Sin techo ni ley. Directora: Agnès Varda (1985)

Si hay algo que caracteriza a las películas de Agnès Varda son sus estructuras no lineales, su concepción de puzle.

La película "Sin techo ni ley" (león de Oro del Festival de Venecia 1985) aborda las dos últimas semanas de la vida de su protagonista, Mona (Sandrine Bonnaire), una joven vagabunda francesa, reconstruida a partir de los comentarios, ante la cámara, de aquella gente que se relacionó con ella antes de su muerte. El relato renuncia a la narración omnisciente y objetiva (es decir, la de un narrador que es consciente de la historia), conllevando un final en el que se mantiene la duda sobre las motivaciones de este extraño personaje.

Hay una intencionalidad de Varda por realizar un relato inacabado. Hecho que se evidencia en la pintura sobre una pared, el dibujo de una interrogación, que encuentra Mona en uno de sus caminos sin destino. Mona, es una joven sin techo. De algunas de sus conversaciones entendemos que es una "homeless" voluntaria, ya que su origen social pertenece a la clase media. No hay ninguna intencionalidad por parte de Varda para que el espectador sienta simpatía por ella. No hay, ni siquiera, un discurso ideológico que justifique su comportamiento. El interés de Varda está concentrado en este presente que relata, en esta verdad que aflora de la ficción del relato: el sentimiento de soledad, de frío y de abandono. Es el presente, lo que sucede ante nuestros ojos, lo que da sentido al relato, y no el entendimiento, la (i)lógica de las acciones del personaje.

La multiplicidad de visiones subjetivas (los personajes que hablan a la cámara), incluso la variedad de representaciones de estas visiones (algunas en formato documental, otras en una ficción exagerada, distaciada, al estilo brechtiano) no facilitan en nada que el espectador pueda comprender a Mona, más aún, esta multiplicidad complica todo un poco más.

Lo que si se deduce de esta multi-visión es que Mona provoca rechazo especialmente en las mujeres (tienen celos de ella, de su libertad como mujer) y sentimiento de culpa en los hombres. A Mona la vemos relacionarse con un borracho drogadicto vagabundo como ella, a quien abandona durante un robo, para iniciar una relación con una familia de pastores a los que demuestra su incapacidad para trabajar. También se encuentra con una científica universitaria y su ayudante, dedicados a investigar un hongo que está acabando con la vida de los plataneros; así como con una asistenta de hogar que cuida de una anciana.

También hay otros muchos personajes secundarios que han visto a Mona unas pocas horas y que mantienen el recuerdo de ella tras su muerte. La estructura recuerda ligeramente a "Ciudadano Kane" (se inicia la película también con la muerte de Mona) aunque existen esos "toques" de modernidad cinematográfica (muy nouvelle vague) del distanciamiento ficcional como mecanismo que remarca el artificio cinematográfico y que la aleja del clásico de Orson Welles.

El film mantiene ese pulso entre la ficción y la realidad tan propio del cine de Varda, además de filmar, mejor que nunca, imágenes más fotográficas que cinematográficas.

Para terminar decir que "Sin techo ni ley" usa una voz narradora, repetitiva en la filmografía de la directora francesa, pero que aquí es la de la propia Varda. Todavía en “Sin techo ni ley” Varda se mantiene oculta, dando solo su voz a la película (paso previo a su aparición en escena en sus siguientes films, como su reconocida “Los espigadores y la espigadoar, 2000”) pero evidentemente hay una cierta intencionalidad de Varda por apropiarse del relato, de querer encontrar un significado a todo lo que se narra. Aunque este interrogante (el dibujo al comienzo del relato) se mantenga en todo momento oculto.

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