Las películas de "Los Juegos del Hambre", basadas en la trilogía escrita por Suzanne Collins, fueron un furor y un éxito para el público y la crítica. Situado en una sociedad futurista, es un ejemplo perfecto de género dispópico. Trata temas como la desigualdad, opresión y resistencia, al igual que la problemática de los medios de comunicación y de entretenimiento y cómo estos pueden llegar a llevar a las personas a la automatización y a una falta extrema de empatía. Pero, ¿de qué forma se expone la distopía en esta saga?

Características de la Distopía
El género distópico se caracteriza por la representación de una sociedad futura imaginaria en la que predominan condiciones de vida extremadamente desfavorables, como la opresión, la pobreza, la vigilancia extrema, y la pérdida de libertades personales. Estas sociedades se presentan generalmente como el resultado de un deterioro progresivo de la situación social, política, o económica, a menudo sirviendo como una advertencia sobre el rumbo actual de la humanidad. Las distopías son útiles para criticar tendencias contemporáneas, explorando las consecuencias extremas de problemas actuales como la desigualdad económica, el autoritarismo y el abuso de la tecnología.

El crítico Raymond Trousson señala que hay cinco pilares fundamentales en toda distopía. Ellas son:
- Ley inapelable e inflexible
- Líder totalitario
- Insularidad, en el sentido de que la sociedad que se presenta está aislada del resto del mundo. Por eso es posible el control sobre las masas
- Comunismo, en cuanto a la idea de formar una comunidad en la que aparentemente todos son iguales o tienen el papel que les corresponde, cuando en realidad existe una fuerte injusticia
- Pedagogía: las leyes y castigos se usan para adoctrinar y controlar a la gente
- No hay posibilidad de cambio
¿Cómo se aplica esto a Los juegos del hambre?
En "Los Juegos del Hambre", la nación de Panem surge de las cenizas de lo que fue Norteamérica, dividiéndose en 12 distritos y una capital, el Capitolio. Esta estructura refleja una jerarquía extrema donde el Capitolio, un símbolo de opulencia y poder, domina brutalmente a los distritos. Los distritos, por otro lado, viven en condiciones de extrema pobreza y están especializados en industrias específicas, desde la agricultura hasta la minería, lo que destaca la explotación laboral y la desigualdad económica.

Esta división y opresión son centralmente visualizadas a través de los propios Juegos del Hambre, una competencia anual en la que un niño y una niña de cada distrito deben luchar hasta la muerte en un espectáculo televisado. Este evento no solo sirve como un mecanismo de control social, manteniendo a los distritos bajo el yugo del Capitolio mediante el miedo y la violencia, sino que también es una crítica mordaz a la deshumanización y el entretenimiento sádico.
La ley inapelable es la obligación que tienen los distritos de entregar a sus “tributos” cada año y su obediencia hacia el Capitolio. El líder totalitario está encarnado por el Presidente Snow, quién no solo dirige Panem, sino que también se encarga de que todos los distritos se mantengan bajo su mandato.
La insularidad se va ya que no hay comunicación alguna de Panem con el resto del mundo. Es como si fuera un mundo aparte, en aislamiento total con otras civilizaciones. O incluso se ve al Capitolio y a los distritos como islas individuales, ya que tampoco hay comunicación. El comunismo se ve en el ideal de sociedad que se ha formado en todo ese nuevo mundo, además del hecho de que cada distrito tiene una función en la economía, por lo que cada cual es una pieza en el engranaje de una máquina superior.

La pedagogía se ve en el video que proyectan todos los años en cada ceremonia de tributos. Allí cuentan la historia del origen de los Juegos, y el hecho de que, debido a la rebelión de los distritos en el pasado, se llegó a un caos y crisis insostenible, que solo pudo resolverse cuando el Capitolio aplacó la rebelión y tomó de nuevo el control. La idea de los Juegos es una forma de recordarle a la gente que lo que hicieron en su momento fue perjudicial para ellos, y que todo seguirá en “orden” si se mantienen a raya.
Por último, la no posibilidad de cambio se ve en las distopías con final desesperanzador, como 1984 de George Orwell o El cuento de la criada de Margaret Atwood. No es el caso de Los juegos del hambre ya que la protagonista, Katniss Everdeen, logra romper con la distopía.
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