El único héroe válido es el héroe colectivo. El Eternauta

Spoilers

Hay una premisa que no discutiremos en todo el artículo que sigue:

Cualquier producción audiovisual, fenómeno cultural, empresa artística, que revitalice la obra de Oesterheld vale completamente la pena y es necesaria.

Dicho esto:

"El único héroe válido es el héroe colectivo, nunca el héroe individual"

Un breve contexto

El Eternauta es una obra emblemática de la historieta y la ficción argentina, escrita por Héctor Germán Oesterheld y dibujada por Francisco Solano López. La narrativa se desarrolla en el escenario de una invasión foránea, que se vale de generar una catástrofe y toda clase de complicaciones, instalada en centro porteño. Nosotros descubrimos esto junto con los propios protagonistas, que van llegando a la verdad del asunto de manera completamente espiralada y sinuosa. La supervivencia es el personaje verdadero por quien la historia avanza, y las reglas para conseguirla -lo descubrimos también junto con el grupo que acompañamos-, siempre es la cooperación, la empatía y la unidad frente a la poderosa y desconocida amenaza común.

El relato, está cargado de un profundo significado político y social, y se inscribe en el marco de su contexto histórico, especialmente en relación a la resistencia frente a las sucesivas dictaduras militares y cívico/militares del país. Vio su primera publicación serializada en Hora Cero Semanal, desde 1957 hasta 1959; y tuvo una primera edición conjunta separada en tres partes entre 1961 y 1962.

Fue censurada por la última dictadura, entre 1976 y 1983 (además de prohibida nuevamente en algunos colegios en el 2012)

Su guionista, Héctor Germán Oesterheld fue desaparecido por la última dictadura en 1977.

El héroe colectivo

Toda la historia en sí misma puede leerse como un rechazo a la idea del héroe solitario, como aquel que se destaca por acciones extraordinarias sin la necesidad de apoyarse en una comunidad o colectivo. Se trata de una defensa del pensamiento comunitario y una denuncia del individualismo que lleva a la fragmentación social y a la incapacidad para enfrentar problemas de gran envergadura.

Una cuestión central de la obra, es la noción del enemigo. Los protagonistas todo el tiempo descubren que quienes se aparecen como enemigos a vencer, no son más que otros esclavos vencidos y resignados de un plan mayor, ejecutado por un mal foráneo que ni siquiera pone su rostro o su fuerza de trabajo. En una larga e intrincada cadena de mandos, de razas dominadas que se subordinan a otros pueblos derrotados por el mismo enemigo, todos están peleando una guerra en nombre de un villano siempre lejano y entre las sombras que nunca alcanzamos a conocer.

En el contexto de esta invasión, descubrimos además un mecanismo siniestro por el cual, quienes más daño hacen a la comunidad, son en realidad colaboracionistas y entreguistas, que traicionan a los suyos mientras cooperan con el régimen que pretende instalarse. Esa es la gran metáfora del Eternauta, nuestro héroe nacional.

La obra enfatiza el individualismo y la aparente la autonomía personal, que muchas veces toma la cara de la libertad y la responsabilidad propia; en esta oportunidad nos enfrentamos a una crisis que requiere una acción coordinada. Aparece en la narrativa la salida del colectivismo que resalta la importancia de la interdependencia, la colaboración y la toma de decisiones compartidas.

En El Eternauta, la supervivencia no depende de un solo salvador, sino de la unión y la solidaridad entre personas comunes que solamente actuando en conjunto, tienen el poder de transformar la realidad.

Los protagonistas se salvan porque estaban juntos al momento de los primeros incidentes. Y tampoco estaban juntos de manera casual, sino que respondían a la lógica de encontrarse todos los viernes en la casa de uno para jugar al truco. Por eso es una historia de amistad. La salida, la salvación, siempre es colectiva. Y la supervivencia solo se explica por la sumatoria de sus pequeñas habilidades cotidianas: uno sabe lanzar ondas de radio, otro se anima a ponerse un traje y salir al exterior, la comunidad es el héroe.

Es algo ya explorado por la filosofía política, por ejemplo del marxismo, desde donde se sostiene que la transformación social se logra mediante la organización del pueblo y la lucha colectiva. La obra refuerza esta idea, sugiriendo que la emancipación y el cambio social son procesos que requieren de una acción comunal y no del esfuerzo de individuos aislados. Resulta una gran invitación a repensar el rol del héroe en la cultura y a considerar que, en situaciones de opresión o crisis, la fuerza real reside siempre en la unidad del grupo.

La idea de que el héroe colectivo es el único válido implica una ética basada en la solidaridad y el compromiso con el bienestar común. La responsabilidad no se delega en las figuras individuales, sino que se reparte entre todos, en una comunidad organizada que tome las decisiones y delegue las responsabilidades de manera colegiada, desde la empatía, la compasión y la cooperación. Son las relaciones humanas las que quedan en el centro del plano, y el apoyo mutuo se convierte en el único elemento fundamental para enfrentar adversidades.

En un contexto existencial, la búsqueda de sentido no es una tarea que recaiga únicamente en la figura del héroe, sino que se construye a partir de la interacción con otros y la participación en una causa común. La existencia adquiere significado cuando se comparte y se contribuye al bien colectivo, desafiando la soledad inherente a la existencia individualista.

En lugar de glorificar la figura del individuo solitario que a diestra y siniestra -y mientras sus poderes sobrehumanos se lo permitan- vence obstáculos desde su orgullo, se propone aquí un modelo de heroísmo basado en la comunidad, en la unión de fuerzas para superar desafíos. Esta perspectiva no solo tiene relevancia en el ámbito literario o artístico, sino que también ofrece una reflexión profunda sobre la manera en que organizamos nuestras sociedades y enfrentamos los problemas comunes.

Toda la obra, que forma parte del mito nacional, es un llamado a la acción colectiva y una reafirmación del valor de la solidaridad como motor de cambio y transformación social.

Dos acercamientos filosóficos

Antonio Gramsci y un pueblo que se emancipa

Para pensar la obra desde un marco filosófico como acostumbramos aquí, vamos a leer a Antonio Gramsci. El autor profundiza en el concepto de hegemonía cultural y el papel de los intelectuales y la acción política en la transformación de la sociedad. Su énfasis en la construcción de un consenso colectivo para desafiar las estructuras dominantes participa con nuestra idea de que la verdadera fuerza reside en la unidad del pueblo.

A partir del pensamiento de Gramsci podemos pensar El Eternauta, en vistas a la lucha contra la hegemonía dominante y la importancia de la organización colectiva frente a las estructuras de poder.

Gramsci introduce el concepto de hegemonía para explicar cómo las clases dominantes consiguen imponer sus valores y visiones del mundo, no solo a través del control económico y político, sino también mediante la dirección ideológica y cultural de la sociedad. En El Eternauta, la invasión y la catástrofe funcionan como metáforas de un sistema opresor en el que una fuerza externa impone un orden que despoja a la población de su autonomía. La respuesta de los personajes, basada en la unión y la solidaridad, es una forma de resistencia que busca romper con esa hegemonía impuesta y reconstruir un bloque histórico alternativo que revalorice la experiencia colectiva.

Gramsci destaca la figura de los intelectuales orgánicos, aquellos que emergen de las clases populares y tienen la misión de articular y difundir una cultura que refleje las aspiraciones y la realidad del pueblo. El héroe de El Eternauta, vislumbra mejor que nadie la necesidad de que cada individuo se conecte con un proyecto colectivo. Esta reinterpretación del héroe en su dimensión de colectivo, encarna precisamente esa transformación cultural que Gramsci considera necesaria para la emancipación: la superación del aislamiento del individuo y la construcción de una conciencia común capaz de cuestionar y subvertir el orden hegemónico.

El italiano concibe la historia como la interacción y el conflicto entre distintos bloques históricos, en los cuales la transformación social surge cuando las fuerzas populares se organizan y logran un consenso en torno a un proyecto común. En El Eternauta, la lucha contra una amenaza deshumanizante no es una epopeya de un único héroe, sino el resultado de la acción coordinada y la resistencia colectiva. Este enfoque refuerza la idea de que el cambio y la transformación social se construyen desde abajo, a través de la unión de pequeños actos de solidaridad que, en conjunto, constituyen una fuerza imparable contra la opresión.

No seguimos aquí a Gramsci de manera gratuita, la obra de Oesterheld está profundamente empapada de sus ideas políticas. Escribió una biografía del Che Guevara, una de Eva perón; y nunca estuvo en duda que su militancia en Montoneros alimentó desde su sensibilidad artística la segunda parte de El Eternauta, y toda su última época como autor.

Gramsci destaca además la importancia de la educación y la construcción de una conciencia crítica en la lucha contra la hegemonía. También para El Eternauta, el rol del conocimiento y la comunicación aparecen como herramientas claves para empoderar al pueblo que busca defenderse. Los personajes no solo luchan por sobrevivir, sino por comprender la naturaleza de la amenaza y por construir una narrativa que les permita recuperar su dignidad y autonomía. Este proceso es sin dudas educativo, en términos gramscianos, y es esencial para romper el dominio ideológico del poder establecido y abrir paso a una nueva forma de organización social basada en la equidad y la justicia.

La posibilidad de establecer canales de comunicación son claves para la supervivencia del grupo; lo mismo que las relaciones con sus vecinos y los otros sobrevivientes. Además, llegar a la verdad de lo que sucede siempre está en el foco de los objetivos de nuestros protagonistas.

Desde la perspectiva de Antonio Gramsci, podemos acercarnos a pensar cómo la obra se convierte en una historia de la lucha contra la hegemonía opresora, enfatizando el poder transformador de la acción colectiva, la importancia de los intelectuales orgánicos y la necesidad de una educación que fomente una conciencia crítica. En este sentido, la narrativa no solo es una historia de supervivencia, sino también una invitación a cuestionar las estructuras de poder y a construir, desde la base, un proyecto de emancipación social.

Comprometerse, desde Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir

Terminamos la lectura filosófica pasando brevemente por Sartre y de Beauvoir. Hacerlo puede resultar paradójico, puesto que el existencialismo en el que suelen inscribirse acostumbra destacar más la libertad y la responsabilidad individual. Estos autores, sin embargo reflexionaron también sobre la condición humana en contextos de opresión y compromiso social. Y su enfoque -creemos- permite explorar la tensión entre la autonomía individual y la necesidad de una acción compartida para alcanzar la liberación y el sentido de comunidad.

Desde esta perspectiva El Eternauta se puede leer como una obra en la que los personajes, al enfrentarse a una situación límite, deben construir su propia esencia a través de sus elecciones y acciones, en un contexto de crisis colectiva.

Es ya un cliché repetir que para Sartre, la existencia precede a la esencia; esta afirmación, no obstante, de que los individuos no nacen con una identidad predefinida, sino que se definen a sí mismos a través de sus actos, es crucial en el arco de transformación que sufren los personajes, arrojados involuntariamente a una situación radicalmente dramática. En El Eternauta, los protagonistas se ven obligados a actuar en condiciones extremas, lo que los confronta con la absoluta libertad y la responsabilidad de elegir en medio del caos. Esta situación existencial los impulsa a trascender la pasividad, convirtiendo su lucha por la supervivencia en un acto de afirmación de su propia existencia.

La colectividad que emerge no es simplemente una suma de individuos, sino la manifestación de una libertad compartida que se reafirma en la resistencia ante la opresión y la fatalidad.

El enfrentamiento a la amenaza inminente pone de relieve la noción sartreana de la angustia existencial: la conciencia de la libertad ilimitada que conlleva el peso de la responsabilidad. Cada decisión tomada en el contexto del desastre es una afirmación, no solo de la propia libertad, sino también de la de los demás. La lucha colectiva se transforma en un escenario donde la responsabilidad individual se entrelaza con la de la comunidad, resaltando que la verdadera autenticidad surge cuando se reconoce la libertad del otro y se actúa en consecuencia.

El compromiso es un elemento inseparable de la filosofía práctica de Sartre, en Cualquier existencialismo es un humanismo, queda claro que la salida del problema del sentido, para el autor, queda resuelta con la posibilidad de comprometerse en distintas causas nobles. La obra anima a la acción y el compromiso que busque transformar la sociedad a través tanto de la conciencia como de la acción.

Simone de Beauvoir complementa esta visión cuando problematiza la importancia de la relación con el otro. Para ella, la libertad individual se realiza en el contexto de la intersubjetividad y la lucha contra las formas de opresión que niegan la alteridad. En El Eternauta, la solidaridad y la acción conjunta se convierten en las únicas respuestas éticas válidas frente a la amenaza, al tiempo que subrayan la interdependencia de las existencias. La afirmación de una ética del cuidado y la responsabilidad mutua se revela como una forma de trascender la soledad existencial y combatir la deshumanización impuesta por circunstancias extremas.

La idea de que el único héroe válido es el héroe colectivo cobra otro sentido desde este marco filosófico. Tanto Sartre como de Beauvoir subrayan que la autenticidad y la realización de la libertad no pueden concebirse en aislamiento. El heroísmo, en este sentido, no es la gesta solitaria de un individuo, sino la emergencia de una acción común que reconoce la existencia y la libertad de todos.

La colectividad, al actuar de manera consciente y comprometida, se convierte en el verdadero agente de cambio y de afirmación de una existencia digna, en contraste con la posibilidad de una existencia fragmentada y desprovista de responsabilidad compartida.

La serie logra mostrar de manera muy elocuente una idea que está dibujada en la historieta, y es de raigambre profundamente sartreana: el infierno son los otros. Sartre reformula una máxima que en realidad tiene origen hobbesiano, el hombre es el lobo del hombre, pero encuentra sin embargo una salida. Nuestros protagonistas se ven con la misma pregunta antropológica sobre la maldad o bondad del ser humano, pero consiguen ensayar una respuesta que todavía elige confiar en la fraternidad humana.

En situaciones límite, la construcción del sentido de la vida se realiza mediante la acción libre y responsable, que se materializa en una lucha colectiva. La obra narra desde una óptica existencial, una invitación a reconocer la interdependencia de las libertades individuales y a actuar en comunión, asumiendo la responsabilidad de definir una existencia auténtica y solidaria.

Momento icónico, le dimos presupuesto a la persona correcta

Creo que el episodio cuarto de la serie homenajea un momento espectacular del cine nacional argentino, presente siempre en el inconsciente popular. Dirigido también por el propio Bruno Stagnaro, y también con Ariel Staltari en escena, vemos vitrales como en el viejo caserón usurpado de Okupas (hablamos de ella aquí). Okupas es la serie que mejor supo narrar las “periferias existenciales (¿está de moda citar al Papa Francisco?) en el contexto de los finales de los 90 y principio de los 2000. Ahora, vemos desde un lente similar otros hitos de nuestra historia.

Como en El beso de Judas, episodio cuarto de la emblemática serie, dos amigos se reconcilian, uno arriesga su vida por buscar a otro, y nuevamente el héroe colectivo logra salvar la situación. Ambas son historias de sacrificio, de amistad, de protagonistas colectivos. Hay otro perro, con el estatuto de compañero inseparable. El episodio cuarto de El Eternauta termina con un momento climático preciosamente logrado, con el sonido de las campanas que marcan el sacrificio del Rengo y la Hermana, ofreciendo la cobertura justa para que los demás puedan escapar. Los supervivientes huyen con un coro de fondo, idéntico a como sucede en Okupas, salvo que esta vez no son niños cantando Quanti Martiri Ha Potuto Passare, sino que escuchamos a la Negra Sosa.

El vitreaux de la Iglesia es la referencia que sirve como guiño innegable, conectando ambas historias en la que vemos a los de más abajo intentando sobrevivir a un entorno hostil, indiferente y mortal. Solo el genio colectivo, la osadía, el coraje, y la valentía pueden salvar a los protagonistas.

Stagnaro tiene una habilidad suprema para contar historias corales, mostrando muy finamente como funciona un grupo humano: sus roces y pequeñas rispideces, sus momentos de ternura, sus tensiones, sus grandes dilemas, y la ética del sacrificio como narrativa que pondera lo colectivo.

En la cima del mainstream, agrega la pequeña frutilla del postre -que ni siquiera faltaba, pero aparece como un lujo que se dan los genios- para configurar al Eternauta como la condensación del mito nacional: hablar de Malvinas. Las Islas en el centro del argumento de una producción sinigual en el cine nacional y con proyección internacional. Eso es soberanía.

La música, como en Okupas, aparece siempre como una caricia al alma, un mimo entre tanta tensión y suspenso. Vuelve a aparecer la voz de Santiago Motorizado, para quienes volvimos a ver Okupas en la versión que sacó Netflix sin todas las canciones originales. Vemos más adelante a Jorge Sesán y a Dante Matropierro; en lo que de a poco termina pareciéndose a una reunión de amigos.

Ambas obras le cantan a la Ciudad de Buenos Aires, no solo desde sus referencias culturales, sino desde sus paisajes y encontrando la belleza en lo simple y lo cotidiano.

El genio de El Eternauta

Con la historieta tenemos en nuestras manos una obra genial y única por las muchas razones como lo son tanto su estructura narrativa y estética como su profundo contenido político y social. Una historia de grandes aciertos gracias a las riesgosas elecciones tomadas, su originalidad y una honda innovación.

La obra combina y fusiona elementos de la ciencia ficción, el terror y la crítica social, creando un relato que trasciende las convenciones tradicionales del cómic. Esta mezcla le permite explorar temas existenciales y políticos con una originalidad sin antecedentes en la historieta nacional.


La manera en que se integran el dibujo y la narrativa gráfica refuerza la atmósfera de claustrofobia y desesperación, al mismo tiempo que ofrece momentos de esperanza y resistencia. La composición de cada viñeta no solo narra la historia, sino que también ahonda sobre la condición humana frente a situaciones extremas. Francisco Solano López consigue un nivel grandioso de expresividad con sus dibujos, que logran transmitir con creces la dureza de la adversidad a la que nos enfrentamos.

Escrita en un contexto de inestabilidad política y social en Argentina, El Eternauta se convierte además en una metáfora de la lucha contra las estructuras autoritarias. La amenaza que enfrentan los personajes simboliza el poder opresor, y la respuesta colectiva ante la adversidad es un llamado -como dijimos- a la unidad y a la resistencia popular.


La relevancia histórica de la obra la convierten en un elemento irrenunciable del acervo cultural nacional. Refleja la angustia y la incertidumbre de una época marcada por dictaduras y represión, lo que le confiere una carga emocional y simbólica que ha resonado con múltiples generaciones. Esta capacidad de conectar con la realidad histórica y, al mismo tiempo, trascenderla en las imágenes y símbolos que propone, habla de lo efectivas que son las categorías que nos regala para reprensar nuestra historia.


A diferencia de muchas narrativas heroicas que exaltan la figura del individuo, El Eternauta plantea que la verdadera fortaleza reside en la unión y la solidaridad. Esta visión rompe con la tradición del héroe solitario habitual en el formato, y propone una reflexión estética y mítica sobre la acción colectiva y el compromiso social.


La originalidad de la obra también radica en su estructura formal y en la experimentación con el lenguaje visual. El uso de recursos gráficos y la secuenciación de las viñetas logran crear un ritmo narrativo que atrapa al lector y le sumerge en la atmósfera apocalíptica del relato. El Eternauta destaca por su audacia en la forma y en el fondo, ofreciendo una visión crítica y profunda del poder, la solidaridad y la lucha por la supervivencia.

Con el tiempo, El Eternauta se ha convertido en un emblema de la lucha contra la opresión y la injusticia. Su mensaje de resistencia y esperanza en medio de la adversidad inspira a numerosos lectores y artistas, consolidándola como una obra atemporal, pese a su inseparable cuestión histórica. La capacidad de la obra para abordar temáticas universales a través de una narrativa accesible y visualmente impactante ha marcado un hito en la historia del cómic argentino, influyendo en generaciones enteras de creadores y lectores.

La obra es argentinísima, como ya dijimos, una oda al Buenos Aires de la case media; con una riqueza difícil de conseguir en lo que respecta a modismos, giros idiomáticos, expresiones, costumbres, imaginería e idiosincrasia.

Juan Salvo no es ni por asomo “nuestro Batman”; en tal caso, Batman será el Juan Salvo de ellos.

El Eternauta decide erigirse como una declaración por antonomasia del “lo atamos con alambre”, aludiendo a la inventiva y creatividad de la que nos enorgullecemos. Sin lugar a dudas ocupa un lugar considerable en el panteón de mitos nacionales, junto con el Che, las Malvinas, el Diego, las Madres, y todo aquello que queramos atesorar.

Hay un atrevimiento que no es para nada menor, y es imaginarnos que el epicentro de la invasión pueda suceder aquí. La osadía de la situación es pensar nuestro contexto cotidiano como el escenario de un acontecimiento de tal magnitud. El cine y la literatura nos han hecho ver a mansalva platos voladores que siempre llegan a las grandes metrópolis del Norte; pero con un arrojo sin igual nuestros héroes terminan saliendo de Campo de Mayo, hasta cruzar la General Paz para terminar mirando el Monumental. La rebeldía que supone escribir tal historia a finales de los 50, la convierten en una obra atrevida, arriesgada y nuestra.

Como dice la propia serie “El sur es el nuevo norte”.

Por eso creo que uno de los grandes aciertos de Stagnaro en la serie es la idea de actualizar la historia. Es respetar exactamente el espíritu en el que fue escrita. Porque parte de la genialidad de la obra radica precisamente allí: puede suceder en cualquiera de nuestros barrios, y cualquiera de nuestras calles. La originalidad de El Eternauta tiene que ver con esa capacidad para interpelarnos en nuestros propios contextos, y dimensionar el horror a la vuelta de la esquina.

Mención más que notable para el naturalismo con el que Ricardo Darín encarna perfectamente a Juan Salvo como el tipo común, el argentino promedio que cualquiera de nosotros conoce. Es notable además el reparto entero, lo mismo que los interiores, exteriores, guion, y todo el equipo técnico.

Es una obra esencialmente política, que termina con la desaparición de Héctor Germán Oesterheld a manos de la última dictadura militar. El precio de la vida de su autor habla del compromiso de toda su obra, que trasciende los tiempos y forja un legado que sigue hablando por él. Tenemos algunos testimonios de su paso por algunos centros clandestinos de detención, como El Vesubio, y El Sheraton. Al momento de su detención forzada, ya habían sido secuestradas y asesinadas sus cuatro hijas, dos de ellas estando embarazadas.

Su desaparición da cuenta de un mal foráneo que hace que los nuestros nos traicionen. Pero también cuenta la historia de la resistencia, la valentía, el compromiso y la esperanza.

Es menester revisitar siempre que se pueda El Eternauta, se trata de volver a las bases, contemplando la obra como el horizonte de lo que somos.

Filosofía Puchito.

HÉCTOR GERMÁN OESTERHELD, PRESENTE.

DIANA, BEATRIZ, ESTELA Y MARINA OESTERHELD, PRESENTES.

30000 DESAPARECIDXS, PRESENTES.


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