“Llega un momento en la vida en que todo parece tener sentido y éste no es uno de esos momentos. Lo que sí sé, sin embargo, es que nunca había sentido tanto amor y aliento de mis compañeros y de gente a la que admiro y de completos desconocidos.”
-Adrien Brody (El Pianista), en su discurso de aceptación del Óscar 2003

Seré sincero, encontré la cita dentro los archivos de la Academia (Academy of Motion Picture Arts and Sciences). No quiero mentir, tampoco hacerme el intelectual. Solo pasaron 5 años desde que transicioné a cinéfilo (al menos yo me considero como tal). No he visto todas las ediciones de los Premios Óscar. Pero estoy seguro de que tengo en mis manos una base sólida para demostrar un punto. Por supuesto, no será la verdad absoluta. Sin embargo, será una perspectiva calculadora (así como optimista) de la tan reconocida ceremonia anual al séptimo arte.

Contestando a mi pregunta de la portada, ¿de verdad siguen importando tanto los Óscar? Respuesta corta, sí. De lo contrario, no habría debates interpersonales o socioculturales, exposición en redes sociales, conversaciones en torno a las nominaciones, reportajes o noticias en relación a ellos. La gran interconectividad del siglo XXI nutre el rápido intercambio de informaciones, problemáticas y posturas. A nivel general, lejos del nicho cinéfilo, es lo que el público tiene como ayuda referencial para encontrar un buen catálogo de películas.

Pensemos con la cabeza fría. En teoría, los Óscar no son de nivel mundial, sino una ceremonia estadounidense trasmitida internacionalmente, cuyos ganadores resultan de la decisión de un selecto grupo privado de personas. Bajo esa lógica, si es que el resto del mundo no fuese la prioridad para ellos, ¿entonces para qué amargarse si no consideran mucho al cine de otros países? Claramente, es debido a su renombre e impacto mediático, los cuales otorgan trascendencia.
Los premios pasaron de ser un evento de Estados Unidos… a un referente global del cine. La Academia es consciente de ello. En la última década, ha habido cambios radicales en el grupo de votantes. Asimismo, hay ganadores cuyo éxito puede traducirse en jugosos titulares, capaces de dar buena reputación. También, está el cambio de nombre de la categoría “Mejor película extranjera” a “Mejor película internacional”. Todo en nombre de la diversidad, inclusión y globalización de talentos creativos.

Sin embargo, con ello también llega la controversia habitual. ¿Los ganadores en serio merecían la estatuilla? Que la categoría estaba comprada, que no fue la mejor interpretación, que se la dieron para que la Academia quede bien con el público, que ha sido un robo…
etcétera, etcétera, ETCÉTERA.
Yo me pregunto si en serio será posible ser 100% objetivos sobre si la selección de nominados o vencedores “fue justa”.
A continuación, vamos a desmenuzar esas interrogantes con el poder de la lógica y las matemáticas. Para discernir si realmente hay respuestas unánimes, cuando se trata de gustos y películas. Puede parecer obvia la respuesta, pero cuando se trata de la temporada de premios, varias veces parece haber una imposición insana de preferencias.

¿Las películas nominadas son las mejores del año?
Tomando como referencia la edición de este 2025, de la categoría “Mejor Película”, solamente he visto “Wicked” y “La Sustancia”. No he visto las 10 nominadas. Pero ahí está mi punto con esto. Si le echo un ojo a cada una de ellas, ¿estaré viendo objetivamente las mejores películas del pasado 2024? Tal vez, es probable. Así como tal vez no.

El cine es arte. Por ende, yace la subjetividad. La comunidad del cine es para dialogar y compartir gustos. Sin embargo, como mencioné hace poco, cuando viene la temporada de premios, parece que de repente una de las nominadas debe ser Sí o Sí el ganador objetivo. Y si ese preferido por la mayoría no gana, muy posiblemente nacerá la opinión de una situación de decadencia, cortesía de algún sector del público.
Es imposible ser objetivos con el arte. Las emociones e interpretaciones personales que procesamos con cada cinta no pueden ser clasificadas en blanco o negro. Todos tenemos diversos matices de gris. Una lógica tan simple como peras y manzanas.
En gustos se rompen géneros. Todos tenemos la total libertad de afirmar cuál es nuestra “mejor película”. Sea como sea tu opinión al respecto, el diálogo entre varias veces seguro que será enriquecedor.

Claro, los Óscar son un reconocimiento grandioso. Gane quien gane, habrá por lo menos un aplauso detrás, porque hubo demasiadas personas detrás del proyecto y seguramente seres queridos quienes los apoyaron. Pero, ahora, para varios el aprecio por la Academia se resume en una quiniela que debe cumplirse sí o sí.
¿Dónde está esa emocionante incertidumbre por conocer al ganador, la sana ansiedad y el respeto? Claro, tampoco eso será perfecto nunca. Siempre habrá casos controvertidos, pero en ellos también aplica la misma lógica. Es imposible que todos piensen lo mismo. Es imposible ser objetivo. Solo son opiniones. Lamentablemente, parece que el juego mediático se ha convertido en quién impone más la suya.
El significado de una estatuilla se traduce en confusión, amor y rememoraciones. Tal como la cita inicial de Adrien Brody, es una experiencia emotiva de agradecimiento. Más poderosa que cualquier opinión distinta que un espectador al otro lado de la pantalla. Por supuesto que tenemos total libertad de pensar distinto, pero nunca hay que pasarse al extremo del odio. Se trata del respeto. Porque seguro nuestros preferidos no son los únicos que han esforzado en sus películas.

¿Todavía no te sientes convencid@? ¿Acaso sí hay una verdad absoluta? ¿La Academia busca la verdad absoluta? ¿Nosotros exigimos innecesariamente una verdad absoluta?
Vamos a deconstruir el seguimiento imperativo a Ios premios Oscar con preguntas más específicas. Más que para llegar a una conclusión, para reflexionar en el camino.

1. ¿Quiénes votan por los ganadores?
Sigamos la idea de que existen robos en los Oscar: ganadores que no merecían la estatuilla. Independientemente de si sea cierto o no, hay que recordar que el veredicto es el resultado democrático de la perspectiva de un grupo selecto. Por ende, eso no simboliza el parecer de toda una nación, una población, una persona.
No es prudente denominar al grupo selecto de votantes como “americano” o “estadounidense”. Cuando se reportó en 2012 que del total de afiliados a La Academia: el 94% era caucásico, el 77% de sexo masculino y el 86% de edad igual o mayor a cincuenta. Así, en 2020, se unieron 653 nuevos miembros de 59 países, con la intención duplicar la cantidad de mujeres y minorías dentro de la asociación. En 2024, anunciaron 487 integrantes más.

Como comuniqué previamente, los Óscar plantean estar a la par de su posicionamiento dentro de la industria. Pero la inclusión no es el único factor a la hora de elegir un ganador. Aunque sea un proceso democrático y segmentado por disciplinas, según USA Today, es muy difícil (por no decir imposible) fomentar el cumplimiento total de la normativa de ver todas las películas consideradas.
Partiendo desde ese sesgo, sin caer en el juicio individual de cada miembro, es una evidencia de la inviabilidad para que los premios sean objetivos. Incluso, la naturaleza misma de la democracia en los votos contempla que haya una preferencia por mayoría. ¿Qué tal si a ti te gusta más una cinta que quedó en la minoría?

Incluso, en esta edición 2025, tenemos evidencias de que la votación es imperfecta. Por ejemplo, votantes anónimos confesaron no haber votado por el actor protagónico Ralph Fiennes (“Cónclave”), porque asumieron erróneamente que había ganado un Óscar antes (lo gracioso es que el de Adrien Brody este año ha sido su segunda estatuilla como mejor actor en su carrera). Asimismo, otros admitieron que no han visto “Duna: Parte Dos”; unos de ellos básicamente justificándose que no era su elección preferida para ver. Ambos casos representan un raciocinio totalmente alejado de la apreciación cinematográfica y de la responsabilidad como jurado.
Entre dos personas distintas, con preferencias distintas, ¿un gusto debe ser superior?

2. Entonces, ¿eso le quita su influencia?
Para nada. Digamos a lo largo del año, viste una película no te gustó. Meses después, descubres que está nominada al Óscar. ¿Ahora la contemplarías con otros ojos?
Raro, pero probable. Tienen el poder de mover el juicio de las masas. Es costumbre que el titular de una nominación prolongue la distribución de una película en los cines, que usaron la estrategia de estrenar en fines de año (y/o distribuirla internacionalmente a principios del nuevo) para resonar en la temporada de premios. Eso llama la atención del público, pues persuade a experimentar “una obra artística”. Citando al meme de internet, para decir “esto es cine”. Yo caí en eso varias veces.

Con esto me pongo a pensar que la influencia de una película no debe afectar la percepción personal. Por más que sean populares, no deberían significar una verdad objetiva.
¿Pero qué tal si gana tu favorita? ¿Allí sí está siendo 100% objetiva la Academia? ¿Un premio es justo cuando yo pienso que es justo? ¿Es justo cuando tú piensas que lo es?

3. ¿Cómo se determina lo “justo”?
No se puede. La línea entre la crítica especializada y el público general dan mucho para hablar sobre la apreciación de una película. El único hecho verdadero es la imposibilidad de llegar a una conclusión objetiva. Opinar sobre no es un método científico. No existe una única respuesta. Dicho eso, el pensamiento de que un bando debe tener razón es una falacia.
Tomemos como ejemplo las películas del Señor de los Anillos. La tercera entrega “El Retorno del Rey” (2003) ganó el Oscar, cuando la segunda “Las Dos Torres” (2002) es considera la preferida por el público. Digamos que este sea un premio de consolación. ¿Qué garantiza que para ese jurado la segunda debía ser sí o sí su preferida? ¿Se supone que solo una sola afirmación debe ser la que se imponga sí o sí?

¿Has pensado la posibilidad de que las ganadoras que satisfacen al público, no eran en realidad las preferidas por la Academia? ¿Podría ser para quedar bien con la audiencia?
Nuevamente, todo es subjetivo. Toda interpretación o reacción basada en una obra artística (como lo es el cine) será siempre así. Nunca habrán hechos concisos. Hay especulaciones. También, revelaciones detrás de escena que infructuosamente podrán cuantificar el valor de las películas.
Esto no es ciencia. Es arte.

El seguimiento por el cine (o por el arte en general) parte de factores humanos presentes en cada uno de nosotros en diferentes medidas. Amor, presión social, encajar, tendencias, gustos culposos. La Academia no queda exenta de ello.
Algo que sí es objetivo es el impacto y relevancia sociocultural de una película. Pero no necesariamente va acompañado del discernimiento de si es buena o mala.

4. ¿Quienes no ganaron son perdedores?
Exceptuando “Mejor Película”, aunque las cosas deben de estar muy reñidas, en cada categoría hablamos de 5 nominados entre un sinfín de personas. De por así, eso vuelve mágica la noche.
Sí, es tentador pensar en la “victoria asegurada”, porque arrasaste en otros premios. ¿Pero qué tal si no pasa? Independientemente de las motivaciones, intenciones y/o opiniones de la Academia, lo único objetivo aquí es la probabilidad de 1 en 5 para coronarse con la estatuilla (1 de 10 en “Mejor Película”, pero sigue siendo asombroso ser considerado). El simple hecho de ser nominado para una posibilidad no garantiza nada seguro. De cualquier forma, ¿no es un tremendo honor haber sido considerado lo mejor de lo mejor entre tanta competencia y talento?

Son 5 de entre tantos nombres. ¿O acaso hay que guiarse por el pensamiento pesimista de que el segundo lugar es el primer perdedor? Hay que ver el panorama completo.
La pasión del evento va más allá de las estatuillas. Suponiendo que no te guste ver la ceremonia, igual es muy posible que le eches un ojito a la transmisión, o al menos querer enterarse por las noticias quiénes son los nominados. La emoción de ver a tu película preferida, aunque sea en una sola categoría. Gane o pierda, se siente estimulante haberlo vivido en vivo. El espectáculo, interacciones y humor.
Pero esa naturaleza simpática se pierde, si uno viene con la mentalidad de que una nominada debe ser la ganadora al 100% y de no cumplirse significará “una decadencia” de los Óscar. El término más imparcial para clasificarlo eso es “controversias”.
Antes de la revelación de nominados de la edición 2025, “Anora” se ganó su aprecio dentro de la comunidad. Pero ahora que ganó el premio a Mejor Película, hay quienes la diseccionan para corroborar si merece ser llamada así, como un experimento científico influenciado por el evento.

O vayámonos al otro lado de la balanza. Veamos… ¿Qué tal si a alguien no le gustó “Flow”, ganadora por Mejor película animada? ¿Se verá mal que comente su parecer, en vista de que es galardonada y apreciada? A mí me encantó, pero nunca descarto la posibilidad de que otro opine distinto. Pero parece ser un Óscar indiscutible.
Con toda la controversia en olla a presión de que no se premia lo mejor, ¿eso queda olvidado cuando sí premian lo que uno considera “lo mejor”? Pero volvemos a verlos mal, cuando consideras que el ganador no lo merece. ¿Entonces ahí sí vuelven a ser injustos? De ser así, suena ilógico decir que “ahora sí lo han hecho bien” y echarse para atrás cuando no parece.

Es como el meme de que “una empresa revive” si saca algo que gusta, pero que “muere” cuando algo disgusta. En todo caso, parecen olvidar que la vida siempre tendrá altibajos. Que no se podrá complacer a todos. Que hay muchos matices de grises.
Las cosas no adquieren valor solo cuando nosotros creemos que sí, así como no pierden su valor cuando creemos que no. Esto aplica tanto para los nominados como para los productos cinematográficos. Todos desean un Óscar. Podré no estar de acuerdo con algunos de los ganadores, pero no por eso quisiera tomar una postura despectiva hacia su persona.

5. ¿Los Óscar son la verdad absoluta?
Si llegaste hasta acá, seguro sabrás la respuesta que estoy por comentar. Para mí, la verdad absoluta yace en cada uno. Lo mejor es en realidad lo que a uno le concierne que es lo mejor.
Suponiendo que todo dentro de los premios sea nepotismo, tendencias y sensacionalismo... entonces no habría que esperar que una cinta ganadora vaya acorde a nuestros gustos.

¿O qué tal si gana una película en la que coinciden la mayoría? En la audiencia habrá quienes tengan otra película en su top. O en la Academia: los votos minoritarios significan que hubo preferencia hacia otro largometraje. Al fin y al cabo, la base son opiniones que adquirieron mayor impacto en la ocasión.
Si trasladamos la dinámica de intercambiar opiniones en un contexto mediático, el asunto cambia. La apreciación también va de la mano de una justificación sustentada, respetuosa, asertiva y responsable que fomente la buena convivencia. Por ejemplo, si prefieres separar o no el artista del arte, debes saber cómo defender tus razones para tener una opinión sólida. Eso es una responsabilidad que cargan las palabras, cuando deseas generar un impacto comunicativo.

¿Alguna vez habrá una ceremonia en que todos estemos 100% de acuerdo? ¿O será que solo anhelamos formar parte de una mayoría?
En el futuro, si alguien gana, seguro otro dirá que es un robo. Ya ha pasado antes, así como persiste el chiste recurrente de qué es lo que a los Óscar le fascina premiar. ¿Entonces por qué preocuparse si inconscientemente se afirma que es el gusto personal de la Academia?
A veces, parece que solo la campaña publicitaria importa. Hubo un gasto masivo para que “Anora” sea reconocida en la temporada de premios: 18 millones de dólares en difusión, cuando el presupuesto de la cinta fue de 6 millones. Triplicaron la cifra.

Del mismo modo, continuará la tan hablada narrativa de películas logrando hacerse un espacio merecido, o de entregas justas después de “tiempos oscuros”. Al final, todo eso suena a falacia.
Por lo menos, el espectáculo puede ser entretenido. Por ejemplo, parece que la simpatía y humor satírico de Conan O' Brien le funcionaron muy bien como anfitrión, que volverá para la ceremonia de 2026.

Los Óscars son más que buscar una verdad imposible. Se trata de amor por el séptimo arte y la experiencia de compartir el momento. Cineastas viviendo el momento de sus vidas, encontrando un punto álgido de propósito, felicidad o alza de la voz. Se contagia a través de la pantallas, e incluso es capaz de trascender más allá de la ceremonia misma.
Como la victoria del documental “No Other Land”, que resuena a nivel sociocultural: el conflicto israelí-palestino, narrado por un gremio de activistas de ambas naciones. Ahora resuena más porque, lamentablemente, hace poco el codirector palestino Hamdan Ballal fue agredido y secuestrado por el ejército israelí.

Debido a ese potencial inagotable de sentimientos, pienso que para muchos sigue valiendo la pena ver los Óscar. Sea para quejarse, celebrar o esperar que las ganadoras del próximo año se ajusten a tus expectativas, habrá gente que demostrará que le sigue importando lo que haga la Academia.
El momento en que eso cambie será cuando verdaderamente nos preguntaremos si de verdad siguen importando los Óscar.
![Crítica] «Anora» (2024): este no es un cuento de hadas - Críticas - Cinencuentro](https://img.peliplat.com/api/resize/v1?imagePath=peliplat/article/20250325/1fbadcc9378665050edbd9819ffd5fc2.jpeg&source=s3-peliplat)
Conclusiones
Si en serio estos premios no fuesen relevantes, la recepción general finalizaría como: “Bueno, esa persona ganó. Está bien. Fue divertido el show”. Una reacción básica, pero saludable y consciente del espectáculo. Si fue entretenido, está bien. Un día más, donde tu pasión por películas para ti permanecerá intacta.
Pero siguen generando conversación alrededor, sea por elogios como referentes al séptimo arte o por controversias relacionadas al evento como a la industria.
Claro que siguen siendo importantes. Sea cual sea la postura personal, hay contenido. Parece ser cierto que cualquier publicidad es buena publicidad.
Aunque caiga la audiencia o la percepción de calidad, los premios de la Academia seguirán dando de qué hablar. Incluso si está en decadencia, significa más leña al fuego. Tristemente, así funciona esta rama de la comunicación. Reaccionar, incluso para quejarse, es parte del espectáculo.
¿Los Óscars solo importan cuando a uno así le parece? ¡No! Sea como sea, seguirán importando por un largo rato.
¡Gracias por llegar hasta aquí! ¿Creen que esta lógica aplique para otros premios reconocidos del entretenimiento? Estaré feliz de leer sus comentarios aquí debajo.

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