Un lugar en silencio: Día uno | Pizza, Autoridad y Fentanilo

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La ciudad de Nueva York es un lugar diverso y ruidoso. Nos expone a una amplia variedad de personas, pero también nos ahoga en sus multitudes.

Antes de ver Un lugar en silencio: Día uno, jamás pensé que una película de terror pudiera evocar un sentimiento de nostalgia. Aunque funciona como precuela, el director Michael Sarnoski casi anuló el estilo establecido por John Krasinski en las dos primeras películas. Los fanáticos de las películas anteriores se sintieron algo incómodos y dieron críticas negativas, mientras que otros, como yo, apreciamos la innovación.

La trama principal de la película no es complicada. Se puede resumir en una frase: un apocalipsis cae sobre la ciudad de Nueva York, y Samira (interpretada por Lupita Nyong'o), que padece un cáncer terminal, necesita comer pizza. Aunque el título dice “Día uno”, la historia, en realidad, se desarrolla durante varios días. Esto puede parecer poco creíble, porque tener ganas de comer pizza no es un antojo inusual. Pero cuando el apocalipsis repentinamente azota la Tierra y el caos estalla en las calles tras una invasión de criaturas alienígenas desconocidas, este simple deseo se convierte en una tarea monumental.

Al principio de la película, sentí que Samira era demasiado determinada. Es indiferente a los sentimientos de los demás y, a menudo, tiene una expresión neutral, lo que demuestra una completa apatía. En la vida real, tratar con alguien así sería agotador, a menos que la otra persona sea igual de indiferente que ella; de lo contrario, heriría a los demás fácilmente. Sin embargo, no podemos exigirle demasiado. Para alguien que está más cerca del arpa que de la guitarra, cualquiera de sus deseos puede ser el último. Samira sabe que su personalidad puede incomodar a los demás y por eso, esta mujer de buen corazón elige vivir en un hospicio en los suburbios de la ciudad de Nueva York. Se niega a viajar lejos de casa y evita participar en actividades grupales. Su cuidador logra persuadirla para que participe en un espectáculo de marionetas y le promete llevarla a comer pizza a la ciudad.

Comprendí la soledad de Samira en el momento en que bajó del autobús. Antes del diagnóstico de su enfermedad, ella era parte de la ciudad. En esa ciudad, ahora se rodea de personas vibrantes y saludables, que tienen diferentes estados de ánimo y lucen de maneras diversas. Un minuto pueden estar ocupados por diferentes motivos, y al siguiente, se sienten desorientados. Pase lo que pase, son seres libres. Provienen de diferentes lugares y eventualmente dejarán la ciudad. Sin embargo, Sam es diferente: comer pizza es la única elección que puede hacer hoy.

Si no fuera por su enfermedad, la pizza no se habría convertido en un lujo. Si no fuera por el apocalipsis, las calles no serían tan diferentes a lo que alguna vez fueron.

Algunos espectadores creen que la perspectiva poética de Sarnoski diluyó la atmósfera de terror que debería tener una película de este género. Pero, seamos sinceros, ¿acaso el lugar más aterrador no es una verdadera casa embrujada? Aunque los efectos audiovisuales de una película de terror son realmente importantes, sabía muy bien que la atmósfera terrorífica no sería lo único que vería al ir al cine.

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El repentino apocalipsis hace que todos los refugiados se desorienten, pero Samira, que está obsesionada con comer pizza, se convierte en la presencia más singular.

El sistema educativo dominante del siglo XXI es peculiar, y recién me di cuenta de eso cinco años después de graduarme de la universidad. Las escuelas esperan que los estudiantes se conviertan en líderes que dominen el mundo, pero no comprenden que ellos primero deben controlar sus propios destinos. El espíritu de liderazgo debería ser un rasgo inherente que todos poseemos. Pero debido al intento deliberado de las instituciones educativas de cultivar el liderazgo en los estudiantes como parte de su visión, este se ha convertido en un criterio utilizado por los empleadores para distinguir a los empleados de élite en los lugares de trabajo. Como resultado, los estudiantes aprenden a recurrir a tácticas sin escrúpulos para complacer a los demás. Las habilidades de marketing se han convertido en conocimientos indispensables que todos deben adquirir. Esto explica por qué los productos que priorizan el estilo sobre la sustancia y la estética sobre la funcionalidad se han vuelto comunes. Para empeorar las cosas, incluso las elecciones políticas se han convertido en espectáculos teatrales cada vez más dramáticos.

En esta tendencia hacia el formalismo, los humanos se han convertido en meros vasallos que sustentan el funcionamiento de las sociedades. Este fenómeno me parece aterrador. Lo que me asusta aún más es que no puedo enumerar los otros roles que los humanos pueden desempeñar, aparte de mantener la continuidad de las sociedades.

Quizás por eso me gusta tanto Samira. En cierto punto, soy como Eric (interpretado por Joseph Quinn) en la historia. Él viaja a Nueva York para estudiar y cumplir con las expectativas de su familia. Desafortunadamente, sus ambiciones se ven frustradas por el apocalipsis. Al perder sus objetivos de vida, Eric instintivamente quiere seguir a Samira, no porque ella pueda ayudarlo a sobrevivir, sino porque todavía tiene una meta clara a pesar del desastre. Como la mayoría de los estudiantes que ingresan a la universidad con pasiones y ambiciones, Eric solía llevar una vida impulsada por un propósito.

La escena que más me emocionó fue cuando Samira y Eric gritaron al mismo tiempo al escuchar el estruendo del trueno. Estoy seguro de que Sarnoski había creado un trasfondo suntuoso para ambos personajes, pero los fuertes atributos comerciales establecidos por las dos películas anteriores le dejaron poco espacio para la exploración. Sus gritos cargados de emoción fueron suficientes para que el público sintiera su represión interna.

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No me pareció extremadamente aterradora la destrucción que los monstruos alienígenas causaron en la ciudad de Nueva York, pero contuve la respiración cuando Eric ayudó a Samira a encontrar el infame analgésico conocido como fentanilo.

Toda la vida disfruté de ver películas de ciencia ficción sobre aliens que invaden la Tierra. Solía pensar que las escenas espectaculares me ayudaban a aliviar el estrés, pero después de ver la historia de Sam, finalmente entendí que las expectativas sobre esas escenas de desastres naturales en realidad venían de mi desaprobación del orden social existente.

Tiempo atrás, me entusiasmaban las películas como Día de la independecia, ya que me sentía realmente inspirado por el coraje de la humanidad para restaurar el orden una vez más. Pero ahora, prefiero películas como Un lugar en silencio. En una época en la que todos se esfuerzan por mantener el orden y evitar perder la cordura, necesito ver el significado del orden más que su importancia. El fentanilo alivia el dolor físico de Samira, pero no le trae consuelo a su alma. La presencia del orden hace que nuestra sociedad parezca normal, pero esta paz superficial no equivale a la felicidad, necesariamente.

A medida que unos terroríficos monstruos alienígenas destruyen el orden con una violencia absoluta, la autoridad, basada en el orden, pierde el poder de gobernabilidad, y los habitantes, acostumbrados a la vida urbana, se ven obligados a huir de Nueva York. Empeñada en conseguir su pizza, Samira camina a contracorriente de la frenética multitud. Su determinación es lo que hace que el público pueda empatizar y lo que nos lleva a reflexionar: ¿qué es exactamente lo que nos hace elegir quedarnos en esta ciudad?

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Pantalla Mágica
Pantalla Mágica
 · 25/07/2024
Su análisis ha aportado algunos matices que no había considerado antes, especialmente sobre cómo estos temas reflejan las tensiones y los retos a los que se enfrentan los personajes. Enhorabuena por un artículo tan atractivo y que invita a la reflexión.
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Lisette Texier
Lisette Texier
 · 13/07/2024
Excelente
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