Los espíritus de la isla y la angustia de Kierkegaard

Spoilers

Absolutamente cualquiera de las películas de la filmografía de los hermanos McDonagh podría servirnos para pensar el concepto de la angustia en Kierkegaard. Hoy vamos a hacerlo desde Los espíritus de la isla (The Banshees of Inisherin - 2022), filmada por Martin.

La riqueza de la película a la luz del desarrollo filosófico de Kierkegaard, radica en que sus personajes resumen prácticamente todo el espectro de maneras posibles en las que podamos vincularnos con la angustia. Los espíritus de la isla es una obra profundamente antropológica, y cada uno de sus protagonistas funciona como un espejo donde mirarnos y pensarnos frente a la angustia que nos provoca el límite y el tiempo que se termina.

La historia nos sitúa en medio de una representación muy íntima de todo lo cotidiano: amor, amistad, tradición, finitud, y el peso que las decisiones de los otros tienen sobre nuestra propia vida. Nos arroja temas enraizados en lo más hondo de nuestra experiencia humana, y propone enrostrarnos lo artificiales que pueden ser nuestras reacciones, frente al abismo que nos acecha, mientras se acerca irreversiblemente.

Los espíritus de la isla, constituye así una poderosa metáfora de aquello que somos. Nuestra vida en relación con lo que fuimos, y cuanto podamos controlar de lo que seremos. La capacidad de representarnos, yace como siempre en todos los grandes mitos que alguna vez construimos, en la familiaridad con la que sabe mostrar seres humanos, siendo seres humanos, con el peligro que conlleva en sí mismo amar. La gran paradoja resulta de que solo exponiéndonos a la posibilidad de lastimar y de ser lastimados, podemos encontrar algo de sentido, pese al límite, el egoísmo, y la angustia.

Sin más, trataremos de desentrañar algo del concepto de angustia en el pensamiento del filósofo danés, para poder pensar cuál es aquel espíritu que nos espera en las islas que habitamos.


Los espíritus de la isla, y la angustia de Kierkegaard

La angustia como confrontación con la libertad

Kierkegaard define la angustia como la sensación inquietante que surge al enfrentarse a la amplitud de posibilidades que ofrece la libertad humana. En la película, el personaje de Colm, con sus decisiones autodestructivas y su aparente pretensión de trascender la mediocridad, expone la confrontación del sujeto con lo infinito. Su sorpresivo rechazo a la vida que rutinaria en la que siempre habitó, podemos interpretarla como la lucha interna ante la posibilidad de elegir entre múltiples caminos, sin tener garantías de éxito o sentido; y agravada por la urgencia de haber comprendido que ya está grande, y no va a vivir para siempre. Esta libertad absoluta, en tanto posibilidad de elegir, se traduce en una angustia que lo paraliza y, al mismo tiempo lo impulsa a actuar de forma radical.

En Los espíritus de la isla, la ruptura de la amistad entre Colm y Pádraic es una clara muestra del concepto de angustia de Kierkegaard, especialmente en cuanto a su relación con la libertad. Kierkegaard describe la angustia como el "vértigo de la libertad", un sentimiento que surge cuando el ser humano se enfrenta a la posibilidad de elegir y con ello vislumbra la responsabilidad que implica la propia existencia.

Colm decide de manera irrevocable terminar su relación con Pádraic sin una razón aparente lo suficientemente válida, más allá de la excusa de su deseo de trascendencia artística, encarnando este dilema kierkergaardiano. Su angustia no proviene de una amenaza externa, sino de la conciencia de su propia libertad y la incertidumbre de si su decisión lo llevará a una vida más significativa o simplemente a un vacío mayor. Busca desesperadamente darle sentido a su existencia, pero lo hace a través de la negación y el sacrificio, mostrando así el peso insoportable de la libertad.

Pádraic, que inicialmente es un hombre profundamente optimista, también experimenta la angustia cuando su mundo estable se desmorona. Su identidad estaba anclada en su rutina y su amistad con Colm, y al perder la estabilidad, se ve en la obligación de redefinirse, pero sin las herramientas y los recursos emocionales para hacerlo. Su intento de transformación en un hombre resentido y violento refleja cómo la angustia puede llevar a la desesperación y la autodestrucción en lugar de la clave para llegar a un mejor lugar

En este sentido, la película encarna la paradoja kierkegaardiana: la libertad es una carga insoportable, y la angustia que provoca puede llevar tanto a la iluminación como a la desesperación. Los espíritus de la isla muestra cómo los personajes, al enfrentarse a la incertidumbre de su propio destino, responden con aislamiento, violencia o resignación, sin encontrar nunca una verdadera redención.

En la película, la confrontación con la libertad—y la angustia que esta confrontación genera— sigue lo sostenido por el filósofo danés en el sentido de que la angustia surge precisamente al darnos cuenta de la amplitud de nuestras posibilidades: es el vértigo de la libertad al enfrentarnos a la responsabilidad de elegir entre caminos infinitos sin garantías de redención.

Esta tensión es clara en el camino que cada uno de los personajes transita.

  • Colm asiste involuntariamente al final de una vida sobre la que siente que no consiguió trascender, pese a las cualidades que cree tener. Esto hace que el tiempo lo apremie casi como una amenza, además de encapricharse en una decisión que nadie termina de comprender del todo, pero que se encarga de demostrar que sí está hablando en serio.
  • Pádraic se descubre repentinamente como un tipo intrascendente y aburrido, toda su vida depositó el sentido en los otros y de pronto necesita que su plenitud no dependa de la aprobación de su amigo, su hermana, o el pueblo mismo. Desafortunadamente es apartado incluso de la compañía de su yegua, y profundiza en la sospecha de que toda su vida resulte insípida y sinsentido. Se ve forzado a confrontar la ausencia y el vacío que deja la elección de Colm, evidenciando el impacto que las decisiones libres tienen en la construcción del sentido y las relaciones humanas.
  • Siobhán es en algún sentido nuestra mirada de espectadores dentro de la historia; es la más consiente de todo lo que ocurre, tiene la capacidad de ver las cosas casi desde arriba, pero justamente por eso asiste a los acontecimientos como nosotros, con la misma incertidumbre y sin poder naturalizar el comportamiento extraño de todos en ese pueblo. También se enfrenta a la angustia que su propia libertad le genera, y debe escoger construir una vida interesante lejos de esa isla rutinaria y simple, pero para eso debe dejar sus comodidades, su seguridad, y a su hermano que poco parece valerse por sí mismo. También es atormentada por la urgencia del futuro, que la aterra con la imagen de ser una “solterona.”
  • Dominic es el más paralizado frente a una angustia que lo encuentra impotente, sin muchas posibilidades de transformación por fuera de la dinámica que se impone entre el “rol” que ocupa en ese pueblo, los abusos de su padre y la investidura de este.

El gran argumento de la película gira en torno a la promesa de Colm, de cortarse un dedo cada vez que su viejo amigo le dirija la palabra. Pese a lo absurdo de la premisa, el tema está tratado con tanta solemnidad y seriedad que constituyen al recurso como una genialidad narrativa, que consigue imprimir suspenso, intriga, espanto, confusión, y atención, pese a las poquísimas cosas que puedan suceder en la vida costumbrista, simple y repetitiva de esa isla.

Esa decisión—además de interpretarse como un acto de afirmación personalse transforma en una carga insoportable, que parece afectarle mucho más al resto antes que a él, que no tiene problemas para mutilarse. Los vecinos, sin embargo, viven esta locura con una incomodidad atroz: Colm (que además pretende dedicarse al violín) está dispuesto a llevar la amenaza siempre hasta las últimas consecuencias; y para colmo la decisión final recae sobre el carente afectivo de Pádraic, que desesperado por volver a ganar la simpatía de quien fuera su amigo, no demuestra conocer que sus actos puedan tener consecuencias radicales.

De esta forma, la película refleja la paradoja kierkegaardiana: la libertad, al mismo tiempo que abre un mundo de posibilidades, nos encadena a la angustia de asumir plenamente la responsabilidad de nuestros actos, mostrándonos cómo cada elección implica la renuncia a otras posibilidad y además de condenarnos al peso inevitable de las consecuencias.

La paradoja de la elección y la responsabilidad

Para Kierkegaard, la angustia es inherente al momento de elegir: al tomar una decisión, el individuo se enfrenta a la responsabilidad de forjar su propia existencia. En Los espíritus de la isla, tanto Colm como Pádraic están inmersos en una red de decisiones y renuncias. Colm, en su aparente búsqueda de un legado personal a través de actos extremos, se despoja de vínculos que lo anclarían a una existencia compartida y, de esta forma, se sumerge en la soledad que acompaña a la libertad. Por otro lado, Pádraic representa el anhelo de una conexión humana que se ve frustrado por la incomprensible elección de su amigo, arrastrándolo a la profunda angustia de la incertidumbre de sus propios lazos existenciales.

Algo que todavía no destacamos, es que lejos de seguir siendo un pusilánime, Pádraic se vuelve digno de realizar actos que comprometen mucha fuerza de voluntad y coraje de su parte; incluso aunque él mismo sea incapaz de verlo por estar enceguecido buscando la amistad de Colm. Esto significa que la decisión del otro también transforma la vida de este, conduciéndolo a un lugar más trascendente.

Tal vez el verdadero inicio de su transformación sea la conversación que tienen en el bar de siempre, envalentonado después de emborracharse. Sin lugar a dudas, esto queda de manifiesto tras el segundo momento climático de la película, cuando finalmente prende fuego la casa de su antiguo amigo. Kierkegaard plantea que cada acto de elección además de abrir un abanico de posibilidades, implica asumir la responsabilidad de las consecuencias de esa elección.

Tenemos entonces a la elección como acto liberador y opresor al mismo tiempo. La primera decisión radical de Colm de romper su amistad con Pádraic, desencadena todo el derrotero al que ambos terminan condenándose, por sostener las posturas que libremente decidieron al principio, y que por orgullo no están dispuestos a ceder. Puede verse como un intento de afirmarse en su libertad personal; en el acto de elegir un camino que se aparta de lo esperable, Colm se libera de las ataduras de una vida ordinaria, buscando, en cambio, una forma de trascender. Sin embargo, esta libertad se transforma en una carga y cada elección conforme a la primera lo encamina a un destino extraño y poco natural, volviéndolo mezquino y caprichoso, y subrayando así la idea kierkegaardiana de que la libertad absoluta trae consigo el peso ineludible de la responsabilidad personal.

Podemos hacer aquí dos lecturas: una es moralizante -me parece personalmente la más pobre- y consiste en ver un pequeño llamado a entender la responsabilidad en la construcción del propio destino. La ruptura de la relación no solo afecta a Colm, sino por supuesto también a Pádraic, quien se ve forzado a enfrentar la pérdida de un vínculo fundamental en su existencia. Esto a su vez perturba a Siobhán, e involucra a todos los actores de esa isla que se vuelven testigos involuntarios de un capricho por demás inquietante.

La otra posibilidad, es leerlo en términos más existenciales, como debe interpretarse una tragedia: más allá de las moralejas éticas que queramos añadirle, la historia es meramente descriptiva, y representa una reflexión antropológica sobre el drama humano de la existencia. Vivir es estar sujeto al sufrimiento y al dolor, independientemente de los esfuerzos que podamos hacer nosotros para evitarlo. Las acciones de los demás pueden malograr nuestra propia vida, mucho más si se trata de las decisiones de quienes amamos.

La reacción de Pádraic evidencia la dificultad de aceptar que, en el terreno de las relaciones humanas, cada elección—propia o ajena—implica consecuencias profundas. Así, presenciamos el dilema existencial de la imposibilidad de escapar de la responsabilidad que conlleva cada decisión nuestra o ajena y el sufrimiento que esta responsabilidad genera.

La libertad de elegir se presenta como un arma de doble filo, donde la búsqueda de autenticidad y trascendencia viene acompañada de la angustia inherente a asumir el destino que cada decisión impone. Esta tensión existencial es el motor que impulsa tanto la transformación como la desintegración de los personajes, reflejando de manera profunda la complejidad de la condición humana.

La angustia como motor de la transformación

Aunque Kierkegaard describe la angustia como un estado de inquietud, también la entiende como el impulso que posibilita la transformación personal. En la narrativa de la película, la ruptura entre Colm y Pádraic no solo genera dolor y desesperación, sino que invita a ambos personajes a enfrentarse a su propia identidad y al vacío que deja la pérdida de valores tradicionales. La crisis que experimentan es, en esencia, un espejo de la condición humana: la necesidad de crear significado en un mundo donde las certezas se desvanecen y las posibilidades, ilimitadas, generan un constante estado de duda.

Kierkegaard sostiene que la angustia es el punto de partida para enfrentar la libertad y asumir la responsabilidad de elegir.

Para Kierkegaard, la angustia surge, como dijimos, al descubrir la amplitud de posibilidades que nos ofrece la libertad, en una existencia limitada y finita. Colm se enfrenta a este abismo de opciones al romper su amistad con Pádraic, intentando liberarse de una existencia cotidiana que considera mediocre. Esa sensación de vértigo existencial, aunque dolorosa, actúa como catalizadora de un cambio profundo. La decisión del personaje, aunque lo sume en un aislamiento autoinfligido, es un acto que busca reconfigurar su identidad, en línea con la idea kierkegaardiana de que el enfrentamiento con la angustia puede conducir a una existencia más auténtica.

Pádraic, que no es para nada una víctima, sino tan responsable como los demás en haberse convertido en un ser vacío y aburrido que deposita su sentido en el afecto de los otros, experimenta la transformación forzada por la ausencia y la incertidumbre. La ruptura de vínculos genera un proceso de autoevaluación y, potencialmente, de reconstrucción personal, aunque a menudo marcado por la confusión y la desesperanza.

Los espíritus de la isla muestra cómo la angustia, al revelarnos la inmensidad de nuestra libertad y las responsabilidades que ésta implica, puede desencadenar transformaciones profundas. La película, al igual que la filosofía de Kierkegaard, sugiere que sólo a través de este enfrentamiento existencial—aunque doloroso—podemos aspirar a una existencia genuinamente auténtica.

La existencia auténtica frente a lo establecido

Kierkegaard aboga por una existencia auténtica, en la que el individuo se atreve a enfrentarse a la verdad de su propia libertad y angustia. En la película los personajes se encuentran en un entorno que, si bien está inmerso en tradiciones y rituales, es a la vez es testigo de la ruptura de esos lazos convencionales. La actitud de Colm, al rechazar una amistad que simboliza lo familiar y lo seguro, es un acto de rebeldía contra una existencia predefinida, aun sabiendo que esa rebeldía lo conduce a un estado de aislamiento y desesperación. Por su parte, Pádraic encarna la lucha por retener lo que queda de un orden emocional y social, aun cuando la realidad le muestra la inevitabilidad de la incertidumbre y la pérdida.

Kierkegaard plantea que la existencia auténtica consiste en tomar distancia de las convenciones y estructuras sociales impuestas para forjar una vida que refleje la verdadera esencia del individuo. Según este filósofo, lo auténtico surge cuando se decide actuar en consonancia con la propia verdad, aun cuando ello signifique desafiar lo establecido y enfrentar el aislamiento o la incomprensión. Las consecuencias son, como vemos, radicales y hay que bancársela. Pese a todo, según esta línea, vale la pena habernos importunado a nosotros mismos, si el resultado es estar donde verdaderamente queremos.

Por otro lado, la película muestra cómo la lucha por una existencia genuina puede generar un contraste profundo: mientras uno de los personajes se atreve a romper con lo establecido en pos de un ideal personal, el otro se queda atrapado en la seguridad (aunque insatisfactoria) de lo conocido. Este conflicto simboliza la dificultad inherente a renunciar a lo familiar para construir una identidad propia, un tema central en el pensamiento de Kierkegaard.

Brevísimo comentario -y espero que brevísimo- acerca de Esperando a Godot de Samuel Beckett

Me permito esta pequeña distracción, en vistas a la faceta de Martin McDonagh como dramaturgo, mas bien en sus inicios, y pensando sobre todo en la influencia de otro irlandés, el gran dramaturgo del absurdo Samuel Beckett. Diremos que la película tiene ecos de la obra de Samuel Beckett pensando más específicamente en Esperando a Godot, desde la situación en la que los personajes se encuentran, atrapados por interacciones cíclicas y aparentemente sin sentido. Lo hago también porque siempre es interesante leer a Beckett, y por carácter transitivo, recomendarlo.

Samuel Beckett, en Esperando a Godot (1953), plantea una visión existencialista y absurda de la condición humana. La obra presenta a dos personajes, Vladimir y Estragon, que esperan a un tal Godot, quien nunca llega. A lo largo de la pieza, los protagonistas intentan llenar el tiempo con conversaciones triviales, juegos de palabras y reflexiones filosóficas que, en última instancia, no conducen a ninguna resolución.

La obra aborda temas vinculados con la película que nos convoca, como:

  • El absurdo de la existencia: la espera interminable de Godot simboliza la búsqueda humana de significado en un mundo donde las respuestas nunca llegan.
  • El tiempo y la repetición: los personajes parecen atrapados en un ciclo sin fin, donde cada día es una repetición del anterior, reflejando la monotonía de la vida (la repetición es además otro tema profundamente kierkergaardiano).
  • La comunicación fallida: el lenguaje en la obra es fragmentado y, a menudo, inútil, lo que muestra la dificultad de la comunicación humana.
  • La dependencia y la soledad: en el caso de esta otra obra, Vladimir y Estragon se apoyan mutuamente para soportar la incertidumbre, pero su relación también es frágil y llena de tensiones, evidenciando la soledad esencial del ser humano.

Beckett, influenciado por el existencialismo de Sartre y Camus, muestra un universo donde la vida carece de propósito inherente, y los personajes solo pueden llenar su vacío con acciones absurdas y una espera sin sentido.

Vladimir y Estragon, esperan en un camino desolado la llegada de un misterioso personaje llamado Godot. Sin embargo, Godot nunca aparece, y la obra transcurre en una serie de diálogos y situaciones repetitivas que no conducen a ninguna resolución. A lo largo de la obra, los personajes intentan pasar el tiempo con conversaciones aparentemente triviales, juegos de palabras y reflexiones existenciales.

Cada acto finaliza con un mensaje de un niño que informa a Vladimir y Estragon que Godot no vendrá hoy, pero quizás mañana sí. A pesar de esto, los personajes siguen esperando, atrapados en un ciclo sin fin. La obra simboliza la incertidumbre de la existencia, la absurda repetición de la vida y la imposibilidad de encontrar un significado definitivo. Beckett, nos muestra un mundo donde la espera y la falta de propósito son inevitables.

Algunos aspectos técnicos

La fotografía de la película es fantástica. McDonagh sabe mostrar como nadie -salvo tal vez por su hermano- toda la densidad y profundidad de los increíbles paisajes de Irlanda. El contraste que consigue es genial, porque pese a la belleza natural inobjetable de esas costas verdes, podemos apreciar el costado más nostálgico, triste e incluso lúgubre, con la hondura sin igual de sus planos abiertos entrelazados por grandes travelings.

La refinada cinematografía que se despliega en la película destaca por su puesta en escena cuidadosamente elaborada. Cada plano consigue una composición visual que capta la atmósfera austera, pero a la vez cargada de simbolismo. La utilización de la luz natural y los contrastes sutiles realzan la crudeza del paisaje y reflejan la tensión interna de los personajes, dándole a la película cierto peso solemne sostenido en la intrascendencia que la narrativa propone inspirar.

El trabajo de cámara es excepcional, con encuadres precisos que juegan con la profundidad de campo para enfatizar la soledad y el aislamiento de los protagonistas, encontrando momentos asfixiantes pero sin paredes, ni techos más que el horizonte que se prolonga. La dirección de arte y el diseño de producción complementan muy congruentemente esta estética, creando así escenarios que parecen casi palpables en su autenticidad, transportándonos a un entorno marcado por la melancolía, gigante frente a nuestra pequeñez.

La edición y el sonido colaboran para potenciar la narrativa visual: cortes medidos y un ritmo que acompaña la progresión de la tensión narrativa, mientras la banda sonora, pero sobre todo el silencio marca prácticamente registrada de los hermanos, y el diseño sonoro se entrelazan con la imagen, enfatizando momentos incómodos y acentuando algunas escenas claves con mucha sutileza.

Está muy bien también en sus interpretaciones: es completamente destacable el trabajo del ya habitue Brendan Gleeson; y Barry Keoghan -que cada vez que lo veo en una película ya me pongo incómodo-. Colin Farrel alcanza unos matices de mucha densidad, con una expresividad brillante tanto en sus gestos de la cara como desde lo corporal, configurando un personaje complejo desde lo actoral pese a ser narrativamente bastante simple. Kerry Condon es maravillosa también, y todos los personajes de ese pueblo se ven profundamente verosímiles y reales, luciendo así un trabajo de casting estupendo.


Como dijimos, parte de la experiencia misma de vivir, trae imbricada la posibilidad del sufrimiento. E incluso la amistad, la compañía agradable y la buena cerveza, lo mismo que la felicidad, son un arma caliente.

O bien,

“Happiness Is a Warm Gun.”

Filosofía puchito.

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