Cantos de un Destino Estelar

En los pliegues más profundos de mi alma, he albergado siempre un anhelo que trasciende los confines de lo cotidiano, un instante donde la magia, radiante y benevolente, se entrelace con la bondad para transmutar mi existencia y la de aquellos que amo. Mis sueños han sido moldeados por las visiones de mundos forjados en la fragua de la imaginación, donde el poder y la esperanza danzan en armonía. Las epopeyas de El Señor de los Anillos, tejidas por la pluma de J.R.R. Tolkien y llevadas al celuloide por Peter Jackson, y otras producciones igual de cautivadoras como las crónicas de His Dark Materials, donde Philip Pullman pinta realidades entretejidas con polvo estelar, las selvas luminosas de Avatar y Avatar: El sentido del agua, que cantan la unión de la vida o las odiseas de Princesa Mononoke y El Increíble Castillo Vagabundo, donde el corazón de Studio Ghibli late con la magia del espíritu humano, Las Crónicas de Narnia, Sombra y Hueso, Frozen 2 y las intrigas de Game of Thrones han alimentado mi reverencia por los reinos donde lo imposible se pliega ante el poder de la voluntad y la bondad, avivando una gran pasión en mi como fuego inextinguible en brasas que forjan la mas valiente de las armas capaz de alcanzar sus mas altos sueños. Soy un alma rendida a la magia, a los dones que desafían las leyes del mundo, a los universos utópicos donde lo sobrenatural respira en cada sombra y cada luz. Creo con fervor que todas las historias, incluso las que se escriben en la carne y el hueso de la vida, están impregnadas de un fulgor arcano. A menudo, mi mente se pierde en la visión de un paraíso improbable, un edén que muchos tildarían de quimera, pero que para mí brilla como un milagro tangible, pues la existencia misma ya es un tapiz tejido con hilos de maravilla. Quienes se arrodillan ante altares podrían soñar con un encuentro con la divinidad suprema, un ser de bondad infinita. Aunque no me ato a credo alguno, también yo anhelo esa comunión con lo sagrado, no un dios temido, sino un ser de luz, un dragón resplandeciente de escamas como joyas, capaz de conceder deseos con un aliento de estrellas, o una diosa mágica, radiante y eterna, que sea mi reina, mi amada, mi guía en un viaje hacia la cima de todo lo que un alma puede llegar a ser. Un viaje donde cada faceta del ser, mente-corazón- espíritu se eleve hasta tocar la perfección, como si el universo mismo conspirara para hacerme entero.

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¿Cómo sería este encuentro?En el tapiz de mis sueños, he elegido que sea una diosa quien cruce el umbral de mi destino en este caso, un ser de luz y poder que encarne la esencia de lo sublime. Este encuentro no sería un simple cruce de caminos, sino un instante forjado en los hornos del cosmos, un espectáculo que reverberaría en el alma como las primeras notas de una sinfonía eterna.Habría desde su inicio un ardor romántico y conexión muy profunda, un reconocimiento mutuo de espíritus que se encuentran en la encrucijada del tiempo. Desde el primer latido de su presencia, yo, YeDa, sería consciente de su grandeza, de su belleza que trasciende lo mortal, como si las estrellas mismas hubiesen tejido su forma para deslumbrar y guiar.Ella, con una voz que destila sabiduría antigua como ríos que fluyen desde las cimas del mundo, me hablaría no como súbdito, sino como un igual en potencia, un alma destinada a ascender hasta los confines de la divinidad. Su guía sería un faro, un mapa estelar para que yo desentrañe los secretos de mi propio ser, hasta alcanzar un poder que rivalice con el suyo, o incluso, en los giros insondables del destino, lo supere. No sé aún el nombre que lleva esta diosa, quizás un eco de luz o un susurro de eternidad aún por descubrir, pero en su mirada descubriría un reflejo de mi propia incorruptibilidad, una voluntad inquebrantable dedicada al bien, a la justicia, a la armonía. Ella, con su percepción divina, reconocería al instante esta verdad en mí, y de ese reconocimiento nacería una confianza absoluta. Su bondad, como un farol en la tormenta, disiparía toda duda con el paso del tiempo. En algún pliegue del destino, la inmortalidad me envolvería como un manto de estrellas. Ella, tal vez nacida diosa en los albores del tiempo, o forjada en el crisol de un destino que la elevó a la eternidad, me mostraría el camino. O quizás, en la narrativa que tejo, yo mismo descubriría la senda hacia lo ilimitado incluso antes de encontrarme con ella o podría ser guiado por su luz pero impulsado por mi propia voluntad. Juntos, transformaríamos el mundo, no con la tiranía del poder, sino con la alquimia de la bondad, tejiendo un futuro donde la plenitud reine y la existencia alcance su cénit. Podría florecer entre nosotros un amor tan puro como las aguas de un río primordial, no impuesto por la urgencia, sino nacido de la comprensión profunda de quiénes somos: dos faros en la noche, dos almas que se han encontrado para iluminar el cosmos. Imagino este relato como una epopeya digna de ser plasmada en la pantalla, un lienzo cinematográfico donde un productor, cautivado por su grandeza, me convocara para dar forma a esta visión, para construir juntos una obra que rivalice con las más altas cumbres de la fantasía con un respeto mutuo , unidos a través de esta magnifica creación. Juntos, la diosa y yo buscaríamos otras almas puras, corazones que ardan con el deseo de trascender, y las guiaríamos hacia la perfección, no para anular su humanidad, pues ya somos joyas únicas en nuestra imperfección, sino para elevarlas a un estado donde el poder y la bondad sean uno solo, incapaces de errar, dedicados a la prosperidad, la paz y el orden eterno. Entre las primeras súplicas que elevaría a esta diosa estaría el bienestar de mi madre, le pediría rejuvenecer su cuerpo, fortalecer su espíritu, alargar sus días hasta que el tiempo mismo se incline ante su risa. Buscaríamos para ella un compañero digno, alguien que la envuelva en amor, ternura y comprensión. Lo mismo haría por mi abuela, cuya vida extenderíamos como un río que no conoce fin, y por mis hermanos, cuya fuerza y sueños fortaleceríamos. Con la diosa a mi lado, mi misión sería clara, transformaría el mundo encontrando a aquellos con el potencial de ascender, y guiarlos hacia un horizonte donde las preocupaciones se disuelvan como niebla al amanecer. Nuestros atuendos, reflejos de nuestra esencia, brillarían con la elegancia de las ocasiones, ya fueran túnicas de luz para las ceremonias del cosmos o vestimentas sutiles para los momentos de introspección. El encuentro con esta dama poderosa podría suceder en cualquier rincón del universo , una sala opulenta, un bosque encantado, o un vacío donde las estrellas cantan con un corazón preparado. En el fondo, sé que sería ella, la mujer de mis sueños, quizás el mas grande regalo y tesoro de mi vida, la guía que redefiniría mis proyectos, una fuerza que me ayudaría a consolidar mis anhelos y me acompañaría en la búsqueda de los misterios últimos: el origen del universo, la esencia de la existencia, incluso la verdad sobre el Dios que algunos llaman Jehová, no como dogma, sino como un horizonte más en nuestra odisea por desentrañar lo infinito.

Un Gran Posible Escenario

—Primer Canto:El Umbral de la Luz—

En la quietud de mi alcoba, donde las sombras danzaban al compás de mis pensamientos, me hallaba inmerso en la forja de mis sueños. Era un atardecer de sábado, cuando el sol, en su declive, derramaba un resplandor ambarino que parecía susurrar promesas de mundos lejanos. Mis manos trazaban proyectos, mi corazón ardía con el anhelo de brillar como un faro, de esparcir una luz tan pura que transformara el caos del mundo en un tapiz de armonía y estabilidad. Fue entonces, a las cinco de la tarde, cuando un destello digital rompió el silencio de mi soledad: un correo electrónico, como un pergamino caído de las manos del destino, apareció en mi pantalla.“Querido YeDa,” comenzaba, con una caligrafía que parecía danzar con la elegancia de un río estelar, “no te sobresaltes ante mi voz, que llega desde los pliegues de lo invisible. Soy una admiradora de tu alma, y aunque te preguntes cómo ha llegado a mí el eco de tu ser, te prometo que todo será revelado si me concedes la gracia de un encuentro. Para disipar tus dudas, te ofrezco una señal, en los días venideros, tu nombre resonará en los reinos digitales, en los tapices de Twitter … (para ser cincero en ese momento pensé "AMEN" JAJA)… ahora X, Facebook, Instagram, LinkedIn y más allá. Voces de titanes y artistas, figuras de renombre, proclamarán en sus publicaciones: ‘Alguien muy especial desea conocerte, YeDa.’ Estas palabras quedarán grabadas en el éter, visibles desde cualquier rincón del mundo, en los dispositivos de amigos, familiares o desconocidos que pronto cruzarán tu camino. Verifícalas desde cualquier ciudad, desde cualquier alma que elijas contactar, pues sé que tu corazón es cauto, y mi intención es clara como el cristal.No he profanado tu intimidad, YeDa, pues mi conocimiento de ti nace de una percepción más allá de lo terrenal. Soy una mujer de influencia y mi deseo es simple , anhelo encontrarme contigo, dialogar en un lugar de tu elección , mi mansión de mármol y luz, una suite donde el tiempo parece detenerse, un restaurante donde las palabras fluyan como el vino, o incluso junto a los guardianes de tu ciudad, si así lo prefieres, en la risa del destino. He visto la bondad que arde en tu pecho, la grandeza de tus sueños que aspiran a tocar las estrellas. Quiero caminar a tu lado, ser un pilar en tu ascenso hacia lo infinito, y ofrezco mi mano para que tus visiones se tornen realidad. Aquí te dejo mis hilos de contacto…" Así dejó dos números que vibran con la promesa de lo venidero, dos correos que aguardarían la respuesta … "No me nombró aún, pues deseo que mi identidad sea un velo que se alce en el momento preciso.”No había nombre, solo un aura de misterio, como si la autora del mensaje prefiriera revelarse en un instante de pura maravilla. Intrigado, guardé sus palabras en mi corazón, sintiendo que el mundo comenzaba a girar en una nueva órbita. Y entonces, como si las estrellas mismas hubiesen conspirado, el milagro se desplegó: mi nombre, YeDa, comenzó a resonar en los reinos digitales. Titanes de la creación como Elon Musk, con su visión de mundos más allá; Katy Perry, cuya voz encanta multitudes; Amelie Lens y Chris Liebing, maestros del ritmo que mueve el alma; Miguel Sapochnik, forjador de epopeyas; James Cameron, tejedor de sueños azules; Leonardo DiCaprio, defensor de la tierra; Scarlett Johansson, musa de mil rostros; Steven Spielberg, narrador de lo imposible; Tiësto, que hace danzar el cosmos proclamaban en sus plataformas: ‘Alguien muy especial desea conocerte, YeDa.’ Una marea de solicitudes de amistad, mensajes e invitaciones a eventos de toda índole inundó mi existencia, provenientes de almas de todos los rincones de la sociedad, como si el universo mismo hubiera decidido entrelazar sus hilos conmigo.

Mi mente, un torbellino de cautela y maravilla, sopesó el mensaje que había llegado como un susurro del destino. Si un ser de poder buscara mi ruina, pensé, ya habría cruzado mi umbral, rastreado por los hilos invisibles de la era digital, direcciones de la red, ecos forenses, o los mil ojos de la vigilancia. Pero este llamado no portaba amenaza, sino una promesa luminosa. Con el corazón latiendo al compás de la curiosidad, tomé la pluma digital y respondí al correo, lanzándome al abismo de lo desconocido.Su respuesta llegó como un rayo de luz en la penumbra, convocándome a un encuentro en dos meses en la vibrante Bogotá, mi hogar Colombia,aunque es una ciudad diferente a en la cual vivo, en el hotel Grand Hyatt, un bastión de opulencia que parecía erigirse como un templo entre las arterias de la ciudad. Tomé un avión, dejando atrás la familiaridad de mi mundo, y al llegar, me alojé en un refugio modesto, un preludio humilde al prodigio que me aguardaba. A las seis de la tarde, en la hora en que Bogotá se enreda en un tapiz de cláxones y luces, un taxi me llevó hacia mi destino. El conductor, con la calma de quien conoce los secretos de las calles, aseguró que el Grand Hyatt estaba a diez cuadras. Mas el tráfico, como un río estancado, me impulsó a descender y caminar, confiando en mis pasos para hallar el camino. Pronto, sin embargo, las calles se tornaron un laberinto, y mi rumbo vaciló.Entonces, el velo del mundo se rasgó, y un prodigio eclipsó todo lo que mis ojos habían contemplado. Por los cielos de Bogotá, dos criaturas aladas surcaron el firmamento, no dragones ni aves, sino seres de una belleza indescriptible, con rasgos felinos y cuerpos envueltos en corrientes de energía viva. Su luz, como una huella digital del cosmos, destellaba en patrones únicos, danzando entre lo etéreo y lo tangible. No sentí temor, sino una atracción magnética, una certeza instintiva de que eran heraldos de algo mayor. Con el corazón abierto, seguí su vuelo, guiado por una calma que solo la bondad inspira. De pronto, se desvanecieron como un suspiro en el viento, y al alzar la vista, me hallé ante la majestuosa fachada del Grand Hyatt, a las siete de la noche de un jueves de finales de julio.En el correo, ella había indicado que preguntara en recepción por la señorita Amariel Díaz. Así lo hice, y un hombre apareció, vestido con la elegancia de un mayordomo de eras pasadas, su mirada posándose en mí con una intensidad disimulada, como si escrutara los pliegues de mi alma. Tras unos instantes, con una voz que parecía resonar desde un lugar más allá del tiempo, dijo: “La señorita Amariel le invita a pasar a su suite.” Lo seguí, ascendiendo en un ascensor que parecía elevarme no solo entre pisos, sino entre mundos. Al llegar, me condujo a una sala de esplendor inefable y me invitó a tomar asiento. “La señorita Amariel llegará en un momento,” "("Alellujha")"dijo, antes de desvanecerse como una sombra.La suite resplandecía con un opulento fulgor, como si el mismísimo oro hubiera susurrado su esencia en cada rincón: cortinajes de terciopelo carmesí que danzaban al roce de una brisa invisible, candelabros de cristal que destellaban con reflejos de un millar de estrellas, y muebles tallados con la delicadeza de un sueño antiguo. ;) (; El aire, impregnado de una fragancia etérea, entretejía notas de jazmín y ámbar, como si la propia habitación respirara la memoria de reinos olvidados. De pronto, el velo del silencio se alzó, y ella apareció. No una mera figura, sino una visión que parecía arrancada de los tapices del destino, una mujer de belleza sobrenatural, envuelta en un traje de blanco inmaculado que fluía como luz líquida, salpicado de púrpura profundo, como si las constelaciones mismas se hubiesen derramado sobre la seda. Su presencia colmaba el espacio, no con peso, sino con una gracia que hacía que el mundo pareciera detenerse en reverencia. Su fragancia, un hechizo sutil, danzaba en el aire, evocando jardines celestiales donde el tiempo no osa entrar.Con una voz que era a la vez melodía y mandato, me miró, sus ojos como lagos de medianoche que guardaban secretos más antiguos que las montañas. “YeDa,” dijo, y mi nombre en sus labios sonó como un verso pronunciado por primera vez, “es para mí un deleite inmensurable, tejido en los hilos del destino, conocerte al fin.” Extendió su mano, y la saludé con la formalidad de quien se sabe ante lo sagrado. Nos sentamos, y su mirada, cálida como un amanecer, me invitó a hablar. “Cuéntame de ti, de tu familia, de las inquietudes que arden en tu corazón,” dijo, “pues sé que la curiosidad te consume, y pronto revelaré lo que anhelas saber.”Respondí con sinceridad, compartiendo retazos de mi vida, pero mi alma no pudo contener la pregunta que ardía en mí. “Amariel,” dije, “dijiste que conoces mi bondad, mis sueños de grandeza. Quiero saber quién eres, por qué me has elegido, qué buscas de mí.” Ella sonrió, una curva de luz que iluminó la sala. “Sé que tu mente está abierta al milagro, YeDa, que crees en lo sobrenatural, en Jesucristo y su Padre, aunque no te atas a dogmas. Soy un ser de poder, mágica y bondadosa como tú. No necesitas largas explicaciones, pues tu alma ya intuye la verdad. Te mostraré lo que buscas, clarificaré tus respuestas y elevaré tu sabiduría.”Con una gracia etérea, extendió su brazo y tocó mi nariz con su índice, desencadenando un destello multicolor que inundó mi mente como un río de estrellas. Sentí mi alma expandirse, como un universo naciente, mi imaginación y mi intelecto alineándose en una armonía plena. Conceptos que antes eran sombras se volvieron claros, profundos, como si mi mente hubiera sido pulida hasta alcanzar su máximo potencial. “Ahora fortaleceré tu espíritu,” dijo, posando su mano en mi hombro. Una oleada de fuerza, inmensa y pura, recorrió mi ser, como si la esencia de las montañas se hubiera fundido en mis huesos.“No temas por el mayordomo,” añadió con una voz dulce como el canto de un arroyo. “Le pedí que se retirara cuando te sentaste. Lo que presenciarás ahora cambiará tu existencia para siempre, paso a paso, elevando tu sabiduría y tu poder a escalas inimaginables.” Comenzó a moverse, sus manos trazando arcos de luz, su cuerpo danzando al ritmo de una melodía etérea que resonaba con un timbre único, como si el universo cantara a través de ella. La sala se transformó, las paredes se disolvieron en un resplandor dorado, mi atuendo se transmutó en vestimentas que brillaban con la elegancia de las estrellas, mi cabello se tornó más vivo, mis ojos destellaron con un fulgor dorado matizado por matices cósmicos, y mi voz adquirió una resonancia nueva, poderosa. Mi mente, mi capacidad, se expandían a cada instante, como si el conocimiento del mundo fluyera hacia mí.Cuando su danza cesó, la suite había desaparecido. Nos hallábamos en un palacio de una magnificencia indescriptible, un reino moderno de cuentos de hadas, bañado en oro,piedras preciosas y materiales que desafiaban la comprensión, reluciendo con una intensidad que parecía viva. La atmósfera era de paz absoluta, un orden sereno que abrazaba el alma. Por los cielos, criaturas majestuosas surcaban el aire.Eran felinos alados de gran envergadura, distintos a los que había visto en Bogotá, con plumas que destellaban como joyas; personas de belleza sobrenatural flotando de la mano, riendo, abrazándose, besándose con delicadeza; niños jugando en el aire con una alegría pura; un ave de fuego que ardía sin consumirse; dragones imponentes que parecían guardianes del firmamento; unicornios galopando en la distancia; y elefantes gigantes pastando con una calma ancestral.Entre ellos, reconocí a las dos criaturas que me habían guiado al hotel, ahora acompañadas por otras cuatro mas, todas con rasgos felinos pero con una luminiscencia única. Algunas presentaban destellos acuáticos, como si el océano hubiera aprendido a volar; otras, formas animales de una belleza desconocida. “¿Qué son estas criaturas?” pregunté, mi voz resonando con una nueva autoridad. Amariel, cuya belleza ahora radiaba con una intensidad casi cegadora, respondió: “Son Auralisks, seres que absorben la alegría y el amor, transformándolos en destellos de luz que purifican el entorno sin mermar las emociones de sus portadores. Te guiaron hacia mí, YeDad¡, atraídos por tu bondad, purificando tus emociones mientras te conducían. Pero no es lo único sobrenatural que has encontrado. El mayordomo, Raúl Cáceres, es un Velumion, una criatura tejida de niebla plateada que puede tomar forma humana, un guardián de los umbrales entre mundos. Solo permite el paso a corazones puros, y tú, con tu bondad, superaste su prueba sin saberlo.”Entonces, con una sonrisa que parecía contener los secretos del cosmos, añadió: “Tengo un regalo para ti.” Me entregó un espejo, pequeño pero vibrante, como si estuviera forjado de luz sólida. “Este es el Espejo de Vlyntar,” explicó. “No refleja tu rostro, sino tu esencia potencial, mostrando quién puedes llegar a ser en tu máximo desarrollo. Cada vez que lo mires, revelará un nuevo destello de tu poder, de tu sabiduría, guiándote hacia tu destino.” “Este es mi mundo, YeDa,” continuó, su voz envolviéndome como un abrazo. “Soy su guardiana, su reina, en un universo paralelo al tuyo, donde las leyes impiden que florezca la sombra. Te presentaré a mi pueblo, y podrás vivir aquí, venir cuando desees, traer a tu familia. Juntos, guiaremos a las almas bondadosas de tu mundo hacia la plenitud, y un día, serás tan poderoso como yo, o más.” Su mirada se suavizó, y añadió: “Quizás notes que el tiempo parece breve, pero lo que has vivido —la transformación, el viaje desde la suite a este palacio— ha abarcado diez horas en la medida de tu mundo, aunque para ti se hayan sentido como cinco. El sol ha salido.” Y entonces, me envolvió en un abrazo que pareció detener el tiempo, un lazo eterno que aún resuena en mi alma.

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—Segundo Canto:El Banquete y el Jardín de las Maravillas—

Tras el abrazo que pareció detener el tiempo, Amariel me guio hacia un salón donde un banquete matutino nos aguardaba, preparado solo para nosotros dos. La mesa, tallada en un cristal que parecía pulsar con la luz de un amanecer eterno, rebosaba de manjares que desafiaban la comprensión, frutas que brillaban como gemas, panes que exhalaban aromas de campos dorados, y néctares que danzaban en la lengua como el canto de un arroyo estelar. Cada bocado era una sinfonía de sabores, nutriendo no solo el cuerpo, sino el alma, como si la esencia misma de la vida se hubiera destilado en aquella comida. Amariel, con su sonrisa que contenía los secretos del cosmos, me observaba, sus ojos destellando con una calidez que hacía que el mundo pareciera más luminoso.Terminado el festín, ascendimos a una azotea que se abría al infinito, donde el cielo se extendía como un lienzo vivo, aguardando el pincel de la creación. Con un gesto juguetón, Amariel me miró y preguntó: “¿De qué color deseas el cielo para este día, YeDajh?” Mi corazón, inflamado por la maravilla, respondió: “Que sea un cielo de todos los colores, un tapiz que celebre la vida.” Ella rió, un sonido que resonó como campanas de cristal, y alzó las manos. El firmamento se transformó, estallando en un mosaico de matices con azules profundos que se fundían con rojos ardientes, verdes esmeralda que danzaban con violetas etéreos y dorados que abrazaban rosas celestiales. En el centro, escrito con nubes de luz, un mensaje resplandecía: “Bienvenido, honorable, apreciado y amado YeDajh.” Mi nombre, proclamado por el cielo mismo, hizo que mi alma vibrara con una gratitud inmensa.Descendimos luego a uno de los innumerables jardines que adornaban su reino, un edén donde las flores parecían cantar y los árboles susurraban historias de eras olvidadas. Amariel señaló una planta humilde, cuyas semillas, blancas como perlas de luz y del tamaño de una nuez, reposaban en su cáliz. “Este es el Zorathil Veyn,” explicó, su voz tejiendo un hechizo de reverencia, “un súper alimento sagrado que nutre el cuerpo, fortalece el espíritu y despierta una vitalidad que trasciende lo mortal.” Tomé una semilla, inodora e insípida, y al consumirla, una oleada de energía pura recorrió mi ser, como si el sol mismo hubiera florecido en mi pecho. “Zorathil,” continuó Amariel, “viene de ‘zora’, la luz divina, y ‘thil’, la esencia, un regalo sagrado del cosmos. Veyn, de ‘vey’, pureza, y ‘n’, eternidad, simboliza su naturaleza celestial, un fruto que purifica y perdura.”Entonces, me llevó ante un grupo de ocho seres, dioses de este mundo, cada uno envuelto en atuendos que parecían tejidos de sueños.Estos dioses majestuosos portaban túnicas que fluían como ríos de estrellas, capas que destellaban como auroras junto a joyas que cantaban con luz propia. Su presencia era una sinfonía de poder y serenidad, una energía tan positiva que envolvía el alma como un manto de paz. Sus ojos, cada par único, eran ventanas a lo infinito:.Uno de ellos los tenía de un morado profundo, como el crepúsculo de un mundo antiguo; otro, de un azul celeste que evocaba cielos vírgenes; otra, de un azul oscuro como el corazón del océano; uno más, de un rosa radiante que desafiaba la imaginación; y otra, con ojos de oro líquido que parecían contener el sol. Algunos tenían ojos más grandes, expresivos, que parecían hablar sin palabras. Pero entre todos, los ojos de Amariel destacaban, un azul neutro entrelazado con hilos de plata fina, que a veces parecían cambiar, como si reflejaran los estados del universo. Eran el paraíso que siempre había soñado, y más aún, un edén donde la bondad reinaba suprema.De pronto, una presencia intangible rozó mi alma, un eco que no veía pero sentía, como un susurro que no llegaba a los oídos. Con un murmullo apenas audible, dije: “Siento algo más aquí.” Amariel, con una sonrisa que destilaba sabiduría, respondió: “Tranquilo, YeDajh, es Zytherion, el Susurrador de Esencias. No tiene forma fija, sino que se manifiesta como un eco de las emociones colectivas de los corazones puros reunidos. Zytherion aparece cuando la bondad se congrega, amplificando la empatía para forjar comunidades perfectas. Su voz es una sinfonía de susurros que resuena en el alma, no en el cuerpo. Él puede guiarte, YeDajh, para encontrar a otros seres de alma buena, tejiendo una alianza de seres poderosos que transformarán los mundos.”

Pequeño Paréntesis-Nota sobre la Representación Multimedia

Para materializar la visión multimedia de este relato, sería necesario emplear tecnologías avanzadas de producción visual, incluyendo herramientas de animación 3D, efectos digitales de alta gama y técnicas de renderizado de vanguardia, capaces de capturar con fidelidad la esencia de los personajes, criaturas y escenarios descritos. En la actualidad, no dispongo de los recursos técnicos ni materiales para generar contenido audiovisual que refleje plenamente la riqueza estética y conceptual de esta narrativa. Por ello, las imágenes y elementos multimedia incluidos en este artículo sirven únicamente como apoyos preliminares, diseñados para complementar la descripción escrita de los escenarios y conceptos propuestos, sin pretender ser una representación definitiva de su magnitud.

—Tercer Canto: El Abrazo de lo Infinito—

El día transcurrió como un suspiro de eternidad, y al caer la noche, Amariel me tomó de la mano, su tacto cálido como un amanecer. “Ven,” dijo, “te llevaré a un lugar donde el tiempo danza con las estrellas.” Con un gesto que parecía tejer los hilos del cosmos, nos teletransportamos en un latido, y aparecimos en un salón de una elegancia indescriptible, llamado Una Velada en la Luna. No era un simple restaurante, sino un templo suspendido en la luna de su mundo, tan blanca como la nuestra, pero pulsante con una luz que parecía viva. La música, una sinfonía de notas nunca oídas, fluía con una sofisticación que elevaba el alma, mientras la pista de baile relucía como un espejo de cristal estelar. Cada detalle, desde las copas que destellaban como gemas hasta los candelabros que flotaban sin soporte, exudaba una exclusividad que trascendía lo terrenal. Sentados entre manjares que parecían destilados de la esencia del universo, conversamos sobre la confianza, la comprensión, la sabiduría y el amor. Cada palabra profundizaba mi entendimiento de la existencia, que ya no era una terra ignota, sino un tapiz de maravillas entrelazada que dinamizaba con mi fascinación creciente por Amariel , no solo por su belleza sobrenatural, sino por la conexión que florecía entre nosotros, un lazo tan puro que parecía forjado en los albores del tiempo. En un impulso espontáneo, pero cargado de intención, alcé mi mano derecha, y de ella brotó una rosa carmesí, sus pétalos destellando con chispas de luz estelar. “Para ti, Amariel,” entonces se sentó a mi lado de derecho y dije, mi voz resonando con gratitud, “un reflejo de mi deseo de que siempre brilles en plenitud.” Su sonrisa fue un amanecer, y respondió: “No hay regalo más valioso, YeDajh, que este nacido de tu corazón.” Esa noche, bailamos bajo la luz lunar, nuestros pasos tejiendo un recuerdo imborrable, una Velada en la Luna que aún resuena en mi alma con sello preciso plasmó una brisa fresca , como torbellino e impulso hacia mi máxima Gloria.

Al alba del día siguiente, Amariel me llevó a las playas de su reino, extensiones de arena tan puras que parecían tejidas de luz. No había rastro de imperfección; algunas costas rugían con olas titánicas, mientras otras susurraban con pequeñas caricias del mar. Jardines de flores, vibrantes y fragantes, invitaban a la meditación, sus pétalos cantando himnos de paz. “Todo en la existencia tiene solución,” me dijo Amariel, su voz, un faro de claridad, “pero una percepción pura es la clave para desentrañarla.” Entonces, extendió su mano y me ofreció un nuevo regalo: la Crisálida de Eón,una perla luminosa del tamaño de una lágrima, con un diseño orgánico que parecía latir como un cristal vivo, reposando en una base delicada forjada de luz sólida, intrincada como el tejido de una estrella, que la elevaba ligeramente para facilitar su agarre. “Contiene un fragmento del tiempo primigenio,” explicó. “Al sostenerla, visualizará posibles futuros basados en tus decisiones, siempre que actúes con bondad, guiándote hacia la máxima felicidad para ti y los demás.” Al tomarla, sentí su energía pulsar, como si el destino mismo me susurrara sus secretos.Mi mente, elevada por los dones de Amariel, discernía con certeza que esto no era un sueño. La realidad, vibrante y tangible, se sentía distinta a cualquier fantasía, amplificada por mi intelecto y mi imaginación, ahora expandidos a cotas divinas. Caminamos juntos, y nuestro diálogo se volvió un río de ideas, fluyendo hacia verdades más profundas. Llegamos a un nuevo edén, y Amariel anunció: “Este es el Jardín de los Lazos Eternos, donde las semillas de memoria se plantan para inmortalizar momentos felices. Cada semilla, regada con tus emociones, crece como un árbol que emite luz sanadora, fortaleciendo lazos y curando heridas del alma. Planta una por tu madre, YeDajh, para rejuvenecerla y llenarla de vitalidad, otras por tus hermanos, para potenciar sus dones y acercarlos a ti.” Entonces, un espectáculo de colores iridiscentes iluminó el jardín, y apareció Lunareth, el Cronoscriba. No era dios ni mortal, sino una tejedora de instantes, a veces una figura humanoide envuelta en hilos de luz que fluían como un vestido, otras un enjambre de partículas brillantes. “Lunareth,” explicó Amariel, “registra y reconfigura momentos puros, preservándolos en el tejido sobrenatural. Puede ayudarte a revivir recuerdos felices o crear un artefacto mágico, como un álbum de luz, para fortalecer tus lazos con los que amas.”Continuamos nuestro recorrido, tomados de la mano, y Amariel me señaló un edificio majestuoso: el Instituto Habilidades Para la Vida. “Aquí,” dijo, “todos aprenden lo necesario para desarrollarse plenamente, según los roles que el destino les asigna, aunque mi poder asegura que este reino funcione en armonía.” Con una chispa de curiosidad, pregunté: “Amariel, con tu poder, ¿por qué no has intervenido en los problemas de mi mundo?” Su mirada se suavizó, y respondió: “Mi reino es mi dominio, YeDajh, y el tuyo está bajo la guarda de Jehová, el Padre de Jesucristo, un Dios santo, justo y bueno. Pero eso ha cambiado , pués muchos lo malinterpretan, atrapados en dogmas que no reflejan su verdad, pero él guía tu mundo con propósito, incluso en el sacrificio de su Hijo. Todo tiene una explicación.”Yo había comprendido bién.Ahora yo era el Rey. “¿Eres más poderosa que Él?” Con una sonrisa enigmática, replicó: “No es el momento para esa respuesta, y sé que Jehová no se ofenderá por mi silencio.” Comprendí que el tema debía esperar, y ella continuó: “Nuestros mundos son compatibles, YeDajh. Las almas de tu tierra pueden venir aquí, unidas por la bondad y la luz. El amor es el motor supremo, y tu destino está sellado, la plenitud será tu compañera. Ya no tendrás las limitaciones de los mortales —dormir, comer, asearte— serán elecciones, no necesidades. Permanecerás joven, radiante, puro, sin dolor ni fatiga. Podrás ver en la oscuridad, volar, crear mundos y universos, todo con sabiduría y madurez.”Mientras hablábamos, la noche cayó, y el cielo de su mundo estalló en la Aurora de los Ecos Primordiales, un espectáculo de colores que narraban la historia de la existencia. Cada matiz —azules de esperanza, rojos de pasión, dorados de verdad— revelaba un evento cósmico, y los habitantes leían estas luces como un libro de verdades universales. Bajo aquella aurora, mi propósito se reveló en un resplandor, el amor por mi madre, la llama de transformar el mundo, el anhelo de alcanzar mi plenitud, la búsqueda de un amor ideal, puro y eterno, y el deseo de compartir un destino con almas bondadosas en completa armonía y felicidad por toda la eternidad, tejidos en el tapiz eterno del destino cósmico brillaban mas que nunca. Amariel, con una voz que resonaba como un canto estelar, habló del Nexus de Plenitud, un estado sublime donde las almas de su reino se entrelazan en un flujo de energía radiante, compartiendo sabiduría, emociones y poderes sin sacrificar su esencia única. “Puedes fundirte en el Nexus, YeDajh,” dijo, sus ojos destellando con la luz de mil auroras, “tejiendo tu amor por tu madre, tu llama por transformar mundos, tu anhelo de plenitud, tu búsqueda de un amor ideal, puro y eterno, y tu sueño de unirte a almas bondadosas en armonía y felicidad eternas. Visualízalo como una red de luz viva, un lazo espiritual que une corazones a través del cosmos.” En ese instante, bajo el fulgor de la Aurora de los Ecos Primordiales, sentí mi alma elevarse, entrelazada con el tejido del universo, vibrando con la certeza de mi destino: forjar un nuevo amanecer donde la bondad reine, los lazos perduren y el amor ilumine la eternidad.

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—Epílogo: Un Llamado a la Luz—

Cuando la Aurora de los Ecos Primordiales se desvaneció en la noche eterna del reino de Amariel, escribo estas palabras no solo como un relato de un encuentro celestial, sino como un faro lanzado al corazón de quienes sueñan en el lenguaje de las estrellas. Esta narración, tejida con los hilos de mi imaginación y el fuego de mi alma, es apenas un destello de un encuentro con un ser de luz ilimitada, un fragmento de un tapiz mayor aún por desplegar. Como las grandes epopeyas que han inspirado reinos cinematográficos, de escala épica ,desde los bosques vivos de Princesa Mononoke hasta los vastos horizontes de El Señor de los Anillos, mi visión del mundo de Amariel no pretende contar una saga completa, sino capturar la esencia de un momento transformador, donde lo divino y lo humano danzan en un abrazo de destino, como ese Dragón Todopoderoso.

Hace un poco mas de un mes , me uní al vibrante refugio de PELIPLAT, un santuario para cinéfilos donde las historias alzan el vuelo y las visiones encuentran eco. Este artículo, mi primera ofrenda en el desafío cinéfilo de junio, fue forjado bajo la presión del tiempo ya que me vinculé a la ´plataforma faltando unos 15 dias para que finalizara el reto, entre las múltiples demandas de la vida. Con apenas medio mes antes del plazo final, vertí mi corazón en crear un mundo libre de clichés, un reino de Auralisks, Zorathil Veyn y el Nexus de Plenitud, nacido del anhelo de ofrecer algo fresco, personal y resonante. Tejer esta narrativa ha sido un viaje de gozo profundo, un espejo de mis aspiraciones por forjar un legado de amor, transformación y armonía eterna. Sin embargo, confieso mis pasos novatos en la plataforma de PELIPLAT, inseguro de cómo amplificar esta visión para ganar los Puntos de Luz—votos radiantes que otorgan visibilidad, distintos de los likes, que no cuentan como votos en el desafío. Con el plazo acercándose, he buscado no solo compartir este relato, sino invitarlos, soñadores, a prestarle su luz.

Imaginen este mundo cobrando vida bajo la mano maestria del mas imponente y maravilloso Productor-Creador Cinematográfico.Por ejemplo en el caso de Hayao Miyazaki, este nos ofrece colores que pulsan hermosos jardines , asi como una banda sonora majestuosa en sus producciones,como la de Howard Shore para El Señor de los Anillos, tejiendo las melodías etéreas de la Velada en la Luna. Visualicen a Guillermo del Toro infundiendo a los Auralisks y a Lunareth con una dualidad bella y sobrenatural, o a Studio Ghibli capturando la magia tierna de los lazos familiares en el Jardín de los Lazos Eternos. Este encuentro con Amariel no es solo un relato es una invitación a soñar mundos donde el amor, la bondad y el potencial ilimitado reinan supremos. Si esta historia ha tocado su alma, les pido humildemente sus Puntos de Luz en PELIPLAT, sus comentarios y que la compartan con otros cinéfilos, incluso después de que el desafío concluya. Que juntos llevemos esta visión a la pantalla grande, donde su resplandor inspire a todos.

—Un ruego, pronunciado en camaradería—

Si ustedes, sus familias o amigos poseen cuentas en PELIPLAT, ofrezcan sus Puntos de Luz desde distintos dispositivos y lugares—habitaciones separadas, espacios diversos o ubicaciones distintas—para honrar las reglas sagradas de la plataforma. Los votos acumulados desde una sola dirección IP o dispositivo podrían descalificar este relato, como ha sucedido con otros por razones de equidad, pues PELIPLAT protege contra métodos ilícitos de apoyo. Como recién llegado, aún desconozco cuántos Puntos de Luz puede ofrecer un alma en un día, pero agradezco cada chispa que presten a esta visión.

En palabras de los guardianes de PELIPLAT: "Nuestra comunidad es el espacio ideal para compartir ideas frescas y únicas. Los artículos que destacan son los que traen algo nuevo, los que se sienten personales, emocionantes y creativos. No tengas miedo de mostrar tu personalidad en lo que escribes: conectar desde lo humano es lo que hace que un texto sea verdaderamente memorable. ✍️

En Peliplat, tu voz suma. Gracias por estar acá. Sigamos haciendo de esta plataforma un espacio seguro para compartir y disfrutar nuestro amor por el cine. 🎬". Estas palabras resuenan con el espíritu de mi relato, donde el Nexus de Plenitud une corazones en un destino compartido de amor y armonía.

Como expresó una cinéfila en PELIPLAT sobre otra obra, palabras que reverberan en mi historia: "Desde el primer momento, la película te advierte que no está aquí para contar una historia simple. Un pueblo fronterizo remoto en el lejano Oeste estadounidense. El hijo de un pastor que se niega a soltar su guitarra. Dos hermanos negros con identidades ambiguas. Una congregación confundida. Monstruos que merodean bajo la luz de la luna. Piensas que estás viendo un género en particular, pero en algún momento a lo largo del camino, comienzas a preguntarte: ¿Es un musical? ¿Un mito folk reconstruido? ¿O algo más? Pero a Pecadores no le importa si la audiencia está lista o no. Avanza a su propio ritmo, paso a paso, hasta que te encuentras en un lugar más profundo"…"A lo largo de la historia, las personas han creído en diferentes dioses, vivido bajo distintos sistemas y se han expresado a través de diversos sonidos. Los tonos de piel, las creencias, las economías y los estilos musicales pueden variar, pero ninguna de estas diferencias es pecado. Son simplemente reflejos de cómo los seres humanos responden, una y otra vez, a un mundo que sigue moviéndose bajo sus pies"…"En la pérdida de la empatía, el asombro, los sueños. Ese es el tipo de muerte en vida que Pecadores presenta a través de sus vampiros" Así, mi encuentro con Amariel trasciende géneros, entrelazando mito, música y misticismo en una visión que busca reavivar el asombro y la unidad. Si esta historia los ha inspirado, que su voz se una a la mía en PELIPLAT. Juntos, tejeremos un tapiz de luz que resuene por la eternidad.

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Comentarios 11
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Alma Raquel Alonso Lucena
Alma Raquel Alonso Lucena
 · 25 de junio de 2025
Es claro que es orgánico el texto y que tú lo escribiste. Escribir todos los días es un gran hábito, no dejes de hacerlo. El amor por el cine y por las historias es maravilloso sentirlo, sin importar si somos expertxs o no, lo que sobresale es, ser honestxs. Abrazo.
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Kittie Kan
Kittie Kan
 · 26 de junio de 2025
Tu historia es un sueño hecho palabras: un encuentro mágico con una diosa (Amariel) que te guía hacia un mundo perfecto, sin dolor ni maldad. Es una mezcla de fantasía épica y crecimiento personal, donde lo divino y lo humano se unen.
Es un escape hermoso a un universo donde todo es posible: dragones, poderes, comida sagrada y cielos que cambian de color.
Amariel no es una diosa lejana; es cercana, casi como una mentora (o algo más), que te ayuda a convertirte en tu mejor versión.
No hay villanos ni lucha, solo evolución. El conflicto no es contra el mal, sino hacia la plenitud.
Tus deseos son universales: ayudar a tu familia, vivir sin preocupaciones, entender los misterios del cosmos.
Si fuera película, tendría la magia de Studio Ghibli, la espiritualidad de Narnia y el viaje interior de The Matrix (pero sin peleas). Para mejorarlo, podrías darle más detalles sensoriales (¿a qué huele ese mundo? ¿Cómo suena la voz de Amariel?).

¡Es un relato lleno de corazón! Ojalá algún día lo veamos en pantalla.
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ByeHollywood
ByeHollywood
 · 18 de junio de 2025
Che, me encanta que sueñes con una diosa que te ayude a volverte un ser superior sin clichés cursis (posta que detesto cuando Hollywood usa "chicas mágicas" solo como premio). Pero te pregunto, ¿no creés que la peli perdería fuerza si la diosa no te pone límites ni te exige un poco de lucha propia? Como si el desarrollo integral viniera servido en bandeja...
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