1978: un necesario intento, una representación problemática

El cine de terror y el cine histórico y político ambientado en la última dictadura argentina tiene un largo historial en el país. Películas como La noche de los lápices de Héctor Olivera, Infancia clandestina de Benjamín Ávila, fueron siempre tan exitosas y logradas como El prófugo de Natalia Meta o Cuando acecha la maldad de Demian Rugna. Sin embargo, rara vez estuvieron ambos géneros combinados en un solo film.

1978, dirigida por los hermanos Onetti (Luciano y Nicolás) es una atrevida propuesta que camina entre ambos carriles, entre el cine más realista y el de género, y si bien la osadía ya es un gran y necesario paso, la ejecución no esta a su altura, y hasta termina banalizando el hecho histórico.

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La primera parte del film esta plenamente enfocado en el terror de la última dictadura cívico-militar argentina.

Hace unos años El conde de Pablo Larraín fue toda una novedad en el cine chileno y abrió una interrogante para las narrativas del cine nacional: ¿se puede tratar un tópico tan delicado y sensible como la dictadura desde una óptica fantástica y satírica? Películas de ciencia ficción y terror como Moebius e Historia de lo oculto trataron el tópico pero de manera más solapada, solemne y hasta metafórica. En general no se realizó alguna aproximación de manera más explícita desde la mirada de género.

En ese sentido, en cuanto a la intención, es una película necesaria. El periodo en el cual el gobierno militar realizó un golpe de Estado y procedió reprimir y a perseguir cualquier ideología contraria a la suya, es un terreno que la ficción puede explotar desde muchos aspectos, y está obra abre las puertas para que se pudiera profundizar aún más en esa narrativa. Ahora, el cómo se encuentra representada esa aproximación en este film ya es otro tema.

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La actuación de Carlos Portaluppi como Carancho destaca en su faceta perversa.

Es una película cuya primera parte es de una construcción gradual y sólida, en donde el accionar de los represores ya genera de por sí terror. Las actuaciones de Carlos Portaluppi como Carancho, Mario Alarcón como Moro y Santiago Ríos como Alsina sobresalen en sus facetas perversas. La atmósfera está bastante lograda, así como la escenografía y la ambientación. Sin embargo, la narrativa también cae en la redundancia, con acciones que se tornan repetitivas sin que nada más ocurra.

Notoriamente inspirada en la película co-escrita por Quentin Tarantino y Robert Rodriguez, Del crepúsculo al amanecer, esta obra tiene dos partes separadas por la aparición de lo sobrenatural. A partir del segundo momento, entramos de lleno en el género del terror, más concretamente en su pata de posesiones demoníacas y satánicas, y cercano al subgénero de los zombie.

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La bisagra de la película ocurre cuando llega lo sobrenatural, como en la película Del crepúsculo al amanecer.

Sin embargo, el ritmo y la lógica de los sucesos no están del todo claros, y se pierde el hilo del relato dentro de la vorágine de acontecimientos. Por otro lado, si se tomará esta película como una de venganza, hay cierta falta de fuerza en el asesinato de los militares; pareciera que ambos bandos, el de los grupos guerrilleros y el de los represores, dieran lo mismo y se mataran a los dos por igual. El no tener una posición clara problematiza también la película; todos mueren menos uno de los torturadores, que si bien tenía sus matices, no deja de ser uno de ellos.

Por otro lado, el título y la contextualización en Copa Mundial de Fútbol de 1978 parecería estar porque sí; no parece haber más justificación más que el atractivo que puede conllevar eso. El evento deportivo ocurre en paralelo a la película, con esporádicas apariciones de tanto en tanto, hasta la victoria de Argentina. Si bien se puede decir que el contraste entre lo festivo y el terror que sucedía en aquel momento produce cierto efecto de incomodidad, no es un elemento tan fuerte como para denominar así a la película y a todo lo que sucede alrededor de ella.

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El maquillaje y los efectos que rodean a la parte terrorífica están bastante logrados.

El aspecto técnico está bastante logrado; los maquillajes y los efectos especiales funcionan. Las interpretaciones también logran transmitir el terror tanto de la situación militar como la más sobrenatural. Pero también hay cierta monotonía en las pocas locaciones elegidas y en el uso de ese espacio. Si bien se sostiene como una película de encierro, falta un manejo de cámara que logre que el escenario sea partícipe del film y tenga una cualidad más dinámica.

Pero tal vez lo más importante a remarcar es el manejo de un tópico tan delicado y sensible como lo es la última dictadura civico-militar que transcurrió entre 1976 y 1983. Se puede combinar este aspecto con una narrativa sobrenatural sin desmerecer a un suceso tan trágico en la historia argentina. Pero la película cae en la banalización de los hechos al mostrar de forma tan gráfica y explícita escenas de tortura, luego invadidas por lo igualmente violento de lo sobrenatural. No hay respeto ni sutilezas en la representación de lo trágico.

1978 es una propuesta atrevida y necesaria para lograr derribar ciertos muros acerca de lo que se puede contar y lo que no. Es ingeniosa al querer mezclar dos géneros diferentes y mantener esa narrativa durante toda la película. Sin embargo, tiene un potencial en ideas que no se logra transmitir en la ejecución y que termina banalizando al suceso histórico.


Nota por Alex Dan Leibovich | Periodista | Redactor en Clarín, Peliplat y Erramundos.


Publicado el 12 de diciembre del 2024, 5.14 PM | UTC-GMT -3.


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Alejandro Franco "Arlequin"
Alejandro Franco "Arlequin"
 · 13 de diciembre de 2024
La distancia histórica debería dar la libertad de abordar períodos oscuros de nuestra historia de manera heterodoxa. En Estados Unidos han hecho comedias y películas de terror sobre Vietnam y la Segunda Guerra Mundial. Si Larrain pudo hacer El Conde, ¿por qué no una versión cargada de simbolismo sobre los responsables de la última Dictadura Militar?
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marurdad
marurdad
 · 16 de diciembre de 2024
Este tipo de películas siempre dividen opiniones. Me parece interesante cuando se intenta mezclar lo político con el cine de género, aunque el equilibrio no siempre funcione.
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