandes ideas, ejecución débil y ninguna recompensa.

Otro defecto es el mayor protagonismo del personaje de Lee Byung-hun, el líder. Mientras que el actor es innegablemente talentoso, su personaje se siente como un centro de atención forzado. El giro argumental en el que se lo revela como un titiritero y jugador a la vez podría haber funcionado si se hubiera manejado sutilmente, pero el enfoque insensible hace que los espectadores pongan los ojos en blanco.

el líder

Sin embargo, la mayor decepción es la pérdida del foco central de El juego del calamar: los juegos en sí. La franquicia siempre ha tratado sobre juegos de supervivencia, no solo por el valor de shock, sino porque reflejan la condición humana en un microcosmo. La primera temporada utilizó los juegos para explorar la codicia, la confianza y la moralidad bajo presión. La segunda temporada intenta ampliar su alcance, intentando exponer la maquinaria detrás de los juegos. Por más que esta ambición es admirable, la ejecución es un fracaso y nos deja una serie que se siente más como un drama de crimen enrevesado que un thriller psicológico.

Vale la pena mencionar que la segunda temporada sirve como un puente para la tercera temporada prevista, que supuestamente profundizará aún más en los orígenes del juego y su propósito final. Pero de igual forma, un puente necesita sostenerse por sí solo y este es, como mucho, inestable. En lugar de equilibrar sus misiones duales, contar una historia atrapante y presentar juegos memorables, la segunda temporada falla en ambas.

En el mejor de los casos, El juego del calamar es un estudio de contrastes: vida y muerte; ganadores y perdedores; poder y vulnerabilidad. Pero la segunda temporada reemplaza este delicado equilibrio con un desastre desigual de subtramas, juegos decepcionantes y un protagonista que se siente como una sombra de su versión anterior.

Puede que El juego del calamar de Netflix siga dominando las listas de tendencias, pero si el equipo creativo no aprende de los errores de la segunda temporada, esta franquicia se arriesga a convertirse en otra serie sobreextendida que no pudo cumplir con su promesa. Esperemos que la tercera temporada traiga los juegos (y la diversión) de vuelta.

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